Amaya Valdemoro: "He tenido la suerte de abrir muchas puertas y ahora abro otra"
El próximo 23 de agosto se convertirá en la primera mujer española en el Salón de la Fama de la FIBA.

Amaya Valdemoro siempre ha tenido que superar estereotipos y falsos prejuicios para derribar todas las barreras que se le ponían por delante. En la cancha lo hacía a base de calidad y trabajo. Fuera de ella lo conseguía gracias a una personalidad y un carácter no pocas veces malentendido.
Se enfrenta a todos sin pelos en la lengua, como demuestra cada vez que se sienta delante del micrófono de Movistar en su nueva faceta de comentarista. Una nueva arista de una carrera poliédrica en la que se ha ganado el respeto de compañeras y rivales. Aunque, como sucede ahora a través de las redes sociales, su figura no ha escapado al 'hate' que ahora mismo nos acompaña a todos.
Pionera desde que pisó la cancha por primera vez, creció sin referentes a los que seguir en el deporte femenino. Pero eso no la impidió ser la primera jugadora española en ganar un anillo de la WNBA, ganarse el calificativo de mejor baloncestista nacional de la historia y en menos de un mes también será la primera española en entrar en el Salón de la Fama de FIBA. El penúltimo reconocimiento a una carrera que hoy repasa en Relevo… entre otras cosas.
El ingreso en el Salón de la Fama es el colofón de toda una vida deportiva. ¿Qué supone para usted?
Es todo un honor para mí. Un honor porque sí que hay tres hombres, Fernando Martín, Emiliano y Epi y luego la primera mujer española, pues soy yo. Cuando me llamaron no me lo esperaba y desde entonces todo ha sido un cúmulo de emociones. Perdí a mi padre hace nueve meses e indudablemente, si hoy estoy sentada aquí y he recibido tantos premios es por él. Perdí a mi madre hace mucho, pero él me ha acompañado durante toda la carrera. Indudablemente va a ser un premio muy emotivo que es el reconocimiento a toda una trayectoria. Cuando echo la vista atrás y veo mi carrera, a lo mejor mi generación y la anterior no logramos tantos títulos como estas generaciones que ahora están arrasando, pero sí que hemos ido abriendo muchísimas puertas. Empezamos a lograr romper esa barrera de los cuartos de final y a que el baloncesto femenino estuviera en boca de todo el mundo. Creo que es un reconocimiento muy importante. He tenido la suerte en mi generación de haber abierto muchas puertas y otra vez abro otra, porque seguro que van a venir muchas más jugadoras que están logrando hitos impresionantes.
¿Qué significa para Amaya Valdemoro ser referente de toda una generación cuando no tú no tuviste referentes femeninos?
Es verdad que yo no he tenido ningún referente femenino. Siempre estábamos mirando a a los hombres. Y ser referente, o seguir siendo referente a día de hoy, me quedo sorprendida. Porque no se televisaban nuestros partidos, ¿no? Ahora, por ejemplo, durante el Mundial sub-19 que se disputó en Madrid, los niños pequeños me reconocían. Me decían que ven partidos míos en YouTube. Es el reconocimiento a una vida dedicada al deporte. Es el esfuerzo de muchos años y no solo mío. Yo creo que en mi generación hay muchísimas jugadoras que no tienen el reconocimiento que tengo yo, pero han estado ahí haciendo las cosas bien para que ahora veamos que en un Mundial sub-19 hay casi 8000 personas en un pabellón. Creo que tenemos que devolver y tenemos que apoyar al deporte femenino y tenemos que seguir haciendo muchas cosas para que el baloncesto siga creciendo.
¿Cómo llegas al baloncesto después de haber empezado siendo una apasionada del atletismo?
