Campazzo se viste de líder y el Real Madrid ya acaricia la Final Four

Todo apuntaba a que iba a ser un duelo bastante diferente al del martes. Más que nada, porque Baskonia sabía perfectamente que irse con un 2-0 al Buesa Arena es un peligro excesivo ante un equipo con un físico y una confianza tan imponente como el blanco. Y lo cierto es que fue así. El conjunto de Dusko Ivanovic dio ese paso al frente que necesitaba desde el inicio, arrancó con más intensidad y estuvo enganchado al partido durante prácticamente los cuatro cuartos. Pero el Real Madrid de las grandes citas es capaz de cualquier cosa. Y lo hizo.

Con un Facundo Campazzo a un nivel descomunal, con Vincent Poirier mostrando poderío en la pintura y matando cada bola que tenía... al igual que Yabusele, y con un Tavares que volvió a demostrar que el gigante de Cabo Verde sigue muy presente, los de Chus Mateo supieron sacar más rédito del juego que Baskonia. Que aunque peleó hasta el final, no pudo finalmente hacer nada. La eliminatoria se va 2-0 a Vitoria para los blancos.

Lo del último mes y medio del Real Madrid fue un espejismo. Porque si ya el martes había dejado claro que el ADN blanco, ese que sale en las grandes citas, está intacto, este jueves ha vuelto a hacer lo mismo. Con algunas imprecisiones al inicio que le obligó a remontar un 6-0 de Baskonia, sin poder bajar el juego a las revoluciones que hubiera preferido durante gran parte del duelo y con algunas jugadas que buscaban más la floritura que el aro, pero con una intensidad y un físico absolutamente descomunal ante el que Baskonia al final no pudo hacer nada. El estado de forma del equipo blanco es impresionante. Y pocos equipos ahora mismo tienen ese nivel y esa creencia en sí mismo. Y posdata: volvieron a hacerle la misma del martes a Markus Howard y lo dejaron en sólo 12 puntos.

La realidad es que para competir de tú a tú en un partido como este, Baskonia necesitaba que algunos de sus jugadores diese un paso al frente. Sobre todo, después de lo visto el martes. Y la realidad es que lo han hecho. Un claro ejemplo de ello ha sido Vanja Marinkovic. El escolta serbio se echó el equipo a la espalda, siendo el líder en ataque durante la primera parte y peleando bastante bien en las defensas. Esa actividad que necesitaban y que tanto pedía Dusko Ivanovic en la previa regresó a Baskonia. Y lo cierto es que Marinkovic, que en las últimas citas de Baskonia no me había terminado por convencer, esta vez ha sido el abanderado de ello.

Inteligencia a raudales, trabajo incansable, un talento descomunal y un carácter apabullante. Lo de Facundo Campazzo se queda sin calificativos. Porque si tenía que repartir juego, ahí estaba. Si tenía que pelear los rebotes, ahí estaba. Si tenía que tirar de muñeca desde el exterior, por mucho que se le pusiera Matt Costello delante, con la patente diferencia en altura, le daba exactamente igual y la enchufaba. El partido de Campazzo ha sido absolutamente excelso. De esos a los que él acostumbra, pero que hacía algún tiempo que no terminaba de encontrarse tal que así. Y qué bueno es eso para el Real Madrid.

Es el rey de triples de la Euroliga y así se lo hizo saber el WiZink Center y su club con ese homenaje en el que el presidente del Real Madrid, Florentino Pérez, le hizo entrega de una camiseta con ese 624 con el que el martes estipuló el nuevo récord. Pero, ¿para qué están los récords? Para romperlos. Y así lo dejó claro el de Mahón. Aunque sea en este caso para ampliarlo. Porque a Sergio Llull no le tembló la muñeca a la hora de tirar de tres. Tanto fue así, que, de hecho, cada vez que Chus Mateo lo metía en pista, Dusko Ivanovic rápidamente activaba a Markus Howard. Triple vs triple y un uno contra uno para enmarcar entre ambos. En definitiva, baloncesto.

Tenía que mostrar más intensidad, aguante, controlar mejor las emociones... Y lo hizo. Fuera cual fuera el marcador. Porque la realidad es que la sensación que dejó el Real Madrid desde el inicio fue de ese equipo arrollador, algo desbaratado en ataque, buscando quizá más la floritura y con mucho uno contra uno, pero machacando el aro cada vez que tenía oportunidad, con un Facu descomunal y un Llull con la muñeca caliente. Pero ni por esas, Baskonia se descolgó del partido. Al menos los tres primeros cuartos, los cuales fueron de absoluta resiliencia, sin venirse abajo y creyéndose que podían seguir en el partido. Y eso es justo lo que pedía Dusko Ivanovic. Y es de recibo reconocerlo.