"A mi entrenador en el Barça no le gustaba que sacara canciones, que me hiciera tatuajes, el corte de pelo..."
Màxim Esteban compagina el baloncesto con la música, mientras ejerce la función de director de marketing del CBI Elche.
Entre guitarras, tatuajes y canciones, Màxim Esteban (Barcelona, 1998) nunca se ha olvidado del baloncesto. Es su gran pasión, y eso que no tiene pocas: "Empecé jugando a basket con 4 años, cuando me mudé a L'Ametlla del Vallés, un pueblo en las afueras de Barcelona". En aquel momento, no destacó por su altura, visión de juego o sacrificio defensivo. Tampoco por su capacidad anotadora ("era bastante malillo y torpe", reconoce entre risas). Lo hizo por su altura. "Había un delegado del Barça que era de Mollet y me vio un día por allí. Se corrió la voz de que había un chico muy alto que jugaba de vez en cuando a basket y me llamaron. Yo tenía 11 años", explica sobre cómo se fraguó su llegada a La Masia.
Sus primeros años como culé se resumen en taxis: "El Barça nos ponía un servicio de taxis para que nos recogiesen y nos llevasen a casa a los que no éramos de la zona". Poco después, su familia se mudó a Sant Joan Despí, su hermano Álex también fichó por el FC Barcelona y su hermana siguió jugando a vóleibol. "Pasé a estar en La Masia a media jornada, lo que significa que yo estaba ahí, comía ahí y hacía todo ahí menos dormir. Todo adquirió ahí una magnitud mayor. Empiezan a aparecer los egos y te das cuenta de las diferencias entre los canteranos del equipo de fútbol y los de baloncesto", señala.
"Te choca, porque de repente te giras y ves a Messi o a Xavi y es algo normal". añade. Culé confeso, se deshace en elogios a Sergi Martínez, ahora en el Bàsquet Girona: "Era una generación muy buena. Es verdad que el Barça en ese momento fichó muchos jugadores extranjeros como Bolmaro, Rodions Kurucs o Samanic. También tiene su parte triste, porque ves cómo jugadores que eran apuesta del club van cayendo y se quedan con el camino, pero Sergi era especial, el jugador que más me ha sorprendido; por mucha competencia que tuviese, porque los que venían nuevos era como que ya tenían su plaza asegurada, ha sido capaz de mantenerse allí y debutar, que no es fácil".
"Cuando dejas de ser un crío y entran en juego los contratos, te comparas y empiezas a pensar que te queda poco allí..."
Canterano del Barça y jugador del CBI ElcheEl momento en el que aparecieron los contratos y los sueldos supuso un punto de inflexión para Màxim: "Te das cuenta de todo y empiezas a entender ciertas cosas. Dejas de ser un crío, entran en juego los contratos, te comparas, comparas lo que ganas y, en base a eso, empiezas a pensar que puede ser que te quede poco tiempo allí. Prácticamente todos los nacionales teníamos un contrato estándar, ganábamos lo mismo, que eran mil euros en aquel entonces. Pero, claro, había jugadores a los que fichaban y previamente les hacían un contrato en el que ganaban más".
Pese al cambio de chip que aquello supuso, disfrutar del baloncesto siguió siendo su prioridad, aunque detiene la llamada telefónica para contar una anécdota que todavía recuerda: "Cuando te dan el papel con lo que has cobrado, recuerdo que se me acercó un chico que había llegado nuevo ese año, me fijé y, para mí, pensé 'joder, pero si este gana tres o cuatro veces más que yo' (risas). Es un negocio".
"En La Masia se notaba mucho de qué sección era cada uno; el perfil futbolista era más 'yo soy buenísimo y cobro una pasta'..."
