La Copa ACB es más espectacular que el espectáculo del All Star de la NBA
La Copa ACB celebra su 40ª edición en Badalona, tierra de la Penya y uno de los santuarios del baloncesto español. Por delante, un fin de semana largo para que los amantes del mejor baloncesto patrio disfruten de una competición excelsa por sus jugadores, intensa por su formato y única por su afición. Yo la disfruto como si fuera la mejor del mundo.
Ya en lo deportivo destaca por encima de muchas otras: se enfrentan los siete mejores equipos de Liga Endesa del momento y la mejor formación de la ciudad que lo alberga -cuando hay equipo ACB en ella-. Da la casualidad que este año el anfitrión es el Joventut, que por clasificación participaría, así que es una de esas ocasiones en la que los locales no van solo a "vivir la experiencia" sino que buscan vivir la celebración.
Todo lo que puede ocurrir en un torneo de baloncesto, en la Copa se concentra en cuatro días, y esta temporada -¿por fin?- no habrá posibilidad de repetir por enésima vez la final Real Madrid-Barcelona, pues de superar sendos primeros choques ambos se encontrarían el sábado en semifinales. Esta edición los blaugranas podrían empatar en títulos coperos con los merengues -el Real Madrid lleva 28-. Sin embargo, no son los únicos clubes convocados en Badalona que saben lo que es ganar el torneo del KO del baloncesto español: Joventut Badalona (8), Cazoo Baskonia (6), Unicaja Málaga (1) y Valencia Basket (1) cuentan con algún entorchado en su vitrina. Los otros dos, Gran Canaria y Lenovo Tenerife, todavía no lo han conseguido, pero aportarán un derbi canario de gran altura y diferente uso horario el viernes.
No me queda duda de que a día de hoy, la Copa es más espectacular que el espectáculo del All Star de la NBA. No es un fin de semana de estrellas que compiten por ver quién protagoniza más pósters, encesta a mayor distancia y defiende menos que un antivirus descargado en el eMule. Y si eso es lo que queréis, enhorabuena, ese mismo fin de semana retransmiten la reina de las pachanguitas -con jugadores increíbles, eso es verdad-. En el torneo español sí encontraréis tensión competitiva porque es un título valioso en juego y porque puede pasar de todo: si no que se lo digan al Valencia que en 1998 -tiempos de Pamesa- debutó y salió vencedor. Tal es el éxito de la Copa, que todos los años llegan rumores sobre las intenciones de la NBA de copiar el formato, al igual que hicieron con la burbuja de L'Alqueria en plena pandemia. Aunque, como siempre que hacen un remake cinematográfico que logra más premios y taquilla que la película original, le dieron su toque al celebrar el campeonato en la tierra de Mickey Mouse. Me cuesta imaginarme el Parque Warner de Madrid como escenario de la Liga Endesa pero, de ser posible...
Quizá lo único que le falta a la Copa del Rey de baloncesto es un espectáculo en el descanso de la final a la altura de la diosa inexpresiva que es Rihanna y que iluminó la última Super Bowl hace unos días. Visto lo que sucedió con Alaska y Mario Vaquerizo en la de fútbol… ¡Mejor no forcemos la máquina, por favor!
A falta de gigantes shows musicales, en la Copa se forjan las leyendas. En la de 2001 de Málaga, Aíto García Reneses se frotó las manos con el joven y delgaducho pívot barcelonés que conquistó el MVP: por la cabeza se le pasó que Pau Gasol podría acercarle a levantar la ansiada Euroliga… solo la NBA podía entrometerse en su camino -spoiler: lo hizo-. Una vez el MVP se lo llevó un jugador derrotado en la final, era Rudy Fernández en Sevilla 2004, cuando todavía hacía alley-oops en Badalona. En 2019 Laprovittola -antes de ser Laprovittola y ante su futura exafición en el Palacio- firmó la mayor valoración de la historia: 50. También se forjan los lemas: como cuando en la de 2017 medio Buesa Arena le gritó a los árbitros que lo de Llull "era campo atrás" y la protesta acabó convirtiéndose en santo y seña de un madridismo que salió victorioso.
Pero lo que más me enamora de la Copa es que el 'sexto jugador' se convierte en el verdadero corazón de la competición. ¿Os imagináis que no hubiera fan zones separadas para la final de la Champions? ¿Podrían haber convivido en paz los aficionados del Liverpool y Real Madrid en la última final? Ya os lo adelanto: No. En la Copa de ba-lon-ces-to lo habitual es ver camisetas de distintos escudos mezcladas en corrillos de gente llegada de diversos puntos del país que solo quieren pasarlo bien, labrar nuevas amistades, y a ser posible, que su equipo levante el trofeo el domingo. Alguno/a liga, dicen. Eso sí, atentos que esto es importante: no le pidáis matrimonio a vuestras parejas con todo el Palau Olímpic de testigo. Por estadística ya toca que a alguien le salga un "no" por respuesta. Dejémonos de horteradas y disfrutemos un año más de la mejor de las competiciones.