Y sigo siendo una loca del atletismo. Lo sigo muchísimo. Tenía clarísimo que iba a ser deportista. Cuando me preguntaban, yo decía que iba a ser deportista. ¿En qué disciplina? No lo sabíamos porque se me daban bien todos los deportes. Pero yo nunca decía abogado o actriz, que era lo que se decía entonces. Empecé en el atletismo porque era el deporte que me enamoró en las Olimpiadas del 84 viendo a Abascal, José Luis González, Florence Griffith o Carl Lewis. A los ocho años mis padres me apuntaron en el Club de Alcobendas porque antes no me dejaban y yo empecé en el baloncesto por casualidad, porque mi hermana jugaba. En una ocasión faltó un equipo a un partido suyo, me puse a jugar, me vieron, me hicieron una prueba en el Tintoretto y desde la prueba hasta aquí.
¿Cómo vivieron tus padres ese momento en que les dices: "Oye, yo no quiero ser abogado médico, quiero ser deportista"? Sobre todo en una época en la que las mujeres todavía eran una rareza en el deporte.
Yo desde los 8 a los 13 estuve haciendo atletismo. Con 13 años, en infantil, empiezo con el baloncesto y la verdad es que mi carrera deportiva ha sido diferente a la de casi todas las jugadoras. Porque estuve con 13 años en infantil, luego cadete de primero y ya me voy fuera a jugar en un equipo de lo que era la Segunda División, que es Salamanca, y ascendemos a Primera División.
Lo tenían clarísimo ellos, porque yo lo tenía muy claro. A mis padres les encantaba el deporte. Sacrificaron mucho más ellos que yo, porque al final me dejaron irme a Salamanca a estudiar allí y a jugar en un equipo profesional. Al final en la juventud tú no piensas las cosas y yo me fui con 14 años a un equipo que estaba hecho para ascender, siendo la última pieza que se incorpora al equipo y ascendemos. En aquella época -a las chicas que van a ver esta entrevista les va a alucinar- no había móviles, no había face time, no había whatsapp… No había nada. Sólo había un teléfono en el bar de abajo, porque en mi casa no tenía, de esos que teníamos que llamar haciendo así [hace el gesto de la rueda de los viejos teléfonos fijos con la mano]. Entonces, el sacrificio grande lo hicieron mis padres porque todos los fines de semana venían, entre semana venían, las carreteras no eran las mismas...
Aquí está el sacrificio del deportista que hacemos lo que nos gusta, que empezamos como un hobby. Y luego está el sacrificio de la familia, que siempre es muy importante para cualquier deportista, para ponerte los pies en el suelo, para apoyarte en los malos momentos y para cualquier cosa. El deportista sufre muchas veces, pero la familia también.
"Siempre estábamos mirando a los hombres. Yo no he tenido ningún referente femenino y hoy los niños me reconocen"
¿Qué valores te has llevado de tus padres?
Todos. Es que he tenido muchísima suerte porque he estado muy protegida. Sobre todo me han enseñado a saber cuándo hacía bien las cosas y cuándo las hacía mal. Me decían lo que hacía bien, pero sobre todo me recalcaban lo que hacía mal, tanto dentro de la pista como las actitudes. Me enseñaron la constancia, el trabajo, ser humilde o estar para los demás. Al final, cada ser humano tenemos una personalidad y esa personalidad hay que moldearla. A ti te pueden educar de una manera, pero todos tenemos una personalidad.
Pero sobre todo me enseñaron a escuchar. Yo en eso cambié muchísimo con las conversaciones de mi padre, con las broncas de mi padre. Siempre voy a decir más de mi padre, porque yo perdí a mi madre con 18, entonces toda mi etapa profesional al final ha ido de la mano de mi padre. Pero he tenido muchísima suerte, me han educado desde el cariño, con disciplina y respetando a los mayores y al resto. Yo me he equivocado mil veces, como todos, pero ellos han estado ahí para decirme lo que está bien y lo que está mal.
En esa época tan complicada para las mujeres que llegaban al deporte, ¿cuántas veces te han llamado marimacho o bollera de forma despectiva o insultos así?
