"Por un millón de euros se ha olvidado del racismo": el caso de Paola Egonu divide a Italia
La voleibolista de 24 años, nacida en Cittadella, se marchó a Turquía en 2022 harta del racismo que sufría en su país. Ahora, un año después, está muy cerca de fichar por el Vero Volley de Milán.

Paola Egonu, la mejor voleibolista de Italia y una de las mejores del mundo, se marchó de su país el pasado verano, harta del racismo continuado que sufría, y fichó por el Vakifbank turco, el mejor equipo de Europa. Ahora, nueve meses después, y tras haber definido a Italia como un "país racista" en numerosas ocasiones, Egonu está a punto de tomar el billete de vuelta para, en junio, cuando finalice su contrato en Estambul, fichar por el Vero Volley de Monza, que se trasladará a Milán a partir del próximo curso.
Su retorno y el precio del traspaso, 800.000 euros más bonificaciones, una cantidad muy elevada en el voleibol femenino, han provocado que los más radicales, los contrarios a las denuncias de Egonu, hayan aprovechado la ocasión para desmerecer los principios de la jugadora y tildarla de hipócrita. "Por un millón, Egonu se olvida del racismo en Italia", titulaba en portada este sábado el diario Libero, de tirada nacional. Y añadía: "Eso es amnesia selectiva".
De momento, la protagonista no ha hecho declaraciones al respecto —el traspaso aún no es oficial—, pero, una vez más, la opinión pública ha llegado antes de tiempo para juzgar sin contemplaciones. "Lo de este diario no es periodismo, es propaganda política", han lamentado desde Volleyball.it, la web de referencia de este deporte en el país transalpino.
Egonu se marchó a Turquía harta del racismo en Italia
De padres nigerianos, Egonu nació hace 24 años en Cittadella, una pequeña ciudad amurallada entre Venecia y los Alpes. Debutó a los 15 años como profesional y dos cursos después, con 17, fue MVP de un Mundial júnior. En 2018, todavía adolescente, reconoció su homosexualidad en una entrevista al Corriere della Sera, el periódico más leído de Italia, y desde entonces, ha compaginado su brillante desempeño en la pista con el foco mediático de un país en el que el voleibol es el tercer deporte más seguido, solo por detrás del fútbol y el baloncesto.
Acostumbrada a sufrir comentarios racistas desde la niñez, la italiana siempre ha señalado estas actitudes en sus intervenciones públicas. "De pequeña, me insultaban hasta los padres de las chicas contra las que jugaba, imitando el chillido de los monos", reconoció en una entrevista al portal Freeda. "Mi primera reacción, claro, era irme del partido y correr a llorar al vestuario. Me sentía mal, triste y con todas las miradas sobre mí, una sensación que siempre he detestado".
Sin embargo, todo explotó en octubre del año pasado, después de que Italia consiguiera el bronce mundial ante Estados Unidos y con Egonu ya consolidada como una estrella mundial del voleibol. En Apeldoorn (Países Bajos), sede de la fase final del torneo, mientras todas sus compañeras celebraban el bronce, la atacante se desahogó con su representante, Marco Raguzzoni: "No lo puedes entender, no lo puedes entender. Es agotador. ¡Me han preguntado cómo puedo ser italiana! Este es mi último partido con la Selección. El último, el último. Estoy cansada".
Poco después, ya ante los medios —al menos de forma consciente, no como en las declaraciones a su representante—, Egonu rectificó sus palabras y el adiós definitivo quedó en momentáneo. "Mentalmente he llegado al punto en el que desearía tener un verano libre para desconectar y apreciar aún más lo que hago", aclaró en la cadena Sky Sports.
En cualquier caso, antes de volver a ponerse la azzurra, la camiseta que, dice, "es la más bella del mundo", Egonu regresó a su país por primera vez en enero para jugar como visitante con el Vakifbank turco, precisamente frente a uno de sus antiguos equipos, el Igor Gorgonzola de Novara.
Allí, en el pabellón de Terdoppio, lleno hasta la bandera con 5.000 espectadores, la jugadora fue recibida como lo que es, una estrella del voleibol. "Paola, orgullo italiano", rezaba una pancarta gigante en las gradas. No lo desmerece, desde luego, alguien que salta hasta los tres metros y golpea el balón a más de 100 kilómetros por hora.
Al término del encuentro —victoria aplastante de las turcas—, como era de esperar, Egonu se detuvo para saludar, firmar autógrafos y posar junto a decenas de aficionados que ansiaban una fotografía con ella. Un desenlace respetuoso que, por extraño que parezca, no entra en la cabeza de todo el mundo.
Una estrella más allá del deporte en Italia
Desde la entrevista en la que reconoció que tenía novia, en 2018 —aunque más tarde reconoció sentirse atraída por las personas, no por el género—, Egonu se convirtió en todo un símbolo en Italia; una estrella que trascendería a cualquier resultado deportivo. Tal es así que, en 2020, dobló a un personaje de la exitosa 'Soul', película de Disney Pixar. Un año después, copresentó el programa 'Le Iene' (Las hienas) en la cadena Italia 1 —propiedad de Mediaset— y hace tan solo un mes, hizo lo propio en el prestigioso Festival de San Remo, todo un símbolo de la cultura italiana.