OPINIÓN

Alcaraz ya está en nuestro salón

Carlos Alcaraz, con el título de Wimbledon./EFE
Carlos Alcaraz, con el título de Wimbledon. EFE

Las rupturas se curan en dos meses. El 17 de mayo de este mismo año nos dieron una noticia trágica, un aviso cruel, que por poco no provoca el fin del mundo pero sí supuso el final de nuestro país. Rafael Nadal se retiraba de Roland Garros. El Real Madrid, tan afectado, se retiró de la Champions también. El Gobierno convocó elecciones. El 17 de julio, Carlos Alcaraz ha ganado Wimbledon como si antes de perder al amor de nuestras vidas apareciese de pronto el amor de nuestra vida otra vez.

Carlitos es la última remontada del deporte español. Porque con ese tenis, con esas piernas, con ese instinto, parece imposible que alguien nos vuelva a arrebatar un primer set. Alcaraz es como si juntases a Messi y a Cristiano en el fútbol, como si "mezclases ciertos elementos de Roger, de Rafa y míos. Creo que ha cogido básicamente lo mejor de los tres mundos". Dijo Djokovic.

Cuando el tenista serbio apuraba sus trucos en el cuarto set, cuando se encerró en los vestuarios para que todo descansara menos la mente de su rival, se encontró a un chaval de 20 años en pista que mientras esperaba a Djokovic se entretenía dando toquecitos con su raqueta. Alcaraz sonríe como si tuviese que tirar un penalti muy importante.

En los partidos hay algún momento en el que Djokovic se convierte en 'Nole, mi villano favorito', y se encara con la grada, protesta al juez de silla y revienta su raqueta contra el poste. Mi madre me habló corriendo, preocupada por el golpetazo: "Javi, y si esa era su raqueta favorita…". Djokovic grita, insinúa estar desencajado, pero sólo está remontando en silencio.

Mientras el público pensaba en los modales del serbio, Djokovic ya se había plantado ahí. Con su cabeza medio enterrada en la hierba, cada vez más peligroso. Lo más difícil de machacar a un villano es machacarle la segunda vez. Alcaraz le miró aún más a los ojos para matarle suavemente: un tenis precioso, tan valiente, vestido de blanco, 'slices' de revés.

Alcaraz se fue de Wimbledon con algo mucho más importante que un Grand Slam, que cien semanas en el número 1, que el reconocimiento internacional. Carlitos ya se ha ganado un hueco en nuestro sofá. Se ha colado para siempre en el salón de todas las familias emocionadas, que miran a la tele y se sienten juntas, por un deporte tan lejano y exclusivo, unidas de nuevo por un tenista español.