Desde pequeñita. Lo de marimacho me ha acompañado desde el colegio, incluso antes de empezar a hacer deporte de forma profesional. A mí me encantaba el deporte, entonces siempre iba con los chicos y los de las otras clases te llamaban marimacho. Me ha ido acompañado, pero siempre he estado muy bien arropada. Al final sí que es verdad que lo que están viviendo ahora las chicas jóvenes no tiene nada que ver, con lo que vivíamos nosotros, cuando en los campos te insultaban, te llamaban 'marimacho', 'bollera', 'fea', 'gorda', 'culona', 'vete a fregar', 'pon un par de lavadoras'. Todo eso ha ido acompañando durante muchos, muchos, muchos años. Pero insisto, esto va con el carácter de cada persona, a unas les afecta más y a otras menos.
¿Ves como parte de tus múltiples triunfos el que eso haya también cambiado, haber abierto ese camino para que muchas niñas practiquen deporte escolar más integrado?
Yo creo que la sociedad está en continua evolución y todo esto que he dicho de los insultos, de hacernos sentir diferentes, viene con la educación. Se está avanzando muchísimo desde los colegios, desde la igualdad. Se está modificando todo. Cuando somos las primeras generaciones pagamos el peaje y aguantamos cosas que otras no aguantarán. Estas generaciones, por ejemplo, están viviendo para mí algo que se tiene que empezar a controlar, que son las redes sociales. Quizá en mi época el insulto era presencial, que era malo, pero es que ahora lo de las redes sociales es tremendo. Yo también lo sufro. Que te puedan destrozar con un aparatito es difícil de entender. Cada generación tiene su dificultad.
Has sido una jugadora de carácter, ¿cuánto te ha costado esa personalidad?
Buff. Yo he echado a muchísimos entrenadores, ¿sabes? Cuando yo no tomaba ninguna decisión [Risas]. El hecho de decir, de hablar y de pedir me ha pasado muchísima factura. Yo sé que he tenido un aura durante muchos años de mi carrera que imponía demasiado. Me hacía muchísima gracia cuando llegaban las jóvenes a la Selección. Venían como con miedo y luego decían, 'joé, qué maja eres, qué simpática eres'. Eso es lo que se genera y lo que se crea. En España somos un país en el que te ponen un cartel de X y ya se queda.
Yo no voy a decir jamás que he sido la mejor, porque es que eso va en el gusto de las personas. He ganado muchísimo y he sido muy buena, pero a nivel de competitividad sí que cambié. Tengo un nivel competitivo que llega a lo enfermizo y cuando yo entré chocaba, porque yo quería ganar hasta jugando a las chapas. Entonces ahí sí que yo no tenía amigos ni amigas. Absolutamente nadie. Con ese nivel de exigencia que yo me ponía a mí misma, exigía al resto. Y es ahí cuando se genera ese cartel que luego me ha acompañado. Yo jamás he echado a nadie. De hecho he querido tener a las mejores jugadoras a mi lado porque eso me hacía mi mejor jugadora. Pero hubo una etapa en la que yo iba a entrenar y me volvía llorando absolutamente todos los días, porque no entendía ese nivel de no profesionalismo que creo que hace falta para el deporte.
"Yo he llegado a entrenar 8 horas con ampollas, lesiones y si decías que no podías, tenías problemas psicológicos"
¿Es esa mentalidad la mayor característica de Amaya Valdemoro, por delante de su juego?
Totalmente. Yo no era la mejor en nada dentro de una pista. Pero hacía mucho de todo y lo hacía bien y para mí, mi parte diferencial era el carácter ganador que tenía. Antes de los partidos tenía mil dudas y una vez pisaba la pista se me se me quitaban. La gente que no me conoce se queda sorprendida porque yo siempre que jugábamos contra un rival, yo siempre veía en el contrario mil cosas que yo no hacía, pero eso me hacía respetar más y entrenar más. Yo no me he creído la mejor nunca.
