El último baile del otro Grimau
Jordi Grimau, el hermano del entrenador del Barça, disputa este sábado su último partido como jugador con el Sant Antoni con un claro objetivo: ascender a LEB Oro.

Cuando uno escucha el apellido Grimau, a día de hoy, la primera persona que a uno se le viene a la cabeza seguramente es el exjugador y actual entrenador del Barça, Roger Grimau. Sin embargo, este sábado el protagonismo se lo lleva el menor de esa saga de hermanos baloncestistas por culpa de su padre (Antoni), que continuó el primogénito Sergi, que amplió Roger y que ahora cierra Jordi. Y es que el pequeño de los Grimau, a sus 41 años, disputará esta tarde el que será su último partido como jugador en activo. Un duelo que marcará un antes y un después, ya no sólo por su adiós al parqué, sino porque su despedida puede ser por todo lo alto: logrando el ascenso a la LEB Oro con el CB Sant Antoni. Pero para entender toda esta historia, lo mejor es empezar por el principio.
Que el baloncesto fuera la tónica general en la casa de los Grimau no era raro. Y la culpa era de Antoni, el padre de familia que, como cuenta quien fue su entrenador, Xabier Añua, se "empeñó" en ser jugador de baloncesto. "Yo entrené a Grimau padre y era muy tímido. No era un gran jugador, pero estaba bien. Eso era cuando estaba yo en el Barça. Entonces, cuando ya lo dejé, me dijo: Javi, tú crees que puedo ser jugador y tal… Y le dije que sí, que si le ponía voluntad sí, Y que si luego era entrenador, que se preparase a fondo para eso", recordó Añua en una entrevista con Relevo. Y lo cierto es que esa filosofía de pelear por el baloncesto es algo que mamaron sus tres hijos: Sergi, Roger y Jordi.
Aunque el que más destacó fue el mediano, cuya trayectoria es más que conocida, ya que ahora suma y sigue como primer entrenador del Barça. Pero el menor, tampoco se quedó muy atrás. Jordi Grimau debutó en la élite vestido de azulgrana en el año 2001. Aunque para él, su despegue llegó en el año 2003, el primero "lejos" de su familia cuando se enroló en las filas del Gandía Basquet Atletic y, con sólo 20 años, acabó siendo nombrado MVP nacional de la LEB 2.
A raíz de ahí, llegó Baskonia (el entonces TAU Cerámica) con el que fue campeón de la Copa del Rey en 2006, año en el que quedó subcampeón de liga, y más de una década de baloncesto en la élite con Manresa, Murcia, Valladolid, el GBC o el Estudiantes. Doce temporadas de ACB para su currículum que en 2017 le hicieron recalar en Palencia, en LEB Oro, hasta que llegó la pandemia. Porque al igual que para mucha gente, el 2020 fue para él un antes y un después. El inicio de una nueva era que hoy cierra uno de sus capítulos.
En mayo de 2020, cuando parecía que había llegado su adiós como jugador en activo, apareció el CB Sant Antoni de Liga EBA. El club del que terminaría convirtiéndose en pilar, dentro y fuera de la cancha. Porque ahí le llegó la oportunidad de ser director deportivo... y compaginarlo con el seguir siendo jugador. Una dualidad hasta ahora no vista -el otro ejemplo fue el de Marc Gasol con el Bàsquet Girona, pero llegó años después- y de la que ahora se quiere despedir como Gasol: con otro ascenso.
Porque tras casi 25 año, este sábado dirá adiós a su etapa como jugador en la que ya es (y seguirá siendo) su casa, Sa Pedrera, a donde llegó para impulsar un proyecto que, a la vista está, sueña en grande y en el que no tardó en convertirse en un pilar fundamental. Y es que si por primera vez en la historia del club, el debut del primer equipo en Liga EBA llegó de la mano de Grimau, ahora, cuatro años después, su despedida puede llegar con un ascenso bajo el brazo a la segunda categoría nacional.
Un broche de oro -nunca mejor dicho- a una etapa de su vida, que lograrán si vencen por más de nueve puntos al Starlabs Morón y que haría algo más dulce ese duro paso de decir adiós... pero sólo a eso de disfrutar sobre el parqué. Porque lo cierto es que su labor como director deportivo del Sant Antoni continúa. Por eso, que hace poco reconociese en varios medios baleares que estaba "deseando de acabar, pero a la vez no quieres que se acabe", no resulta extraño. Porque aunque sea el fin de esa etapa que inició hace un cuarto de siglo, al igual que ocurre con el resto de la familia Grimau, el baloncesto seguirá siendo su día a día.