Lo que esconde la 'desaparición' de españoles en las universidades de EE.UU.: "Antes ni nos dejaban coger un regalo de los fans... y ahora les pagan un pastizal"
El número de españoles en la división I de la NCAA se ha reducido de manera considerable desde que los jugadores perciben salarios.

El debate de la NCAA y sus sueldos vuelve a estar de moda. No es la primera vez. La fuga de jóvenes talentos de las grandes canteras del baloncesto español rumbo a Estados Unidos no ha hecho sino aumentar el ruido en torno a la manera de reclutar jugadores de las ligas de desarrollo americanas. Hace unos días, BasketNews publicó que Kaspars Jakucionis, flamante fichaje de la Universidad de Illinois procedente del FC Barcelona, percibiría 750.000 dólares brutos por temporada. No es el único. En los dos últimos años, Aday Mara, Baba Miller, Jan Vide, Ismaila Diagne o Conrad Martínez son sólo algunos de los ejemplos.
Ahora, la hoja de ruta de la NCAA está clara: fichar a los mejores de las mejores canteras de España (y también de todo el mundo) y exprimir al máximo los derechos NIL (name, image and likeness) para vender su imagen a través de diferentes marcas. En castellano, tratar de convencerlos con un salario elevado, siempre y cuando el jugador sea considerado un futuro activo por la universidad en cuestión. Sin embargo, hace diez años, la situación era completamente diferente. "Les interesaban jugadores de perfil medio y utilizaban las becas student-athlete [posibilidad de compaginar un deporte y una carrera universitaria] para convencerte", explica Jorge Bilbao, ahora en el Fuenlabrada. En su caso, fichó por los UT Arlington Mavericks de Texas en 2014, siendo uno de los muchos españoles que hace diez años pusieron rumbo a Estados Unidos. Lo hicieron, todos ellos, sin formar parte de grandes canteras nacionales.
Además de Jorge Bilbao, que cambió Loiola Indautxu por UT Mavericks, también aterrizaron en Estados Unidos otros nacionales como Aitor Zubizarreta, Javier Lacunza, Adrián Carrión, Lucas Antúnez, Iván Cruz, Sebas Saiz, Jaume Sorolla, Ramón Vilà, David Ramón y Borja Fernández, entre otros. En 2014, ya sin las ligas de desarrollo sub-22 o sub-23, la NCAA pronto se convirtió en el escalón entre finalizar la etapa junior e iniciar la sénior. "Es la única opción que hay para que el jugador español de 18 años siga formándose. No hay una liga intermedia que te garantice minutos hasta llegar a la élite. Por eso muchos se desmotivan, se pierden y dejan de jugar, por falta de oportunidades reales", apostilla Jon Ander Cuadra, que pasó por los Campbell Fighting Camels de la Universidad de Campbell.
"Vemos ligas nacionales infestadas de jugadores extranjeros que no tienen nivel o que dan rendimiento igual o menor que muchos de los jugadores nacionales disponibles, lo que hace que el producto nacional se pierda por el camino y sea una liga sin identidad", añade Jon Ander Cuadra sobre las categorías de LEB Oro, LEB Plata e incluso Liga EBA, otras de las opciones que barajan los españoles una vez terminan su etapa junior.
Desde que Estados Unidos paga salarios a sus jugadores, el número de españoles en la división I de la NCAA se ha reducido de manera considerable. También ha cambiado la forma de reclutar de las universidades, buscando, ahora, hacerse con los servicios de los jugadores más destacados de Europa y no con perfiles medios que compaginen el deporte y los estudios. "El nivel de exigencia también ha subido, sobre todo en las pit majors [mejores universidades], así que ha ido acorde a la forma de reclutar a los jóvenes, porque ahora quieren llevarse a los mejores", expresa Aitor Zubizarreta, que se formó en los Pilots de la Universidad de Portland.
"Antes no nos dejaban coger ningún regalo de los fans y ahora les pagan un pastizal"
La llegada de los NIL para vender la imagen de sus jugadores a través de marcas permite a las universidades pagar a sus jugadores. El salario que perciben varía y depende de lo que generen por marcas y publicidad: "Veo genial que los jugadores cobran por publicidad y marcas porque ese dinero antes era íntegramente para universidades y entrenadores. Si un jugador genera un millón de dólares en eso es porque es un activo de valor para el equipo y la universidad, y por tanto lo merece". Así, el razonamiento parece lógico: ahora, las universidades de la NCAA prefieren "incorporar jugadores potentes porque saben que son los que les van a generar más", de ahí la ausencia de perfiles medios que, hace diez años, copaban las plantillas de la división I.