Ese carácter del que hablamos, esas ganas de ganar siempre, de ir siempre un paso más allá te ha llevado a tener algún conflicto con algún entrenador aquí en España, por ejemplo como el que tuviste con Vicente Rodríguez en la Selección.
Sí que es verdad que era un entrenador de otra época que exigía una barbaridad. Tenía métodos que ahora son inviables. Entonces, pues eso que te decía. Yo me plantaba y le decía las cosas, pero la verdad que no quiero remover eso. Hizo cosas y me dijo cosas que si mi padre se hubiese enterado, sí hubiese llegado a las manos. Él como digamos, quería llevar al deportista al extremo. Se pensaba que en las peores situaciones salía la mejor versión del deportista. Caíamos como chinches. Al final, por un sueño, por la tradición de este país, que no había logrado una clasificación a las Olimpiadas, aguantamos, aguantamos y eso fue un auténtico martirio. Al final, cuando ya llegamos a las Olimpiadas, sí que hubo varias jugadoras que nos planteamos y dijimos que si estaba él, que no volvíamos a la Selección. Pero sí que a mí me zarandeó y lo vieron varias personas de mi equipo. Me cogió de la pechera y me dijo que un montón de cosas no quiero rememorar.
En eso ha cambiado también el baloncesto, ¿no? Los entrenadores antes parecían mejores cuanto más gritaban y ahora todo se tiene más en cuenta, incluido a la persona que hay detrás del jugador.
Es muy difícil ser entrenador. Eso es así. Y yo creo que ahora hay otro modo de entrenar. Yo estoy educada en el entrenamiento de cuanto más mejor. Cuanto más gritos, mejor. Y ahora eso es inviable. Ahora se mide todo con lupa. La carga de entrenamiento, el descanso. Yo he llegado a entrenar ocho horas al día, con ampollas, con lesiones. Y si decías que tenías lesión o que no podías, tenías problemas psicológicos. Era una auténtica barbaridad.
Ahora, yo creo que hay que encontrar un término medio entre la exigencia y lo que está bien y lo que está mal. Yo sí que veo que a veces habría que tener un diálogo más directo. Hay muchas veces que ahora por el miedo de 'a ver si la voy a liar' no se dicen las cosas tan directas. Yo soy una persona que si lo hago mal, me gusta que me digan que lo hago mal. Con delicadeza y honestamente. Muchas veces ahora, depende de cómo lo hagas, no estamos educando ni enseñando a que nos podemos equivocar y que las cosas se pueden hacer mal y no pasa absolutamente nada.
Hay que saber que dentro de la vida, en el deporte, nos equivocamos y no pasa absolutamente nada. Hay que saber recibir que te digan que lo has hecho mal. Y no es culpa de los otros, es culpa tuya. Y no pasa nada. Es más, se aprende muchísimo más del error, de la derrota, porque cuando perdemos nos acordamos mucho más de lo que has fallado, de lo que has hecho mal y de lo que tengo que hacer. Entonces yo quiero que me lo digan. Y ahora, muchas veces, parece que está mal decir las cosas como son. No, hay que decirlas y hay que asumir que las cosas se hacen mal y no pasa absolutamente nada.
Se pueden decir las cosas de mil maneras. Pero yo también entiendo que un entrenador sea igual que un jugador lleva las pulsaciones a 200, porque un entrenador en un momento dado te da un grito que no pasa absolutamente nada. Ya está. Igual que entiendo que un jugador por el momento del partido tenga un mal gesto o un tal, es muy difícil estar ahí. Y el que no ha hecho deporte de alto nivel no lo creo que no lo entiende.
¿Por eso no te llama la atención ser entrenadora?
No me gusta. Creo que he sido tan exigente conmigo misma, que creo que sería demasiado. Al final hay que tener mucha paciencia y no es uno de mis dones. A mí hacer entrenamientos individuales y cosas así me encantaría, pero en equipo no lo quiero ni en pintura.
