Anicet Lavodrama, la leyenda del Clesa Ferrol: "La gente tacha a Romay de torpe, yo creo que era un factor mayor para el baloncesto español que Fernando Martín"
El pívot centroafricano puso a la ciudad gallega en el mapa baloncestístico nacional gracias a sus batallas con los grandes interiores de la época, como recuerda ahora en Relevo.

Su físico sigue imponiendo a sus 61 años. Igual que su voz, grave y seria en un primer momento, reflejo del juego que le convirtió en una referencia en el baloncesto español de finales de los 80 y principios de los 90. Luego, cuando se suelta Anicet Lavodrama (República Centroafricana, 1963) exhibe ese carácter afable que le hizo ganarse el cariño del baloncesto español.
Especialmente en Ferrol que hoy vuelve a vivir pendiente del deporte de la canasta gracias a un BAXI que esta tarde se juega el billete a su primera final europea. El equipo de Lino López ha recogido el testigo del mítico OAR, donde Lavodrama sigue siendo ley. Una ciudad que siempre viaja en la maleta del centroafricano -sus dos hijos nacieron allí- y de la que quiso ser alcalde tras imponer su ley bajo sus aros.
Has sido leyenda en Ferrol, pero casi tan dentro como fuera de la cancha. Desde que llegaste te implicaste mucho en la vida de la ciudad.
Claro. Interiorizas todo lo que pasa a tu alrededor con mucho sentido de la responsabilidad y de ciudadanía. Es sentido cívico. Puede ser cosa mía, por mi forma de ser, pero es que es lo que me han inculcado desde casa. Mi padre, mi madre y todos los mayores que me han educado, me han inculcado unos valores. Cuando tu vives y trabajas en un lugar y te reconocen como un extranjero permanente, sobre todo por la piel -si yo tuviera la piel blanca la gente no me haría preguntas, dirían 'mira, ahí va el ferrolano este'-, te implicas, te identificas y te comprometes con tu ciudad, donde tú trabajas y eso es tu hogar y lo tienes que cuidar y contribuir en todo lo posible cuando vaya creciendo.
Cuando llegué a Ferrol era el año 85. La transición política y social en España seguía estando muy reciente. Sobre todo en una ciudad que se llama Ferrol del… donde había mucha más implicación por lo que significa esa ciudad. Pero luego cuando ves los deseos de la gente mezclados con los valores del deporte y el rendimiento que tuvimos con el OAR o luego con el Racing, el BAXI, el atletismo o Gómez Noya… te das cuenta que el deporte ayuda en Ferrol a que la gente no se vea como una ciudad a la zaga de los demás. Es un lugar con mucho potencial por su tierra, por su industria naval y hay que seguir creciendo. Y para mi es una responsabilidad y de ahí mi apoyo a cada concello, a cada ayuntamiento. Es una implicación permanente.
"A mi mujer, que es blanca, la preguntaban dónde había adoptado a mis hijos. Eso duele y asombra"
No me siento de izquierdas ni de derechas ni de centro. Sólo me siento identificado con donde yo vivo y me siento a gusto. Me siento ferrolano. Mis hijos son ferrolanos. Estoy muy implicado con que esa sociedad siga avanzando y creciendo. Porque mucha gente en Ferrol ha crecido en un entorno muy pesimista, muy gris. Siempre hay cierta negatividad en el aire. Pero por lo que a mi me han inculcado, siempre hay que seguir trabajando para mejorar. No olvidarse del pasado, pero avanzando y sembrar para que todo vaya a mejor. Y de ahí, el ejemplo que está dando el equipo femenino.
Esa implicación que acabas de dejar cristalina en tu anterior respuesta te lleva a presentarte incluso como candidato a la alcaldía de Ferrol en 2019 por Sentimiento Ferrolano.