"Antes no nos dejaban coger ningún regalo de los fans o, en mi caso, de una familia española que había en Portland y ahora les pagan un pastizal", recuerda Zubi, ahora en LEB Oro. "No nos dejaban trabajar ni ganar dinero. La beca lo cubría todo, no nos gastábamos ni un duro, pero no podías ganarte un dinero extra. Antes también hacíamos promociones y esas cosas y no cobrábamos nada". agrega.
Otro de los cambios, además de en la manera de reclutar jugadores y en los salarios que reciben, llega en los estudios: antes, el SAT (selectividad americana) era necesario para recibir la beca y, ahora, "ya no piden", como explica Ramón, que se formó en los UIC Flames de la Universidad de Illinois.
El desarrollo individual, clave para elegir la NCAA
Además de recibir un sueldo fijo, otro de los puntos fuertes de la NCAA reside en el desarrollo individual de sus mejores jugadores, algo "difícil de conseguir en España", donde se busca un bien común y se prioriza lo colectivo: "Si tienes buenas condiciones y te ven con potencial, plantean un equipo en torno a un jugador y el desarrollo individual es mayor. Eso no sucede así en dinámicas profesionales en España o Europa".
Además, muchos de los ojeadores y scouts de la NBA acuden con frecuencia a partidos de la NCAA, de ahí que dar el salto a la élite se convierta en una cuestión más sencilla por mera cercanía. "Estar en la NCAA te ayuda a combinar el desarrollo individual. Además, estás más cerca de la NBA y, si les interesas, te van a decir qué mejorar o qué es lo que te van a pedir", desliza Jorge Bilbao. La figura de Luka Doncic es otra de las claves para Aitor Zubizarreta, que considera que "cada vez se busca más ese perfil de jugador europeo con buenas condiciones".

La capacidad económica de las universidades ("en Europa no pueden ofrecerte eso"), sumada al desarrollo individual y los lujos propios de la NCAA (viajes en avión, instalaciones, trato...), convierten el baloncesto formativo estadounidense "en la mejor opción para los jóvenes, sobre todo y ahora para los mejores y más destacados". Hace diez años, cuando varios españoles militaban en diferentes equipos de la división I de la NCAA, también era la mejor solución, aunque esta vez por un motivo diferente: "Te asegurabas un gran nivel académico (normalmente dobles grados), aprender un idioma vital como el inglés a un nivel nativo y experiencias y amigos que se quedan de por vida aparte del baloncesto".
La importancia de los 'two way deals'... y el día a día
No afecta de manera directa a la NCAA, sí a la NBA, pero los contratos duales (two way deals) se han convertido en decisivos para persuadir a los talentos más prometedores del panorama europeo. Este tipo de contratos permiten a los jóvenes combinar una franquicia de la NBA y un equipo de la G-League, un escalón por debajo. Entró en vigor en la temporada 17/18 y se trata de un híbrido que, por ejemplo, ya ha probado Usman Garuba.
Así, los jóvenes se aseguran minutos, ya sea en el equipo de la NBA o en el de la G-League, y "más oportunidades" gracias a los contratos duales y la posibilidad de alternar dos equipos. El día a día, ya sea en la NCAA o en la G-League, "es de jugador profesional": viajes en avión organizados por las propias universidades, instalaciones "muy potentes, mejores que las de los grandes de Europa" y un trato inmejorable. "Tienen al atleta que estudia en alta consideración, porque saben que compaginar los estudios y el deporte no es sencillo".
"El salto que hay de categoría de formación a sénior es importante... y también muy difícil"
"El salto que hay de categoría de formación a sénior es importante... y también muy difícil", coinciden Aitor, Jorge y Jon Ander. Todos ellos se formaron en el baloncesto formativo estadounidense y compitieron en la división I de la NCAA hace diez años, antes de la llegada de los NIL y de la profesionalización de una liga que, ahora, 'pesca' en las canteras de Barça y Real Madrid. "Después de terminar en Estados Unidos me costó adaptarme a LEB Oro", señala Aitor Zubizarreta, que lleva siete años compitiendo en la segunda categoría del baloncesto español.
"El mayor problema que veo es que en equipos de LEB te piden implicación máxima y disponibilidad máxima pero el reporte económico y condiciones son de vergüenza", zanja Jorge Bilbao, que repetiría su experiencia en Estados Unidos, pese a que ahora las universidades recluten jugadores de manera diferente a como lo hacían antes, hace diez años.
Poco o prácticamente nada queda de la manera de reclutar de las universidades que, de 2014 en adelante, posibilitó que más de diez jóvenes españoles aterrizasen en el baloncesto formativo estadounidense. Ahora, con los NIL y la profesionalización de la competición, "hay que ser realistas y entender que buscan otro tipo de cosas".