"Nos plantamos y dijimos que si estaba Vicente Rodríguez, no volvíamos a la Selección. Me zarandeó y me cogió de la pechera"
¿Y en un despacho? ¿Te ha llamado ya tu amiga Elisa Aguilar para estar con ella en la Federación?
El deporte en general estará de enhorabuena cuando Elisa Aguilar sea presidenta, porque es una tía que tiene don de gentes, que es políticamente correcta, cosa que yo no lo soy, que sabe muchísimo y que ojalá una gran federación, como es la de baloncesto, tenga en la presidencia a una mujer. Porque hace falta que haya más mujeres al mando. Y creo que Elisa está preparadísima para el reto y lo hará a las mil maravillas y yo estaré ahí, ayudándola como ella me ha ayudado a mí. He pasado más tiempo con ella que con mi hermana. Entonces yo estaré ahí para lo que haga falta.
Te refieres a la necesidad de que haya mujeres en puestos directivos en las federaciones. ¿Cómo ves ahora mismo esa paridad entre deporte masculino y femenino? ¿Qué más pasos necesita para seguir aumentando en visibilidad?
Claro que necesitamos muchas más mujeres en cargos importantes y sobre todo en federaciones importantes. El deporte es algo muy complicado ahora mismo, porque es que el deporte está generando muchísimo dinero. Entonces, si hablamos en términos económicos, que hay que equiparar la balanza, yo lo veo inviable, porque todavía no generamos lo mismo. Entonces, ¿qué es lo que tenemos que hacer las mujeres? Tenemos que pedir las mismas facilidades que tienen los hombres a la hora de entrenar. ¿Por qué? ¿Qué es lo que nos pide el deporte? Ser el primero. Y para ser el primero tú necesitas tener todas las herramientas posibles para poder llegar a la excelencia. Y a partir de ahí, ir haciéndonos nuestro hueco. ¿Qué es lo que tenemos las mujeres en este país? Tenemos un don competitivo y tenemos un talento que creo que lo demostramos a través de los resultados.
Tenemos que ser noticia no sólo por ser primeras. Hay algo que el deporte femenino tiene, que no tiene el deporte masculino y es la cercanía. ¿Y qué te permite eso? Permite a la gente de fuera empatizar con la carrera, con lo que a lo que le ha costado llegar y tener referentes.
¿Cuándo despuntó el deporte femenino en este país? Yo creo que todos miramos atrás y tenemos las Olimpiadas del 2012. ¿Qué pasó en 2012? Hubo una crisis económica global tremenda. ¿Y qué es lo que pasa en esa crisis? Que quitan ayudas a los deportistas, pero a nosotras no nos quitaron. Seguimos con lo mismo y tuvimos mejores resultados. ¿Qué está pasando ahora con el fútbol femenino? ¿Por qué hay ese boom? Porque ha habido una inyección económica. Porque es un país de fútbol y con el Madrid y el Barça ya llama la atención. Pues entonces lo que hay que hacer es invertir. Porque está claro que cuando se invierte hay resultados.
Lo que hay que hacer es invertir, que los medios apoyen, que los medios den notoriedad a las mujeres y que se sepa la historia de esa chica para que haya muchísimos referentes. Y poco a poco que los sponsors se vayan fijando y que vayan poniendo dinero. Entonces, cuando nosotros llenemos pabellones, ahí podremos equiparar. El tenis es uno de los ejemplos Cuando se juega la final masculina y la final femenina están petados los dos. Esto no es un sprint. Esto es una maratón. Y vamos en el kilómetro 13 o 15. Y hay que ir poquito a poco. Hay que hacer las cosas bien y aprovechar todas las oportunidades. Esta es una oportunidad, porque me estáis dando una oportunidad a que esta entrevista se difunda y la escuchen lo que es el deporte femenino en primera persona. Lo que nos cuesta, lo duro que es, lo que sacrificamos, la pasión que tenemos y que la recompensa no es lo misma ni económica ni socialmente. Y lo hacemos desde el corazón y al final si pierdes, la gente empatiza.