Mucha gente siempre que me escucha siempre me dice que parece que tengo una visión y un proyecto de ciudad, de vida y convivencia para Ferrol. Mucha gente me ha animado siempre a hacerlo y al final, pues lo hice. En su momento apoyé a Juan Fernández, que fue presidente del OAR y candidato por Independientes por Ferrol. A mi me lo inculcaron en casa y además, cuando paseas por las calles o por las plazas de la ciudad y todo el entorno de Ferrol, la gente pide algo que les dé luz, optimismo y buenas energías. Yo me presento porque yo creo que esta ciudad tiene un potencial enorme y cuando ves otras ciudades de ese tipo como San Sebastián, yo sé que Ferrol puede alcanzar eso. Y eso me fastidia. Soy bastante competitivo y cuando oigo a la gente siendo pesimista, negativa o tristona, me pica que quiero hacer algo. Quiero contribuir. Y entonces, en muchas conversaciones, la gente veía las ideas que yo podía aportar eran buenas para la ciudad.
Antes has mencionado el color de piel. ¿Cómo era la vida de un africano en Ferrol a mediados de los 80?
La gente siempre habla de racismo como si siempre fuera solo en los países de mayoría blanca hacia los negros. La imbecilidad, los complejos de inferioridad que tienen muchos y luego la ira que muchos tienen en sus vidas, lo trasladan a otras personas sin conocerle. Sólo en base a mirarle y ver sus diferencias físicas, como la piel, o de creencias. La gente que odia manifiesta su debilidad o sus demonios interiores hacia los demás.
Yo directamente no lo he tenido que sufrir, pero cuando tus hijos van a algún lugar y están paseando por la ciudad en la que han nacido y la gente le pregunta a su madre, que es blanca, que dónde ha adoptado a esos niños. Y que diga que no, que son hijos suyos y aún así le sigan preguntando que de dónde vienen... Eso sí te duele y te asombra. Te sorprende que pase hoy en día.
Yo nunca sufrí racismo porque entiendo que en mi caso particular, cuando eres una persona conocida con cierto tamaño y hablas de una manera, se te trata de manera diferente a propósito. Lo ves en gente del mismo color o procedencia, que les tratan de otra manera distinta a mi. Yo no lo he sufrido. No sé si afortunadamente, pero yo era siempre muy consciente de las diferencias que en la percepción de personas que eran distintas a lo que es la mayoría. Pero en mi caso, la mayor parte de la gente me ha hecho sentir en casa igual que a muchos otros compañeros de profesión.

Te tratan de manera especial, según cuentas, por ser deportista. ¿Cómo empieza un chico de República Centroafricana a jugar al baloncesto en los 70?
Es muy fácil. El baloncesto es un deporte que es muy practicado en el mundo entero y lo que mucha gente no sabe, aunque parezca asombroso en España dada la poca distancia que hay con África, es que allí se practica mucho deporte en los colegios. Una de las asignaturas clave, junto a matemáticas, historia, geografía… era la educación física. Era parte del currículo habitual y por lo menos eran dos horas a la semana. Practicabas todos los deportes: atletismo, balonmano, fútbol y también baloncesto. Yo sólo tenía que seguir a mi hermana mayor y a mis dos hermanos mayores. Y como tenía una altura, los entrenadores de mis hermanos me invitaron a coger un balón y empecé ahí. Entonces se practicaba mucho las olimpiadas escolares, los campeonatos escolares y de clubes. Y así empecé, porque se hace mucho deporte escolar en todos los países africanos.
Empiezas a destacar en el mundo del deporte y en 1981 tras terminar el colegio te marchas a Houston, donde tu prioridad no es tanto el baloncesto como terminar una carrera universitaria.
