Ni en la Euroliga son unos paletos ni nadie tiene que pedir perdón por sacar a Mendilibar en una videopantalla

La escena no tiene nada de estrambótico, al menos en Europa: durante el primer partido de los playoffs entre Olympiacos y Real Madrid, la realización decide enfocar a José Luis Mendilibar y la imagen del entrenador vasco se proyecta en el videomarcador para algarabía de todos los aficionados. Mendilíbar, campeón de la Europa League con el Sevilla y de la Conference League con la sección de fútbol del equipo griego, es uno de los grandes ídolos de la afición y acaba de llevar al Olympiacos a su primer título de liga desde 2022 tras un auténtico paseo militar. El protagonismo es más que merecido.
Sin embargo, la imagen, que en el fondo representa el reconocimiento al éxito deportivo, ha sido utilizada por varias cuentas de X para mofarse de la Euroliga. En un tuit particularmente hiriente, aparece Mendilíbar y su presencia se compara con la de Sydney Sweeney o Drake, habituales de los partidos de la NBA. Se entiende que hay que pensar que vaya cutres los de la Euroliga que lo más glamuroso que pueden presentar es a un entrenador de 64 años.
El mensaje es un tanto perverso. Obviamente, la Euroliga no va a contar con grandes estrellas mediáticas en sus partidos… porque el baloncesto no tiene la importancia en nuestro continente que sí tiene en Estados Unidos. Y no pasa nada. Cuando alguna estrella de Hollywood o algún cantante de éxito viene a alguna capital europea, lo normal es que le lleven al fútbol y le den una camiseta con su nombre. De hecho, pasa incluso con estrellas de la NBA.
Dicho esto, la competición no es mejor ni peor porque esté Drake o esté Mendilíbar en la grada. Ni siquiera hablo en términos deportivos, sino puramente económicos o, si se quiere, de calado entre la afición. Poner el pasado Olympiacos-Real Madrid como un ejemplo de cutrez es un ejercicio de paletismo absoluto. Fue un muy buen partido, entre dos muy buenos equipos con una rivalidad que data como mínimo de 1995… y el pabellón estaba lleno hasta la bandera de gente que animaba y no iba ahí a posar para las cámaras.
Nuestros futbolistas son sus actores
El problema es que el mensaje cale, porque a veces los dirigentes europeos se ponen nerviosos y empiezan a hacer cosas raras. El problema, en definitiva, es que alguien piense que hay que llevar a famosos que entiendan más o menos de baloncesto para poder decir "boh, qué bien nos va que viene a vernos hasta Harry Styles". Sería un error. En Europa, el deporte es un mundo más bien cerrado y autorreferencial. El glamur lo ponen los títulos, nada más. El resto son espejismos que no suelen ser bien recibidos.
Aparte, el baloncesto europeo sí que tiene sus estrellas invitadas. El asunto es que, como en el caso de Mendilíbar, suelen venir del fútbol. No lo digo como algo positivo ni negativo. Supongo que hay algo de las dos cosas. De entrada, la excesiva dependencia de buena parte de clubes -prácticamente, todos los de élite, salvo quizá el Efes Pilsen turco- es peligrosa para la viabilidad de estas secciones, siempre al amparo de que entre un dinero que no generan por sí mismas.
Por otro lado, los futbolistas que hayan decidido ir ese día al partido cumplen con la cuota de celebridades que vender a las televisiones. Las cámaras los buscan y generalmente los encuentran porque el propio club se encarga de colocarlos donde sean bien visibles. Ojo, no estoy diciendo que esto sea postureo sin más: también es una manera de representar una marca. El Fenerbahce, el Panathinaikos, el Olympiacos, el Mónaco, el Real Madrid o el Barcelona son enormes transatlánticos financieros y entramados personales complejos. Es bueno que todos remen en una buena dirección y da una gran imagen de unidad de puertas para afuera.
¿Sydney Sweeney? A mí, ponme una de Sigalas
Entiendo la tentación de convertir el deporte europeo en una hoguera de las vanidades. De alguna manera, sigue la creencia tan americana de que "el dinero llama al dinero", es decir, que si los ricos consumen mi producto, yo me haré rico también, va en contra de décadas de cultura deportiva. Y no veo nada de lo que avergonzarse en esa cultura que es también una cultura del éxito. Tal vez, como mucho, dice algo del público que va a este tipo de eventos a ambos lados del océano: el estadounidense puede entender el partido como un espectáculo y es raro que el europeo no se pase el encuentro mirando el marcador mientras se muerde las uñas.
Ser más competitivo, o pretender serlo, en rigor, no debería hablar mal de una competición deportiva o de una manera de entender el deporte. Además, si quieren que les sea sincero, no tengo ni idea de quién es Sydney Sweeney, así que, si me la ponen en una videopantalla, pues no me va a decir nada. Eso sí, que prueben a ponerme a Fassoulas o a Sigalas. Ahí, ya verán como hasta yo me levanto de mi asiento y dejo las palomitas a un lado.