"Lo que hay que hacer es invertir, que los medios apoyen, que los medios den notoriedad a las mujeres. Y, poco a poco, que los sponsors se vayan fijando y que vayan poniendo dinero"
Hablas del papel de los medios, en los que ahora tú también vives desde dentro. ¿Cómo es esta etapa en la vida de Amaya Valdemoro detrás de las cámaras?
La verdad es que me encanta. Poco a poco me ha ido gustando más y he visto lo difícil que es y el curro que tiene. Tuve muchísima suerte de que nada más retirarme Movistar me llamó y me dio la oportunidad. Y sobre todo, dando voz a deporte masculino, que en aquella época era sólo yo. A partir de ahí ya llegaron nombres en Televisión Española, pero los que primero apostaron fueron Movistar. Por eso digo que a veces hay que arriesgar y hay que invertir para que luego eso sea normal.
Pero a mí me hace gracia porque Movistar apostó para que comunicase baloncesto masculino desde el principio. Pero muchas veces era 'no, la mujer tiene que comentar femenino'. Oye, que vemos igual, vemos igual que los hombres y entendemos igual.
Me gusta muchísimo también. Me he equivocado 200.000 veces. Sigo aprendiendo. Creo que tengo algo muy bueno, que soy natural y que si me equivoco pues lo digo y ya está e intento hacerlo desde el máximo respeto, sabiendo que cuando haces un Madrid-Barça es muy, muy, muy, muy difícil.
¿Cómo llevas el 'hate' que se puede generar alrededor de tu faceta como comentarista?
Sí que te diré que hay mucho hater, pero yo ahora sí que veo que hay un claro agravante que se nota muchísimo porque soy mujer. De verdad que yo no me quejo, pero no tiene nada que ver las las menciones que me hacen a mi a las de mis compañeros. Y yo creo que eso tiene un claro factor de ser mujer. También por los comentarios y las cosas que me dicen.
Yo durante mi carrera deportiva he sido una jugadora que o te gustaba mucho o no te gustaba nada, por mi forma de expresarme, por cómo me movía, por cómo era y estaba un poco acostumbrada. Pero sí que hay veces que te cansas. ¿Qué tengo que decir para que no sea todo tan agresivo? Al final te das cuenta de que no puedes decir absolutamente nada ni hacer absolutamente nada, porque todo va a seguir igual. Hasta que no cojan en las redes sociales y para abrirte una cuenta tengas que dar tu DNI esto va a seguir así y la gente va a tener vía libre para insultarte, difamar, agredirte y decir lo que le dé absolutamente la gana.
Luego lo que no entiendo es que vayan padres con hijos e insulten a comentaristas o a jugadores. Me parece un ejemplo tan malo. Y esto sigue sucediendo. Entonces esto es un problema de educación en casa y en el colegio. Lo veo con pena y con tristeza. Estamos viviendo un momento en la sociedad que hay mucha ira y mucha crispación y se suele sacar mucho en el evento deportivo. Vamos todos allí y parece ser que todo está permitido. Te cambias de equipo y hay amenazas, pero, ¿estamos locos?
¿Qué me vas a decir? Que si yo soy un equipo o de otro, si yo me he cambiado de equipo, si a mi lo que me gustaba era jugar a baloncesto. Igual que ahora. Yo lo que quiero es que gane el débil. Eso es lo primero. Y segundo, lo que quiero es que sea un espectáculo.
¿No te has cansado ya del baloncesto?
No, pero yo he estado llorando entrenando. He ido a entrenar llorando porque no podía con la presión, con la ansiedad. No podía con la vida. Pero a mí el baloncesto me ha dado la vida y me encanta. Y ojalá hubiese inventado una pastilla para poder seguir jugando hasta los 60.
Pero después de retirarte, apenas has seguido jugando.
