La intrahistoria del día que España se atrevió a tutear al Dream Team: "Tenían cara de 'estos nos la van a liar"
Se cumplen 15 años de la final olímpica de Pekín y el que para muchos ha sido el mejor partido de baloncesto FIBA de la historia.

Yakarta.- El 24 de agosto de 2008 España entera se puso el despertador a las 8 de la mañana. Unos madrugaban en plenas vacaciones en la playa y no precisamente para coger sitio en primera línea en la arena. Otros llegaban a casa directamente de alguna fiesta estival y con la alegría desbordada de una noche sin dormir. El sueño, en esa ocasión, no tenía cabida para los millones de aficionados al baloncesto que se dieron cita frente al televisor para disfrutar de la segunda final olímpica en la historia de España. E igual que había sucedido 24 años antes el rival era la todopoderosa selección de Estados Unidos.
Sin embargo, en esta ocasión, la distancia entre ambas selecciones ya no era tan sideral como entonces. Ni siquiera como había sido unos días antes en el choque de la fase de grupos donde Aíto escondió sus mejores cartas por si se volvían a ver las caras en los partidos decisivos del torneo. Y no falló el técnico madrileño. Aquella mañana en España, noche en el Wukesong de Pekín, apenas unos milímetros separaron a ambos equipos. España salió sin complejos y por primera vez en su historia se permitió el lujo de tutear a un equipo en el que figuraban nombres como Kobe Bryant, LeBron James, Dwyane Wade o Carmelo Anthony. La creme de la creme del baloncesto estadounidense, reclutada para recuperar el orgullo perdido cuatro años antes frente a Argentina.
A punto estuvieron de no completar la misión por culpa de una España que dejó una imagen y un partido para la historia. De hecho, esa final olímpica está considerada por muchos como el mejor partido de baloncesto FIBA de todos los tiempos. Y los jugadores españoles lo sabían. Eran conscientes de estar ante una cita especial, como recuerda José Manuel Calderón, que tuvo que ver un encuentro para la historia desde el banquillo por culpa de una lesión : "Yo creo que era una posibilidad. Sabíamos que estaba cerca pero también éramos conscientes del nivel del rival, de todas las estrellas que tenían. Sabíamos que teníamos que hacer el partido perfecto y eso lo teníamos claro desde el principio".
"Igual no hablamos de que la posibilidad de ganar era real, pero sí empezamos a tener constancia en sus caras de tensión"
Ese inicio no se dio en la cancha. Estuvo en el vestuario. Y la mejor forma de dar comienzo a una noche histórica era envolverla en un halo de normalidad. Eso fue lo que intentó hacer Aíto horas antes del choque, como recuerda Berni Rodríguez: "Una de las características de Aíto más importantes en todos los sentidos es normalizar el partido y todo lo que significa, más allá de que fuera una final. No importa el rival, importas tú mismo. La charla fue por ahí. Ir a un partido más, si es que eso era posible. Lo que buscó fue quitar un poco de presión".
"La imagen de Navarro haciendo pasos a propósito también ha quedado para la historia para enseñar que estábamos jugando con un reglamento y que ese reglamento había que respetarlo"
El técnico madrileño, que tras la plata conseguida ante Estados Unidos dejaría su cargo como seleccionador dando paso a la primera etapa de Sergio Scariolo, contagió ese afán por normalizar a sus jugadores. La plantilla no cambió ninguna de sus rutinas que tan buen resultado les había dado hasta ese momento. "Nosotros teníamos nuestra rutina establecida en la que encontrábamos confianza, con nuestra música, nuestros gritos, nuestros corrillos. No recuerdo nada especial. Afrontamos todo siendo conscientes de la importancia del choque, pero dentro de nuestros mismos hábitos y nuestras mismas rutinas, que es donde encuentras confianza de cara a la competición", apunta el capitán de aquel equipo Carlos Jiménez.
España y las caras de los estadounidenses
La presión se quedaba en el vestuario. Ni siquiera el abultado resultado a favor de Estados Unidos en la fase de grupos (82-119) mermó el ánimo de los españoles que salieron con el cuchillo entre los dientes. Sabían que estaban ante una oportunidad única. "Era un partido único. Aparte del propio hecho de estar jugando la final olímpica con Estados Unidos, en mi caso particular estaba el hecho de que era mi primera y única medalla olímpica y que se convirtió en mi último partido oficial con la Selección", recuerda Jiménez. Mientras que Calde apunta a la mentalidad con la que salieron a la cancha: "Sabíamos que podíamos hacerlo y cuáles eran nuestras bazas. Esa era la idea y la clave desde el principio y la frase más escuchada era 'Vamos a ser nosotros'".