En mi entorno, en el continente africano en general, el deporte no era prioritario porque no se vivía esa proximidad con el deporte profesional. La ambición siempre era tener tu licenciatura, el doctorado, un máster… y con eso tú vas a ser alguien en la vida, vas a ser una persona de provecho. Tener un diploma, acabar el instituto, ir a la universidad, ese era el objetivo. El baloncesto lo seguía, por supuesto con la selección nacional y a través de la tele y las revistas, el baloncesto profesional en Europa como los grandes nombres de Yugoslavia, de la URSS, de Francia, de España... Y por supuesto de Estados Unidos con ídolos como el Dr. J o Kareem Abdul-Jabbar. Eso te sirve de reflejo y modelo del lado deportivo, pero lo que tus padres siempre te dicen es que tenía que aprobar los exámenes. Intentar ser alguien terminando los estudios, sacando buenas notas y siendo bueno en lo que tú eras. Llegar a ser alguien con tu diploma en el bolsillo.
Cuando llegas a EE.UU. descubres un sistema que ves que te permite combinar ambas cosas y eso era una maravilla. Me permitían tener una beca para practicar deporte, pero me exigían tener buenas notas para mantener la beca. Es el sistema perfecto. Yo estaba muy a gusto siendo un estudiante deportista. Me parece el sistema perfecto.
En Houston en esos años también había otro jugador africano que luego sería leyenda en la NBA como es Hakeem (entonces Akeem) Olajuwon. ¿Coincidiste con él?
Mi relación con Hakeem empieza en el 1979, en mi año junior. La Federación y el Ministerio de Deportes de mi país contratan a un asesor técnico que era Christopher Pond, un americano que llega para colaborar con la dirección técnica de la federación. Fue Pond quien me dijo que si yo estaba terminando el instituto podía seguir estudiando y jugando al baloncesto en Estados Unidos. Me dijo que debería hacerlo porque tenía talento para ello.
Entonces, en los partidos de clasificación para el Afrobasket júnior, coincidimos jugando contra Nigeria, donde estaba un joven espigado más alto que yo, que era Olajuwon, que ya mostraba mucho talento y mucha clase.
Hicimos muy buenas migas. Fuimos a jugar otro torneo amistoso en Nigeria y él estuvo siempre con nosotros, nos servía de guía. Y luego nos encontramos en el Afrobasket, que se jugó en Angola, nos encontramos en la cafetería y me dijo: "Anicet, tu entrenador me propone ir a estudiar a Estados Unidos con una beca. Yo voy a ir, ¿y tú?". Yo le dije que iba a hablar con mis padres porque en principio yo quería estudiar medicina en Senegal, en Francia o en Costa de Marfil. Olajuwon me dijo que él iba a aceptar e iba a ir a Estados Unidos.
Acabó el Afrobasket, en el que quedamos segundos, y llegó una oferta de Houston Baptist por mí. Entonces Pond me escribió y me dijo que Olajuwon iba a la otra universidad de Houston. Hablé con mi padre, que era diplomático, y habló con el embajador de EE.UU. en mi país y este le explicó cómo era el sistema americano y a mi padre le pareció muy bien. Y ahí me fui, de Bangui a Houston. Hakeem ya estaba allí y cuando llegué nos vimos mucho y mantenemos contacto hasta hoy.

¿Cumpliste el objetivo de terminar los estudios?
Hice un doble grado en finanzas y en dirección de empresas. Finanzas específicas para trabajar en Wall Street, que era mi deseo. Y dirección para gestión empresarial. Mi sueño era la medicina. Lamento no haberlo hecho. Hice mi último trabajo de la carrera en Los Ángeles, en el campamento de verano de los Clippers, que fueron quienes me draftearon.
Los Clippers te draftean, vas a Los Ángeles y allí te encuentras con Magic… que te hace de chófer.
