La liberación de Fernando Verdasco hacia su famosa batalla con Rafael Nadal: "Tenía dudas de jugar la final de la Davis, pero se ganó el respeto de España"
El ex top ten y campeón de 7 títulos ATP se retira a los 41 años. Vicente Calvo, su técnico, preparador físico y mentor, dibuja en Relevo un perfil del madrileño.

"Sabía que Fernando Verdasco tenía talento, pero no tanto". En la madrugada del sábado 31 de enero de 2009, el mítico Rod Laver se frota los ojos ante lo que acaba de presenciar en la pista que lleva su nombre, una refriega entre Rafael Nadal y Verdasco que acaba después de cinco horas y 14 minutos (por entonces el partido más largo de la historia del Open de Australia) con un triunfo cargado de épica para el balear por 6-7 (4-7), 6-4, 7-6 (7-2), 6-7 (1-7) y 6-4. Tras la doble falta que decide la semifinal, los tenistas se derrumban y se dejan caer al suelo. Uno grita de alegría; el otro maldice. Nadal, que se recuperaría en tiempo récord del desgaste para tumbar en la final a Roger Federer, cruza la red y consuela a Verdasco con un saludo y un abrazo llenos de respeto y admiración.
Aquella batalla en Melbourne es posiblemente el primer recuerdo que viene a la mente de los aficionados al tenis cuando escuchan el nombre de Fernando Verdasco, que ha colgado esta semana la raqueta a los 41 años. Es normal: el madrileño, con su cresta engominada, rozó una final de Grand Slam jugando el mejor partido de su vida. Aquel Verdasco que rugía como un búfalo, que pegaba escopetazos y que corría de lado a lado como si le fuera la vida en ello había encontrado por fin su ser. Se le escapaba la confianza por los poros y su cuerpo era una auténtica coraza. El talento le venía de fábrica. Pero nada de eso fue por arte de magia, ni fue algo que hiciera 'clic' en aquel verano australiano en el que se deshizo de Jo-Wilfried Tsonga y Andy Murray camino de las semifinales. Aquel Verdasco frenético, el que todos recuerdan, tenía su explicación en un plan que había empezado en los últimos meses de 2006 en Madrid.
En aquel otoño de 2006, Verdasco ya era un rostro conocido del tenis español. Dos años antes, en 2004, había conquistado en Valencia su primer -y hasta entonces único- torneo y era ya habitual verle en los grandes escenarios. Llamaba la atención por su fuerza física y su carácter, pero muchos veían que era un chico mucho más talentoso de lo que decían sus resultados.
Tras crecer en Madrid, Verdasco había pasado una temporada en Barcelona entrenándose con el grupo de Francis Roig, pero durante el Masters de Madrid de 2006 -que se jugaba entonces en octubre en la pista dura del rockódromo de la Casa de Campo- se juntó con un viejo amigo. "Vicente, venga, ocúpate de mí, por favor", fueron las palabras que le dijo Verdasco a Vicente Calvo, uno de esos rostros invisibles para el gran público pero absolutamente imprescindibles para el éxito del tenis español.
"Fernando era un jugador perdedor, un jugador que cada vez que tenía el partido para ganar lo perdía y que no soportaba la presión"
Verdasco ya conocía a Calvo y su metodología desde hacía varios años. Calvo es un preparador físico que ha trabajado con prácticamente todos los tenistas madrileños, desde sus inicios con Pato Clavet hasta acabar con Feliciano López pasando por Tati Rascón, Javier Martí y tantos y tantos otros. La relación con Verdasco nace en 2003, después de que Pedro Muñoz, entonces presidente de la Federación Española de Tenis, llamara a Calvo para que se ocupara del prometedor jugador madrileño.
Pero en aquel final de 2006 lo que le pedía Verdasco no era que fuera su preparador físico: el jugador quería que Calvo le hiciese de preparador, de fisio, de entrenador y de mánager. Que fuera su hombre de confianza. Que le acompañara semana tras semana en el circuito.

