COPA DE LA REINA

Cristina Ouviña, Leyre Urdiain y el legado de Pilar Valero

La Copa de la Reina celebra el pasado, presente y futuro del baloncesto aragonés en una tarde que mete a Valencia y Zaragoza en semis.

Cristina Ouviña, la camiseta de Pilar Valero y Leyre Urdiain. /FEB
Cristina Ouviña, la camiseta de Pilar Valero y Leyre Urdiain. FEB
Luis Vallejo

Luis Vallejo

Dicen, aquellos que mejor conocían a Pilar Valero, que la aragonesa era pura alegría y pasión. Que cambiaba el estado de ánimo con su mera presencia y siempre añadía un valor extra a cualquier vestuario. Con ella, el ambiente era mejor. Más sano, más divertido. Como si hubiera aplicado durante toda su trayectoria el lema de su paisano Kase.O, quien afirma y repite hasta la saciedad eso de "cuanto más amor das, mejor estás".

En la primera jornada de la Copa de la Reina, la mejor jugadora aragonesa de todos los tiempos estuvo presente de muchas maneras. El pabellón Príncipe Felipe, a lo largo de cuatro horas de buen baloncesto, disfrutó su legado y sintió en lo más profundo de su alma todo aquello que Pilar Valero se encargó de transmitir. Tanto la parte tangible, como la intangible. Ayer, todo eran reflejos de la estrella del Banco Zaragozano.

Y es que lo cierto es que no hizo falta esperar al homenaje para acordarse de ella. De eso se encargó Cristina Ouviña. Siguiendo los pasos de Valero, la base zaragozana decidió la primera eliminatoria de la Copa ante Estudiantes (69-56), bien secundada por Leti Romero y Lauren Cox. Con su ritmo de juego, alegría contagiosa y determinación a la hora de la verdad. Cuando los tiros no solo sumaban puntos en el electrónico, sino que también castigaban a nivel anímico, la aragonesa no falló. Más de tres décadas después de la histórica Copa del Banco Zaragozano, el hogar del baloncesto aragonés se ponía en pie para aplaudir a una de las suyas, marcado en esta ocasión por un bonito mix de colores y aficiones. Aunque fuera con otra camiseta, el espíritu y legado de Pilar Valero, encargada de abrir camino junto a tantas otras generaciones, también vive en estos detalles.

Minutos más tarde, las miles de personas congregadas en el pabellón latieron al ritmo de su equipo. El conjunto de Carlos Cantero ha creado una conexión única, especial y maravillosa con el público. Los taxistas hablan de ellas, los niños se compran sus camisetas y la comunidad al completo reserva siempre varios huecos cada semana para ver por la TV o en directo a este grupo de jugadoras que no quiere dejar de soñar. Porque esta vez, además de querer, pueden. Lo han hecho ya varias veces esta temporada. Mirar a los ojos a los grandes en casa, a un partido, no es una quimera. Es la realidad. Y ayer se ganaron la oportunidad de volver a demostrarlo tras ganar a Araski (71-50).

Todas esas jugadoras, que aplaudían y se emocionaban mientras la camiseta de Pilar Valero ascendía a lo más alto, representaron de manera fiel y precisa todo lo que ella forjó. No por la victoria, sino por la forma de conseguirla. Con rasmia. "La hemos tenido presente siempre. Hemos llevado su camiseta a veces en los calentamientos y las jugadoras la siguen trayendo a los entrenamientos", afirmaba Carlos Cantero.

Con Leonie Fiebich y Markeisha Gatling a los mandos, las rojillas consiguieron el segundo billete para las semifinales de la Copa de la Reina. Mariona Ortiz bailó sobre la cancha un día más, Helena Oma se hizo grande desde la línea exterior y Vega Gimeno volvió a alzar su puño al cielo zaragozano. Esta sí, señal inequívoca de que todo iba bien para las rojillas. Tan bien, de hecho, que no sólo dio tiempo a homenajear el pasado y disfrutar del presente en ambas eliminatorias, sino que el futuro también dispuso de su espacio. Y de qué manera.

Una vez la eliminatoria quedó resuelta, los focos se centraron en Leyre Urdiain, canterana de Casademont Zaragoza. El público se volcó con su joven guerrera. Y en la primera que tuvo, no se lo pensó. Se levantó, lanzó el triple y, antes de que atravesara la red, su sonrisa lo decía todo. Llegados a ese punto, el resultado del lanzamiento era lo de menos. Porque la fiesta que había comenzado Ouviña, llegaba a su fin con Urdiain. El presente y el futuro de Aragón, sin olvidar nunca el pasado, más presente que nunca en esta tarde de jueves que se cerraba con una preciosa unión entre aficiones bajo los cánticos de "A-ras-ki, A-ras-ki". Al final, siempre es así. Cuanto más amor das, mejor estás.