WIMBLEDON

La primera versión de Alcaraz en Wimbledon es mejorable pero suficiente para no sufrir

El español se impuso en tres sets a Mark Lajal por 7-6, 7-5 y 6-2 en un partido en el que fue entrando poco a poco hasta descoser a su rival.

Alcaraz golpea con la derecha en el partido contra Lajal. /REUTERS
Alcaraz golpea con la derecha en el partido contra Lajal. REUTERS
Gonzalo Cabeza

Gonzalo Cabeza

Aunque la realidad demuestra que los mejores, al final, suelen ganar siempre la primera ronda de todos los torneos, el rumor dice que siempre es peligrosa y la carga el diablo porque todavía no se está a ritmo. Esto es más acuciado en Wimbledon, pues exige al tenista no solo ajustarse mentalmente al reto, sino también adaptarse a una superficie algo hostil en la que la curva de aprendizaje es algo mayor que en el resto de suelos del circuito.

Alcaraz se impuso a la primera ronda con bastante trabajo, porque aunque el resultado no pasará a la historia por una batalla épica, resolvió la papeleta en tres sets (7-6, 7-5 y 6-2), la realidad es que Mark Lajal resultó ser más rival de lo que decían las predicciones. La de IBM, por ejemplo, estimaba antes del partido la victoria del español en un 92% de opciones.

No se equivocó, pero la imagen, que es algo que las maquinitas todavía no saben valorar, fue suficiente para darle crédito y seguirle por lo que pueda hacer en el circuito. IBM, que aquí es la proveedora oficial de números, también decía que Alcaraz llevaba más de 20 horas seguidas jugando en Wimbledon sin perder. Sumen dos horas y pico más a ese dato.

Alcaraz no forma parte de esa gente que se esfuerza todo el rato sin parar. Él se esfuerza muchas veces sí, algunas veces no tanto. Normalmente lo suficiente para ganar como tiene que ganar, sin necesitar de ningún esfuerzo hercúleo ni más épica de la debida. Los minutos que juega bien es tan bueno como un tenista puede ser. Los ratos en los que se marcha del partido, lógicamente, es vulnerable y le deja las puertas abiertas a su rival, sin importar que el rival sea el 269 del mundo.

Volver tras la laguna

Podría pensarse que esas ausencias de Alcaraz serán una daga en el costado cuando la dificultad aumente, pero ni siquiera es así. Porque en realidad no son aleatorias, juega peor cuando se relaja, cuando entiende que lo que tiene por delante es un trámite. Y, en todo caso, siempre parece tener una marcha más para aguarle la fiesta a un rival que cree en su victoria.

El público de la pista central, que vivía él primer partido de este año -se suele reservar ese espacio para el campeón- se encontró con la emoción de tener algo de vida en el partido. Suena mucho más que en televisión, aunque el tenis esté asociado con el silencio, aquí hay pequeños aullidos de aprobación o pena cuando pasa algo importante. No son tan estirados ni los ingleses ni los aficionados de este deporte.

Alcaraz mira vídeos de su yo del pasado para entender cómo se gana Wimbledon. Todavía está en el periodo de aprendizaje, no se atreve a moverse con la misma calma que, probablemente, conseguirá en la segunda semana. Es difícil lo de correr en hierba, porque cualquier pisada errónea te puede tirar al suelo. No da estabilidad, y acostumbrados como están muchos tenistas a deslizar sobre la tierra batida, en Wimbledon el miedo aparece y las precauciones se disparan.

Alcaraz sirve durante el partido. EFE
Alcaraz sirve durante el partido. EFE

El primer servicio

Al principio del partido también tuvo problemas para encontrar los primeros servicios. No llegaba al 50% y jugar con segundos es conceder demasiado, perder toda la ventaja que supone el saque en el césped, que es mucho. Cuando entran los primeros, es prácticamente imbatible en su servicio, porque Alcaraz es agresivo y sabe entrar en la pista, desafiar al rival. A medida que iba ganando centímetros, Lajal se iba amedrentando. No se le puede culpar, cuando el murciano juega a su nivel es fantástico.

Tiene un juego luminoso Alcaraz, es de esos deportistas que no parecen estar esforzándose tanto para el resultado que se ve sobre la pista. Sus golpes son más fluidos que duros, porque en su caso no tiene tanto que ver con el músculo como con el ritmo. Si siempre eres capaz de encontrar la bola en el punto dulce de la raqueta y con el brazo extendido, la pelota tomará una enorme velocidad sin necesidad de dejarse la vida en ella.

Se parece más, por lo tanto, a Federer que a Nadal, aunque sea desde ese punto de vista, el de la sensación que tiene el espectador cuando le está viendo jugar. Todo esto no quiere decir mucho más, la estética, el espectro de sensaciones, en el deporte tienen su lugar, pero no son un fin sino un medio. Al final lo importante es ser capaz de llegar a la meta el primero o de ganar más puntos que el rival.

En eso Alcaraz es un seguro de vida. Estamos hablando de un chico de 21 años con tres grandes ya en las vitrinas, cada uno de ellos en una pista diferente. Quizá el grado de excitación estaría disparado si el niño hubiese nacido a principios de los 80, pero ahora vive en un mundo que ha subido sus estándares en lo referido a superestrellas del tenis. La herencia recibida es esa, Nadal, Federer y Djokovic han establecido varios grados más de luz para llegar a formar parte de verdad del firmamento de los más grandes.

¿Lo logrará? Lo tiene todo para hacerlo. Y sí, por supuesto, ahora viene la metralleta de salvedades. Lo probable es que no lo consiga, que no llegue a tanto, que no sea capaz de sobrepasar tantísimas pruebas que tendrá por delante. Lo normal es que sea mortal y no llegue. Sí, eso es lo normal. Pero dicho todo eso, si alguien puede será él.

En todo caso, ese diálogo con la historia no se desarrolla en una primera ronda de Wimbledon contra Mark Lajal. Esto tiene más que ver con la rutina, con la capacidad de los que son mejores de mantener sobre las vías el tren sin sobresaltos. Eso fue lo que hizo Carlos, tomar sensaciones, subir el nivel en los puntos claves y no alargar innecesariamente una primera ronda. De eso se trataba.