La NBA hace el draft y luego invitan a los jugadores a ir a entrenar con los equipos para ver si se quedan allí. Entonces, yo conocí a Magic cuando me draftearon. Estuve dos meses viviendo en Los Ángeles y antes del campamento oficial de verano íbamos a jugar a la universidad de UCLA. Los que me llevaban desde el hotel donde me quedaba hasta el pabellón era alguno de los veteranos de los Clippers como Derek Smith o Junior Bridgeman. Un día me llevó Derek Smith, pero luego tenía que ir a buscar a su mujer y le pidió a Magic si me podía llevar de vuelta al hotel. Fue muy simple, aunque puede parecer mucho por ser Magic. Eso te habla de la personalidad de Magic, que dijo que sí, que sin problema. Me llevó en un par de ocasiones y hablamos mucho.
Y de repente pasas de una megalópolis como es Los Ángeles a una ciudad pequeña como Ferrol. Y todo por 'culpa' de Moncho Monsalve.
Moncho era una persona muy entrañable y efusivo, además conocía muy bien el baloncesto americano. Me dijo que tenía talento y que si no me quedaba en los Clippers podía ir a jugar a su equipo en España, en Ferrol. Eso no te sonaba. Mis referencias del baloncesto español eran Corbalán, Buscató, Santillana, Brabender, pero no Ferrol. Yo le dije 'vale, muy bien', pero mi idea era seguir en Estados Unidos, con los Clippers, o trabajar en la bolsa en Wall Street. Esa era mi ambición.
En mi año senior vinieron dos chicos del OAR Ferrol, Alfonso Martínez y José Manuel Pérez, que fueron a entrenar un par de semanas a Estados Unidos para intentar quedarse. Ellos llevaban el uniforme del Clesa Ferrol y ahí está la coincidencia, que ellos hablaban con Monsalve, que era el entrenador, y fue cuando Moncho vino a Los Ángeles a hacerme una propuesta.
Ahí pasé de Houston a Los Ángeles, que eran dos megalópolis, a Ferrol. Pero yo todo esto lo veo con mucha normalidad, porque yo había viajado mucho cuando era muy pequeño con mi padre. Entonces al llegar a Ferrol yo no busco una gran ciudad, yo prefiero algo pequeño, pero en mis dos primeras semanas llueve sin parar. Los primeros días no podía dormir por el jet lag y abría la ventana a las 3 de la mañana y estaba lloviendo, abría la ventana a las 11 y estaba lloviendo, al ir a dormir… lloviendo. Al tercer día le pregunté a Moncho: "¿El tiempo aquí siempre es así? Pensé que esto sólo era en Londres". Él me dijo: "No, Anicet, esto es Ferrol. O le coges cariño o lo vas a odiar". [Risas]
Me encanta la lluvia, el entorno verde de Ferrol y los compañeros que tuve, que siguen siendo amigos míos. Le coges cariño y la ciudad por la forma de acogerme, me cautivó y por eso tuve a mis hijos aquí.
¿Por qué fue tan carismático ese equipo del Clesa Ferrol?
Todo empezaba por la directiva con el presidente Juan Fernández, una persona muy carismática que te hacía sentir parte de algo especial, por la ambición y la visión que tenía en el mundo del deporte y para lo que es representar Ferrol. Era muy proactivo. Nos hacían sentir parte de algo muy especial. Muy humilde, sí, porque no teníamos presupuesto, pero sí era algo especial. Cada vez que había algún problema, siempre había una familia que te acogía, que eran los compañeros.
Con ellos siempre había alguien que decía "vamos a tomar unas copas, unos pinchos, unos pulpos o algo". Luego estaba el entorno en el que nos movíamos para hacer la preparación física, como los pinares o la playa. Todo eso, para alguien como yo que le gusta un entorno así, lo hace muy fácil. Sobre todo porque me acogieron muy bien.
Que en un pabellón como La Malata grite tu nombre constantemente, te sientes como alguien que ellos necesitan. Muchos niños venían a mi casa y venían a verme, a pasar tiempo con nosotros, a merendar cruasanes (que me encantan) y eso. Y a día de hoy me dicen, "mira esa foto, ese era yo cuando tenía 15 años". Eso es lo que me hace sonreír. Sobre todo cuando la gente piensa que como deportistas somos todos mercenarios. No, para deportistas como yo, cuando juegas más de 5 años en un sitio, éste se convierte en tu casa, porque cuando vuelves a tu lugar de nacimiento te sientes fuera de sitio. Sobre todo por el estilo de vida que tienes en España. Te sientes en casa aquí.