Calvo, padre de dos hijas, aceptó el desafío, son sin renunciar a la oferta que le habían puesto sobre la mesa para llevar la preparación física del equipo de Copa Davis. Calvo sabía de las aptitudes de Verdasco, de su potencial, pero también era consciente de la fama que le perseguía. "Me costó los primeros cinco meses de 2007 deshacer la espiral de jugador perdedor en la que se había metido. Era un jugador perdedor, un jugador que cada vez que tenía el partido para ganar lo perdía y que no soportaba la presión", recuerda ahora Calvo, que este fin de semana participará en Santander en el Congreso de Medicina Deportiva liderado por el doctor Ángel Ruiz-Cotorro.
"Fernando era un chico tan talentoso que podía estar en el puesto 40 o 50 del ranking sin necesidad de tener un criterio de juego. Entonces, hubo que enseñarle a tener un orden en la pista, a tener una estrategia y a no jugar como él jugaba", añade Calvo en una conversión con Relevo.
Verdasco acabó el 2007 en el puesto 27 del ranking ATP tras una segunda mitad de la temporada en la que alcanzó la final de San Petersburgo y las semis de Bangkok, además de levantar el título en el Challenger de El Espinar. Esos resultados le confirmaron al tenista madrileño que estaba en el camino correcto. Y en 2008, dio el salto definitivo: cuartos de Hamburgo, octavos de Roland Garros y Wimbledon, final en Nottingham y título en Umag antes de convertirse en el héroe de la final de la Copa Davis en Mar del Plata.
"Cuando conquistamos Umag, ya somos jugadores mucho más ganadores. Ya somos respetados, la gente nos mira con miedo, sabe que no perdemos con el que no tenemos que perder, que podemos ganar al bueno, que perdemos, sí, pero 7-6 en el tercero. O sea, para entonces Fernando ya ha conseguido transformar sus capacidades competitivas", prosigue Calvo echando la vista atrás. "Pero todo empezó en la pretemporada del 2007. Él ahí no tenía la capacidad de sufrimiento ni de concentración dentro de la pista. Todo lo que hicimos fue dirigido hacia ese objetivo. Fue un proceso y en dos años ya estaba preparado apara el siguiente nivel".
La victoria en Mar del Plata sin Nadal
Y la confirmación de todo fue la final de la Davis en Argentina. España llegaba tocada por la baja de última hora de Rafael Nadal, el número uno del mundo, y el equipo argentino se las prometía muy felices con David Nalbandian y Juan Martín del Potro. El asunto venía caliente desde meses atrás y aquel "A Nadal le sacaremos los calzones del orto" que dijo un jovencísimo Del Potro.
"En Las Vegas pensaban que Fernando podía liquidar a los Nadal y Djokovic a tortazos. Ganó siete u ocho kilos de masa muscular. Pero no le conocían"
Contra todo pronóstico, España llegó al domingo decisivo con una ventaja de 2-1: Nalbandian derrotó a David Ferrer en el partido que abrió la final, pero Feliciano López puso el empate con un triunfo sobre Del Potro y en el dobles del sábado Feli y Verdasco dejaron a los capitaneados por Emilio Sánchez-Vicario al borde de la ensaladera.
En el cuarto punto, el primero del domingo, Verdasco tenía que enfrentarse a José Acasuso. Pero entre unas molestias en el dedo y los nervios del momento, el madrileño no lo tenía nada claro. "Él tenía dudas de jugar esa final. Le dolía el dedo y estaba viendo toda la responsabilidad que tenía. Pero ahí es donde hay que estar y apoyarle, para darle la tranquilidad y la confianza para que acometa el reto. Era el reto de su vida. Y así fue".

No era una situación nada sencilla para Verdasco. Tenía en sus manos dar a España la Copa Davis, en el Polideportivo Islas Malvinas, que era una caldera llena de argentinos, y además era el favorito, porque Del Potro había quedado tocado tras la jornada del viernes y su lugar lo había ocupado Acasuso, número 48 del ranking en aquel momento. Verdasco nunca se había visto en una igual. "Fernando tiene miedo", le cantaban los argentinos en la grada. Pero lejos de arrugarse, el madrileño remontó y se impuso por 6-3, 6-7 (3-7), 4-6, 6-3 y 6-1. "Eso le dio mucha confianza y una victoria mucha envergadura a nivel nacional. La gente le tuvo en cuenta. La Copa Davis le hizo ganarse el respeto de la afición española", sentencia Calvo.
La semi de Australia y la aventura en Las Vegas
Ese rush final de 2008 hizo que saltaran las alarmas en Adidas. La firma alemana, principal patrocinador de Verdasco, acababa de lanzar un programa de tenis de la mano de Darren Cahill. Y se llevaron a Verdasco a Las Vegas a las órdenes de Cahill y Gil Reyes, el famoso entrenador personal que había esculpido el cuerpo de Andre Agassi. Calvo seguía trabajando con Verdasco, pero ya no le acompañaba tantas semanas al año como antes.

Tras rozar la final de Australia en ese duelo épico con Nadal, Verdasco entró en una nueva dimensión. Y en Las Vegas quisieron ir un paso más alla: querían que el tenista fuera todavía más letal. "Hicieron un plan de entrenamiento muy enfocado a machacar a los rivales por la vía rápida. Pensaban que Fernando podía liquidar a los Nadal y Djokovic a tortazos. Ganó siete u ocho kilos de masa muscular. Pero no le conocían. Esa estrategia solo vale si tienes un jugador letal y muy ordenado. En su caso, para mí, provocó un desajuste porque si te pillaba, te noqueaba, pero se quedaba sin Plan B".
Calvo se refiere a que el aumento de la masa muscular hizo que Verdasco perdiera resistencia. "Empezó a no ser competitivo en partidos largos, así que Adidas me llamó para que me ocupara yo solo de él. Me llamaron porque se pasaron de vueltas e incluso Fernando tuvo una protusión discal provocada por coger tanto peso".
Verdasco alcanzó en ese 2009 el séptimo puesto del ranking mundial, su techo, y se clasificó para la Copa de Maestros, y en 2010 logró mantenerse prácticamente todo el curso en el top ten tras llegar a la final de Montecarlo y levantar en Barcelona el título más importante de su carrera.
A partir de ahí, su carrera bajó un par de escalones. Siguió siendo un tenista tremendamente competitivo (llegó a diez finales más hasta 2018, conquistando los títulos de Houston 2014 y Bucharest 2016) en los siguientes años, capaz de ganar a cualquiera, de un tenis superlativo, pero ya no tenía ese fuego interior y esa continuidad que le llevó a intentar comerse el mundo.
Con su retirada definitiva, España dice adiós a uno de los mejores tenistas que ha tenido en las últimas décadas, a uno que se mantuvo en el top 100 casi 17 años de forma ininterrumpida, entre marzo de 2004 y mayo de 2021, a uno que llegó a disputar 71 torneos de Grand Slam (el 6º que más de la lista histórica), a uno que ganó varias veces a Nadal y a Djokovic, a uno que amasó 15 triunfos antes jugadores del top 5. Un auténtico fuera de serie.