Canterano del Barça y jugador del CBI ElcheOtro de los aspectos que recuerda de su estancia en La Masia es la diferencia entre los canteranos del equipo de fútbol y baloncesto: "Yo lo noté, sobre todo, en los egos. Se notaba mucho de qué sección era cada uno. El perfil futbolista era más 'yo soy buenísimo y cobro una pasta', y en el basket eso no era así. Hay muchísimos egos. Venía uno de fútbol y como cobra cuatro veces más que tú, porque al final siempre había alguien que lo preguntaba y se decía, pues te das cuenta de que son más chulos. Recuerdo que nos decían que nosotros (los de baloncesto) íbamos a entrenar con la mochila preparada de casa, pero que ellos sólo llevaban las botas y les preparaban todo allí".
Integrante de la generación que consiguió la medalla de bronce en el Europeo Sub-16 de Lituania, considera que no existe falta de oportunidades, sino de continuidad: "Es complicado llegar, pero lo es todavía más mantenerse. He coincidido con jugadores muy buenos que no han llegado. Es una realidad. Hace falta un término medio. Igual es un poco el motivo por el que, por ejemplo, Aday Mara se va a Estados Unidos. Allí estás cuatro años ganando físico, compitiendo, adaptándote y te preparan para la élite. Aquí eso es difícil salvo que seas Luka Doncic. También tienes que coincidir con la persona que confíe en ti en el momento, pero es que hay tantas cosas que no se pueden controlar...".

Su salida del Barça fue complicada. Ante la pérdida de protagonismo y la falta de minutos, Màxim recibió propuestas que le garantizaban jugar más. Pero el Barça las declinó y su adiós se frustró. "No es decepción, sino pena. Yo soy culé, amo al Barça, pero en ese momento necesitaba jugar y sentirme importante. Había jugadores júnior a los que recurrir para jugar mis minutos, que en aquel momento eran pocos", recuerda. Finalmente abandonó La Masia en la temporada 19/20 para recalar en el Bàsquet Girona. Desde entonces, ha probado suerte fuera, en Suecia ("es un baloncesto distinto, muy divertido", apunta), y en diferentes equipos españoles.
La música, otra de sus grandes pasiones... y una vía de escape
Aunque el baloncesto es su gran pasión, la música siempre ha estado ahí. Siendo todavía jugador del FC Barcelona, lanzó Azar, una canción que recuerda con especial cariño: "Siempre me había gustado componer y tocar la guitarra. Me hice amigo de un productor musical que me animó a publicarla, porque siempre quise sentir esa sensación, saber qué se sentía...". Sin embargo, esa decisión no gustó al que en aquel momento era su entrenador: "Me lo puso un poco difícil, porque a uno de mis entrenadores en el Barça no le gustaba que yo subiera cosas con la guitarra, el tema de la canción, que con 18 años me hiciera mi primer tatuaje o mi corte de pelo. Bueno, no es algo del Barça o del club, sino de aquel entrenador que tuve".
Desde entonces, ha compaginado el baloncesto y la música, sin olvidarse de sus estudios. "Te das cuenta de que en categorías como LEB Plata es muy complicado vivir del baloncesto", explica. Se formó en producción musical y publicidad, y ahora, en el CBI Elche, sigue disfrutando del basket mientras también ejerce la función de director de marketing del club. De su ambición nació otro de sus grandes proyectos, HIPE Agency, que pretende ayudar a equipos de categorías menores en cuestiones de marketing, comunicación e identidad digital: "Quiero hacer entender a clubes con presupuestos menores que la comunicación es muy importante, todos los clubes necesitan patrocinadores...".
Con tan sólo 25 años, Màxim Esteban ya ha ganado un bronce en un Europeo Sub-16, compuesto varias canciones y creado una agencia que ofrece servicios de marketing y comunicación a clubes y jugadores. No ha sido fácil, pero, de entre todo lo que ha hecho, resalta la importancia del apartado mental: "Roberto Dueñas, con el que tanto mi familia como yo siempre hemos tenido muy buena relación, me dice siempre que la parte mental es muy importante". En la cancha o fuera de ella, lo tiene claro: "Me gustaría estar cerca del baloncesto siempre".