Y eso es lo que hizo España. Ser el equipo que había sido durante todo el torneo, sin perder la cara al choque en ningún momento, aguantando los arreones de Wade y Kobe hasta llegar al descanso con 'sólo' ocho puntos de desventaja y la sensación de que todavía quedaba mucha final por jugarse. "Igual no hablamos de que la posibilidad de ganar era real, pero sí empezamos a tener constancia en sus caras de tensión" rememora 15 años después Carlos Jiménez. "Esas caras, esas expresiones que tienen llegado determinado momento sí las recordamos. Eran caras de decir 'oye, que estos tipos siguen aquí y no va a ser fácil'".
La Selección aguantaba y aguantaba y no desaprovechaba la mínima ocasión para enseñar sus colmillos. Pero nada como lo que sucedió a falta de 5:15 para el final del choque Rudy cogió el balón a la altura del centro de la cancha y tras botar hacia la izquierda se deshizo de Kobe con un reverso para marcharse por la derecha. Bryant se quedó en el bloqueo de Pau y Howard fue el encargado de intentar la misión imposible de frenar al balear. Linea de fondo y mate en la cara de uno de los mejores defensores de la NBA. Con falta incluida.
"Eran momentos en los que no nos sorprendía nada. Ni siquiera el mate de Rudy porque estábamos acostumbrados a eso y a muchas otras cosas"
Una locura que colocó a España a sólo ocho puntos y que levantó a todo el banquillo de sus asientos. "Eran momentos en los que no nos sorprendía nada. Ni siquiera el mate de Rudy porque estábamos acostumbrados a eso y a muchas otras cosas", apunta Calde que fue uno de los primeros en levantarse de su asiento. "Era una clara declaración de intenciones de lo que estábamos intentando en ese momento. Cuando ocurre en el partido es un subidón de adrenalina y te refuerza en muchos momentos", afirma el capitán Carlos Jiménez.
Precisamente el alero madrileño fue el protagonista de otra jugada para el recuerdo. A falta de 2:27 un triple suyo ponía a España a cuatro puntos. Segundos después Wade respondía en el aro contrario. "Los estadounidenses pidieron tiempo muerto y sus caras eran de 'cuidado, que la vamos a liar'. Nosotros nos sentíamos que estábamos en el partido y que teníamos el feeling de que podíamos ganar", dice Berni mientras hace memoria de cada segundo de aquel partido.
Un choque que terminó escapándose entre los dedos pero que dejó una imagen más cuando Juan Carlos Navarro, ya sin posibilidades de remontada, hizo pasos descarados delante de los árbitros por todos los que les habían permitido a los estadounidenses. "La imagen de Juan Carlos Navarro haciendo pasos a propósito delante de los árbitros también ha quedado para la historia para enseñar que estábamos jugando con un reglamento y que ese reglamento había que respetarlo y que en algún momento no se respetó", apunta el escolta malagueño, mientras que Calderón intenta restarle importancia: "Lo de Navarro fue la forma de dar un toque de atención a cosas que creíamos que podían haber afectado al partido, pero sin más".

Fue la última instantánea de una icónica final que pese a formar parte de la historia del deporte español, hay que recordar que terminó con una derrota. Por ello, el hecho de haber tenido al mejor equipo del mundo contra las cuerdas, no fue consuelo en un primer momento para un grupo acostumbrado a ganar. "La primera reacción tras el partido es la de la derrota. La de perder porque queríamos ganar. Fue decepción ante la derrota, pero pasaron los minutos y Carlos [Jiménez] nos dijo en ese momento que era su último partido con la Selección, fuimos a vestuarios, las caras empezaron a cambiar, empezamos a sonreír porque habíamos logrado algo histórico. Empezamos a disfrutar porque era tremendo".
"Yo me quedo con una imagen que tuve, muy bonita. Al acabar el partido yo me giro hacia los aficionados españoles con los brazos en alto y cuando me doy la vuelta veo a todo el equipo reuniéndose en el centro. Esa es la imagen que se me viene más a la cabeza, cuando ves a todos tus amigos, tu gente, tu equipo, celebrando todos juntos. Recuerdo salir corriendo y tirarme encima de ellos. Esa visión de todo el equipo unido, haciendo el corro, describe muy bien, al menos para mi, lo que era aquel grupo", sentencia Jorge Garbajosa, que pone el broche a los recuerdos de un día que cambió la concepción de que aquellos gigantes de barras y estrellas eran intocables. Algo que volverían a demostrar cuatro años después.