"Pensé que era la niebla, que se había colado en el pabellón, pero luego me di cuenta que era humo de los cigarros"
Te referías a una Malata que te recibía no sólo gritando, sino con un ambiente un tanto especial, ¿no?
Cuando se anunció que se iba a reducir el tema de la reducción de espacio para los fumadores yo pensé que iba a haber una manifestación social más grande [Risas]. Ahora en los pabellones se respira, pero cuando yo entré en La Malata, en el primer partido contra el Barcelona, el pabellón estaba lleno y había como niebla. Yo sabía que había humedad y dije 'ostrás, la niebla ha entrado en el pabellón'. Luego lo respiras y te das cuenta que es humo de cigarrillo y dije "me cago en diez". Yo venía de Estados Unidos, donde había que buscar un sitio escondido para gente que fuma. Me pareció muy extraño que en un recinto deportivo se pudiera fumar y de forma tan visible. Era un choque.
En todos los años en la ACB te caracterizaste por ser un pívot duro y muy físico. ¿Qué rivales recuerdas como los más duros?
Muchos porque la liga ACB siempre tuvo mucho talento. Pero los más duros para mi fueron Clarence Kea, parecía un árbol que estaba plantado en la zona y era complicado, y Stanley Roberts, que me parecía imposible. Yo podía superar a Sabonis por velocidad, por salto, pero a Roberts era imposible. También era muy difícil Ray Smith, que era muy difícil de defender a un jugador con esa movilidad y esa capacidad técnica.
También Fernando Romay, al que mucha gente tacha de torpe, pero yo creo que Fernando Romay era un factor mayor para el baloncesto español que Fernando Martín, Romay, para mí, era diferencial. No era el más elegante en cancha, pero tenía tamaño, sabía jugar y lo que hacía lo hacía bien. Y luego, por supuesto, su físico y esos zapatos tan enormes que ocupaban toda la zona.
Una de tus características también era el salto, lo que te lleva a participar en el primer concurso de mates de la ACB.
Me robaron. Francamente. Soy humilde y modesto, pero ese concurso lo tenía que haber ganado yo. David Russell hizo un buen mate, saltando lateralmente sobre un chico, que estaba bien, queda muy bien en el póster. Pero yo creo que mis mates fueron mejores que los de Russell y Robinson. Me quitaron la victoria porque no me conocían. Sólo llevaba unas semanas en España. Tenía que haber ido Nate Davis, que lo habría ganado, pero se había fracturado la clavícula y yo fui como sustituto y fui tercero. Quedé satisfecho, pero sé que tenía que haber ganado yo.
Pasas nueve años en Ferrol y, de repente, tienes que cambiar de aires y te vas a Valladolid. ¿Cómo se explica ese traspaso?
El baloncesto dependía de buenos patrocinadores, como tuvimos con Clesa, pero muchas veces las garantías para que los cánones y los fondos de garantía los tenía que sufragar los patrocinadores porque la venta en taquilla no daba para ello y la diputación o el ayuntamiento tenía que aportar bastante. En este caso, algunos de los que toman decisiones políticas, no querían favorecer a la directiva del Ferrol y no aportaron el dinero y el OAR Ferrol tuvo que desaparecer como club ACB.
A mi entonces me ficha uno de mis ídolos de pequeño, que era Wayne Brabender, y poder jugar con otro de mis ídolos como era Oscar Schmidt fue un orgullo o con gente como Lalo García. Me fui a Valladolid porque el OAR Ferrol no se podía sostener. Y eso para mí fue un palo, dejar Ferrol. Entiendo que como profesional puedes ir en cualquier momento a otro sitio, pero con el arraigo que yo tengo con Ferrol fue complicado, pero fue un buen destino jugar para Brabender y con Oscar.