Muy poco. El año pasado sí que estuve jugando con actores y amigos, pero vamos, iba medio andando porque es que tengo el cuerpo que en cuanto hago algo me lesiono y luego me lo paso muy mal, porque la cabeza va a una velocidad y el cuerpo va a otra. No sé si es bueno jugar.
Aunque el cuerpo te duela sí juegas al pádel. ¿Es tu nuevo vicio?
Soy malísima. Madre mía, soy malísima. Mira, te voy a decir por qué he empezado a jugar al pádel. Empecé a hacer con Adolfo Madrid a hacer recuperación de mi cuerpo y ya estoy bien. Hago entrenamiento funcional prácticamente todos los días. Y empecé a jugar al pádel para aprender a perder. No sé perder. Lo paso fatal. He estado un año y pico sin dar clases, perdiendo todos los partidos. Cuando digo todos, son todos. No sabes qué terapia.
¿Y ya sabes perder?
Bueno, ya me río. Me encanta. Lo que pasa es que cuando juego, que tengo las rodillas, los tendones y los gemelos reventados, pues tengo que ir con mucho cuidado. Luego cojo la pala mal, porque me rompí las dos muñecas y el desplazamiento de clavícula. Soy un show, pero me hace muchísima gracia. Me ha servido como terapia para relajarme un poquito y para saber perder. Este año vuelvo a partir de septiembre. Otra vez retomo. Esto es en mi nivel enfermizo, hasta que no me vea bien no voy a volver a jugar partidos, porque como empiece perdiendo ahí voy a tener un problema.
"Empecé a jugar al pádel tras la retirada para aprender a perder"
Te quería preguntar por esa doble lesión de las muñecas que casi te deja sin Juegos Olímpicos. ¿Cómo fue el proceso mental para decir 'sí, llego'?
Me dijeron que no iba a volver a jugar más al baloncesto. Cuando dicen que el deportista está hecho de otra pasta, es que sí que lo creo. A mí me dijeron que no podía volver a jugar, que si jugaba sería a los ocho, nueve meses. En la izquierda tengo una placa y siete tornillos y dije que en la derecha, cómo me iban a poner placas y tornillos. Me dijeron de operarme y como me dijeron que no iba a volver a jugar, decidí no operarme y si quedaba mal, ya me operaría más tarde. Esa capacidad de trabajo, esa capacidad de superación, ese creer en uno mismo y en el equipo que te está ayudando hizo que me recuperase en cuatro meses y una semana. Una auténtica locura. Pero sí que es verdad que no me quedaron igual.
Lo que me dejó la lesión de las muñecas fue muchísima angustia y muchísimo miedo. Por todo lo que me he sacrificado pensaba que no iba a poder retirarme en una cancha. Fue un proceso angustioso. El día que me las rompí tuve mucho miedo, pero luego ya al día siguiente no me preguntéis por qué, hice 'plop' [hace un gesto de explosión con las manos] y dije "esto se saca". Cuando salí, cuando me recuperé no tenía la misma fuerza, no votaba igual, pero eso lo sabía yo, no las demás.
Antes decías que has llorado por el baloncesto. ¿Ese es uno de los momentos en los que peor lo has pasado?
No. Yo he llorado muchísimo más en las derrotas. Era enfermizo. En las derrotas, en situaciones de estrés, de no saber gestionar… Ahora está muy de moda lo de el coach y el psicólogo, pero yo me fui con 24 años al psicólogo porque yo quería ser la mejor y veía que me iba de los partidos. Y estuvieron a punto de no renovarme mi equipo. Es que esto es de coña. Estamos hablando de 24 años a principios de los 2000. Ni Peter iba al psicólogo. Yo dije tengo que ir. Y empecé y me dio la vida. Para aprender a respirar, para hacer visualizaciones, a conocerme mejor a mí misma, para todo.
"No. Yo he llorado muchísimo más en las derrotas. Era enfermizo. En las derrotas, en situaciones de estrés, de no saber gestionar"
Para liberarte de tus manías.
