El playin y la delgada línea entre el éxito, la obsesión, el show y el rescate a la mediocridad

Vayan por delante dos cosas. La primera es que este texto está escrito antes de que Real Madrid o Barça Basket sepan su posición final en la fase regular de la Euroliga, así que no tiene que ver con los colores. La segunda es que quien escribe estas líneas no es el clásico perfil de periodista al que aterra todo tipo de cambio. Más bien, al que le apasiona reivindicar lo novedoso, lo alternativo, la evolución de las competiciones. Sin embargo, este invento conocido como playin no es para nada de mi agrado, pese a que ya está más que instaurado entre el público general. Fijaos si no merece la pena que cada persona lo escribe de una forma diferente, sin que se haya llegado a un acuerdo común de cuál es la forma correcta. Algo que habla por sí solo.
En una de sus largas madrugadas, un servidor escuchaba el extraordinario podcast Mínimo de Veterano, que volvió a hablar con el idioma de la verdad. En la Conferencia Oeste de la NBA hay varios equipos que se están peleando por evitar la novena y la décima plaza, precisamente las que dan acceso al playin. El playin molesta. Intentar clasificarse molesta. Hablamos de Sacramento Kings, Dallas Mavericks, Phoenix Suns y Portland Trail Blazers. Especialmente llamativo es el caso de los Mavs y de los Suns. Son dos equipos que no quieren ganar partidos, que saben que no van a llegar a ninguna parte en el playoff y a los que les interesa muchísimo más tener opciones de rascar algo mejor en el Draft que optar a este experimento llamado playin.
El playin, salvo excepciones contadas, es una forma de salvar a la mediocridad. Al menos allí. Hablando exclusivamente de la NBA, tras 82 partidos el baloncesto ha puesto a cada uno en su sitio. Es cierto que el que se queda a una victoria le reconcome la rabia, pero acaso le dieron un anillo de consolación a los Warriors en el año del tapón de LeBron y el triple de Kyrie Irving, por poner uno de mil ejemplos. Así es el deporte. ¿Es más justo salvar a un 'mediocre' que poner en riesgo la gran labor del séptimo y del octavo?
Me confirman que a la persona que ha hecho esto le han dado vacaciones 6 meses, decisión respaldada por Euroliga, FIBA, NBA y Donald Trump.
— Carlos Sánchez Blas (@blasradio) April 10, 2025
Héroe @IgorPetrinovic.https://t.co/uS6BFuWO3C
La Euroliga es algo diferente. En primer lugar porque se disputan 34 partidos en lugar de 82, lo que da lugar a una mayor igualdad y, por tanto, una mayor frustración por quedarse fuera por un único triunfo o por detalles minuciosos, sin la mayor importancia. En segundo lugar porque en la NBA hay un premio paralelo a no conseguir la clasificación, que es entrar en la lotería del Draft y tener por tanto más opciones de conseguir a uno de los grandes talentos del futuro. En el baloncesto europeo, quien cae, cae, sin opción a nada.
Pero el playin no deja de ser un invento que, de repente, tras un año entero de competición, juzga a los equipos a 40 minutos. Luego las eliminatorias de playoff de Euroliga, a cinco partidos, dejan batallas sin cuartel, epopeyas y un firme reconocimiento a la justicia deportiva. La Final Four vuelve a contar con la misma problemática, pero ya entrega a sus participantes un importante botín, la gloria y un fin de semana de fiesta baloncestística sin igual. Meter ese factor riesgo tanto tiempo antes tiene una difícil justificación deportiva, más allá de la ferviente obsesión del mundo del deporte de meter más partidos. Y más. Y más. Y todavía más.
El playin llega como un túnel del terror. Tras todo un año batallando, la vida o la muerte en 40 minutos. El triunfo de la circunstancia y no de la continuidad. Todos lo quieren evitar, excepto los que están abajo, que lo ven como un sinónimo de cambiar sus malos resultados por una oportunidad. Esto pasa en la Euroliga, porque en la NBA casi que prefieren agachar la cabeza, bajar los brazos y a ver si suena la flauta y Cooper Flagg.
Por supuesto que hay cosas buenas. Tanto que si no hubiera, este artículo ni siquiera existiría. Todo el mundo está ahora pendiente de quién se mete séptimo, que quién es octavo, que calculadora, que si cuentas por aquí y por allá, que si desempates... Emoción hay y veremos los partidos ojipláticos, claro, un picante más para las citas finales, ¿pero acaso no habría el mismo si esto no existiera y la pelea fuera por clasificar del octavo para arriba? Esto contenta a los de segundo plano, otra forma de reconocer que cuantos más entren en el reparto del pastel, menos voces discordantes habrá.
En resumen, parte de la obsesión desmedida por la emoción, porque no haya un partido normal, porque todo sea la hostia, una barbaridad, qué tensión. No deja de ser, en cierta forma, desvirtuar la naturaleza de la competición, sobredimensionar el deporte. No nos vale con la normalidad, con disfrutar del baloncesto europeo en su máximo esplendor, sino que tenemos que siempre ir un paso más allá. Escucharás muchísimo el concepto playin en los próximos días, quizás hasta ahora no te suene familiar. Aquí una opinión sobre ello.