OPINIÓN

El fin de la era Ataman

Ataman, en una imagen de archivo con la selección turca. /ARCHIVO
Ataman, en una imagen de archivo con la selección turca. ARCHIVO

"Todo cambia, nada permanece". Cuando anoche se consumó la derrota de Anadolu Efes -con lo que eso acarreaba- me vino a la mente esa clase de Filosofía en Segundo de Bachillerato en la que nos enseñaron el principio de Heráclito de Efeso con el que arranco estas líneas. Y más que por el juego de palabras con el nombre del equipo y el del filósofo, fue por lo que significaba. La derrota de Efes ante Fernebahçe era la consumación del fin de una era que, si os digo la verdad, nunca creí que llegaría. Porque si algo había dejado claro Ergin Ataman es que él era capaz de cualquier cosa… hasta ahora.

Ni su equipo, Anadolu Efes, vigente campeón -y bicampeón- de la Euroliga jugará los playoffs europeos este año, ni su selección, Turquía, estará en el Mundial 2023 -algo que es la primera vez este siglo que sucede-. Y todo ha pasado en poco más de un mes, pero se venía vislumbrando desde hace un tiempo atrás.

Ergin Ataman es de esas personas carismáticas a las que no les importa qué piensan de él. Y del mismo modo se muestra en los banquillos. Da igual lo que se diga, porque la última palabra va a ser suya. Da igual que tenga que enfrentarse a uno de sus jugadores o a quien haga falta, que si tiene que hacerlo para demostrar que manda él, lo hace. Pero eso, a veces, crea ciertas fricciones que al final terminan por estallar. Le pasó con Larkin, que no dudó en criticar públicamente en redes sociales lo "poco" que había jugado. Y le pasó con Micic cuando el jugador no recibió el permiso para jugar con Serbia el choque en el que, precisamente, se enfrentaban a su Turquía. Y le pasó ayer, cuando antes de que acabara el partido, en mitad del naufragio fue el primero en saltar de un barco en llamas.

Lo cierto es que la relación del técnico con el banquillo de un Efes lleno de estrellas y nombres propios llamados a brillar, valga la redundancia, ha brillado por su ausencia. Las cosas no iban bien y eso se notaba en la pista, aunque se disimulaba en muchas ocasiones. Porque al final tener tanto nombre propio en un vestuario ayuda a evitar, o más bien retrasar, el desastre. Las cosas como son. Si bien, en una liga tan competida como la europea, eso no es suficiente. Así se ha visto y así se comprobó este Jueves Santo en el que, como si de una metáfora se tratase, Ataman salió crucificado.

El técnico, que estaba en entredicho por no haber logrado la clasificación del país al Mundial del próximo verano, estaba señalado por propios y ajenos. ¿Cómo era que el Efes no estaba empatado en la cabeza de la clasificación? Nadie lo entendía. No al menos si uno miraba la plantilla. Pero bueno, podía pasar. Lo que sí que no creíamos ninguno es que íbamos a vivir unos playoffs sin el vigente campeón. No había pasado nunca, desde que el formato de la competición es el actual. ¿Cómo no iba estar el vigente campeón en los playoffs? Era impensable. El equipo que era la némesis de los españoles, el que daba igual qué hiciera en temporada regular, que luego se metía en los playoffs y se acababa plantando en la Final Four y hasta a veces la ganaba; el que este año tenía oportunidad de hacer historia y conseguir su tercer título consecutivo... ¿De verdad que no vamos a verlo en los playoffs? Pues no. Y tampoco lo verá Ataman, como tampoco hizo con el final del partido.

Cuando Fenerbahçe comenzó a subir de revoluciones a falta de algo más de dos minutos y empezó a hacer un parcial de esos que hacen daño algo hizo clic… y para mal. En ese momento, los más escépticos empezamos a creer en la posibilidad de que Efes se quedara fuera. Y entre ellos también se encontraba un Ataman que directamente no quiso ver el resultado final.

A unos treinta segundos para cerrar el último cuarto, Itoudis, cuyo equipo iba ganando de casi 20 puntos, pide un challenge que termina por dinamitarlo todo. Los árbitros habían dado la posesión al Efes, aunque lo cierto es que no la merecían. Y el técnico de Fenerbahçe, a sabiendas de que en caso de cuádruple empate en la clasificación, necesitan del average general para superar a sus rivales, no dudó en solicitar una revisión que le dio la razón y que hizo a Ataman abandonar el banquillo. Eso sí, primero le dio la mano a su homólogo y después, se fue dejando a sus jugadores con más de 30 segundos aún por disputarse, a su cuerpo técnico y a la afición que seguía sin creerse lo que veía. El capitán del Titanic no solo no se quedó junto a la orquesta en el naufragio, sino que abandonó el barco el primero.

El 28 de febrero, Ataman dijo adiós al Mundial tras caer contra Serbia y echó balones fuera culpando al formato de las Ventanas FIBA, a las que, por cierto, volvió a no dar permiso a Micic para evitar que se enfrentase a los suyos. Ayer, Ataman se despidió siendo Ataman. Y aquella acción fue la imagen que pone fin a una era. La de Ataman y el Efes, ese lustro de relación que se dio una segunda oportunidad en 2018 tras aquel primer intento que duró dos años una década atrás.

La sombra de la duda pasó de ser alargada a puntiaguda y ha terminado por clavarse en un técnico que nunca dejó indiferente con su actitud. La falta técnica, que casi era un habitual en sus partidos, se tornó en ausencia y la imagen del banquillo de Efes, sin su técnico, seguramente en premonición. La rueda de prensa posterior dejó claro que, aunque cara a cara no había tenido ninguna cita con el Panathinaikos, sí que había habido una oferta. Y dadas las circunstancias es probable que la acepte. Porque su idilio con el Efes ha terminado, pero no, no lo hizo ayer. Lo hizo hace meses, cuando la relación con la plantilla y, sobre todo, sus estrellas, se apagó como ayer se le apagaron las ideas.

"Todo cambia, nada permanece", dijo Heráclito de Éfeso. Y en los banquillos de baloncesto, más aún. En Efes está sentenciado. Veremos si ocurre también en la selección.