Es verdad. Se me había olvidado. Tenía 200.000 manías. Y madre mía, tenía ya un ritual que tenía que pensar más en el ritual que tengo que hacer que en jugar. Y poco a poco me fui quitando de todas.
¿Me decías que hubo un equipo que estuvo a punto de no renovarte por ir al psicólogo?
Ahora tú puedes tener tu preparador físico, tu fisio… En mi época si te salías de lo que era la estructura del equipo, te podían multar. No podías ir a otro fisio, no podías ir incluso si te lo pagabas. No puedes hacer absolutamente nada. Entonces, claro, se llegaron a plantear si me renovaban porque estaba mal de la cabeza, por ir al psicólogo. Choca con lo que es ahora el deporte.
"¿Marimacho? Me ha acompañado desde pequeñita, como bollera, fea, gorda, culona…"
¿Lo miras con envidia?
Claro. Madre mía! Yo ahora digo "Madre mía, lo buena que podría haber sido en esta época".
¿Más de lo que fuiste?
Mucho más. Yo estoy muy a gustito con lo que he hecho, tengo muchos peros que podría haber hecho. Pero sí estoy convencida de eso.
Entonces erais el ejército de Pancho Villa o eso dijiste tú.
Claro. Lo decíamos mucho Elisa y yo. Ten cuenta que ahora las chicas se están enfrentando a países que no son Checoslovaquia, Yugoslavia, Rusia. Ahora está Lituania, Letonia, Ucrania. Yo me he enfrentado a esas potencias. Entonces veías a las rusas, a las yugoslavas, unos cuerpos, unas alturas y luego nos veías a nosotras, que éramos todo garra y corazón, pero que la pívot referente en el Mundial era la Ana Montañana, que me saca a mí esto [hace gesto con la mano juntando el pulgar y el índice] contra tías de dos metros. Es que conseguíamos bronces. Esa plata, que encima fallé yo, la entrada que nos daba la victoria. Teníamos un gen que las volvíamos locas. Yo veía a las chicas del sub-19 todas perfectas, altísimas, guapísimas, súper bien peinadas. Éramos de la resistencia.
Ahora, que acabamos de pasar unas elecciones, ¿cuántas veces han llamado a Amaya Valdemoro partidos políticos para que vayan a las listas?
Todos.
¿Alguna vez te lo has pensado?
No, no aguantaría ni un segundo.
¿Sigues siendo más buscada en Google que Valdemoro, el pueblo madrileño?
No lo sé, pero me llamaron. Espero que no, porque ya no estoy tanto en activo. Creo que no, pero sí que me llamaron porque decían que salía más yo que el pueblo. Pero cosas curiosas. Cosas de las redes.
¿Michael Jordan por encima del resto?
Por una cuestión de carisma, por una cuestión de que él, sin redes sociales, llegó a todos los rincones del mundo, por una cuestión de que tú ves la NBA ahora, que me parece una pasada y no quiero decir lo buenos que son todos, pero es que ha cambiado muchísimo la dureza en los partidos. Es que me gustaría ver a los que están ahora con semejantes tortas que se daban, con las defensas que había.
Y aparte de que es que no hay comparación porque yo soy de otra época. Yo entiendo que los jóvenes. Me encanta LeBron, pero claro, uno crece con sus ídolos. Los míos eran Petrovic y Jordan. Entiendo perfectamente que los chavales digan, porque es verdad, que lo que está haciendo LeBron es increíble. Pero yo no he visto un tío más plástico, más guapo, que mejor quede haciendo los mates, que le quede todo perfecto que a Jordan. Lo siento, soñaba con Jordan.
¿Te has sentido alguna vez la Michael Jordan del baloncesto español para alguna niña?
Nunca, nunca. Me he sentido privilegiada. He llorado con alguna niña que ha venido llorando porque me ha emocionado. Pero estamos hablando de palabras mayores. Pero sí que es verdad que el deporte te regala esas cosas. Yo jamás imaginé que una niña se iba a poner a llorar al conocerme.