Un compañero con el que compartías afición… ¡por Chiquito de la Calzada!
[Risas] Mucha gente se sorprende porque ven a los deportistas como algo lejano y diferente y que se tiene que comportar como una gran personalidad. Pero es que Chiquito era un crack. Yo tengo tres ídolos en la comedia: Les Luthiers, Cantinflas y Chiquito de la Calzada. Esos tres son el sumun. Para Oscar y para mi era nuestra alegría, nuestra terapia de grupo. Su forma de andar, el 'cuidadín', 'fistro', 'pecador', 'no puedor' …. Eso era lo que aliviaba cuando había un mal entreno o una mala jornada. Nos permitía dominar a los más jóvenes porque éramos los veteranos e íbamos con la cinta VHS y la poníamos en el bus. Todo el mundo tenía que aprender con Chiquito.
Para terminar tu carrera te vas al Joventut. ¿Qué recuerdas de esa época?
Fue un sueño. Yo tenía un sueño que era jugar para Aíto por su forma de ver el baloncesto. Yo quería jugar para él, pero, sobre todo, por lo pesado que era todo el mundo con que si yo era del Barça o del Madrid, era absurdo esa pregunta continua como si no hubiera otros clubes. Para mí el Joventut era el modelo al que el OAR Ferrol podía aproximarse porque no podíamos tener ese presupuesto, pero los jugadores que tenían, la forma de jugar… era uno de mis sueños, jugar en la Penya. Yo admiraba a Villacampa, a Rafa Jofresa… Era uno de mis deseos, jugar para la Penya, con una cultura con la que yo me identificaba. Jugar en uno de los 'pequeños' que podía comerles la tostada a los grandes. El Joventut era eso. Y se cumplió, pese a ser una época un poco convulsa en el club. Yo además no estaba en mi máximo.
Te molesta que te pregunten por el Madrid y el Barça, que no eras de ninguno, pero sí estuviste a punto de ser del Madrid.
En varias ocasiones. Una vez, durante un verano. Yo pasaba los veranos unas semanas en Bangui con mis padres y luego antes de volver a España siempre me llamaba algún equipo NBA para probar. En Estados Unidos estaba un mes entrenando con jugadores como Olajuwon o Clyde Drexler en las ligas de verano y ahí fue cuando Brabender, que era entrenador del Madrid, me hizo una primera oferta. Yo no tenía cláusula de salida, pero el OAR se resistió a mi salida. Luego hubo una segunda oportunidad. Cuando Sabonis se fue del Madrid, me hicieron una oferta. Yo fui, pero estaba lesionado de la rodilla y no podía estar para empezar la temporada en Euroliga y no firmé el contrato y terminé en Valladolid.
¿Tú cómo llevaste ese salto a una nueva vida?
Ya te dije antes que el baloncesto no era mi finalidad. Para mi era mi diploma y mi carrera. Yo siempre me preparé para cuando colgara las botas y pasar a trabajar de lo que yo estudié. Ese era el paso. Yo sabía que iba a practicar deporte hasta los 30 años y luego tenía que pasar a otra actividad profesional. El deporte va desde los 19 hasta los 35 y después tienes una larga vida como ciudadano trabajador como todo el mundo, porque el deporte es una fase muy corta.
Yo estaba preparado para eso. Tuve mis dos hijos y sabía que a partir de los 30 tenía que pasar a otra actividad profesional. Si tienes una formación eso es más factible. Si no es una batalla tremenda. Vas a contracorriente total. Yo sabía que me iba a retirar y sabía que tenía que hacer otra cosa. Estás psicológicamente más preparado si desde pequeño tus padres te hablan de esa manera y luego te formas para trabajar en lo que has estudiado.