Andrés Jiménez, el hombre que cambió el baloncesto español y se convirtió en una obsesión para el Madrid: "Tenían que gastar más dinero en un extranjero, en este caso a mi defensor"
El exjugador sevillano revolucionó la posición de '4' y trajo de cabeza al conjunto blanco, que hoy realiza una nueva visita al Palau.

Charlar con Andrés Jiménez (Carmona, 1962) da para mucho. Y a fe que es así, como que hemos tenido que partir esta entrevista en dos para dar cabida a todos los temas que salen de una conversación con el hombre que revolucionó el baloncesto español y que cambió por completo los esquemas de juego tanto de sus entrenadores como de sus rivales, a los que obligaba a moverse como locos en el mercado para intentar encontrar un antídoto contra él.
En esta primera parte recorreremos sus inicios en Carmona, su llegada a Badalona, su fichaje por el Barcelona de la mano de Aíto y sus duelos con el Real Madrid, para los que llegó a convertirse en una obsesión. Igual que para él lo fue una Euroliga que acarició con los dedos en cuatro ocasiones, pero que nunca llegó a levantar. Unas veces por culpa del rival y otras por decisiones polémicas posteriormente revisadas. Aunque eso ya no sirva de nada.
Un jugador diferente que transformó el paradigma del '4' para convertirse en un '3' mientras compartía cancha con Loquillo o desarrollaba otras facetas en las que no tenía que pegarse tanto como en los entrenamientos del Barça, como son los cómics. Este es Andrés Jiménez Fernández, una leyenda muchas veces poco valorada en pos de otros jugadores más mediáticos. Pero al final todos los demás eran contingentes. Él era necesario.
Has sido un mito del baloncesto español durante décadas, pero luego saliste del radar. ¿A qué se ha dedicado Andrés Jiménez todo este tiempo?
Cuando me retiré no tenía la idea, ni sigo teniendo, de seguir vinculado al baloncesto, porque la verdad es que habían sido muchos años. Hay compañeros que seguían teniendo el gusanillo del baloncesto, pero yo la verdad es que tenía ganas de desconectar. Finalicé unos estudios de nutrición deportiva y estuve colaborando durante muchos años con algunos traumatólogos como el doctor Ramón Cugat, que somos muy amigos. Además tengo mi propia empresa, que se dedica también al sector inmobiliario.
Ya he dejado más de lado el tema de la nutrición y así ahora tengo más tiempo libre y me apetece más volver a ver baloncesto, pero de manera tranquila y como aficionado y seguidor. Sobre todo del Barça, de la ACB, Euroliga y de la Selección.
¿Nunca te llamó el banquillo o hacer otra cosa relacionada con el baloncesto?
Personalmente me hubiese gustado entrenar a gente de formación, ¿no? Eso a lo mejor sí que me hubiese hecho ilusión. Pero bueno, las circunstancias son complicadas porque hacer eso exclusivamente, en su momento no se dio el caso y tampoco es que yo tenga una vocación muy, muy grande de entrenador. Pero sí que me habría gustado al menos aconsejar o darle ciertas pautas a chavales que comienzan. En mi caso, cuando a mí me las dieron me fue muy bien, y podía ser una cosa recíproca. Pero fuera de eso es verdad, no he sentido nunca una necesidad de llevar un equipo y sobre todo ya profesionales.
No he tenido el gusanillo. Tenía un poco más esas ganas de tener fines de semana libre. Tú piensa que estabas un equipo como el Barça y luego iba a la Selección. Fueron prácticamente 12 o 13 años que no teníamos vacaciones, no teníamos prácticamente fines de semana y cuando tenías algún día libre era entre semana. Luego acababas con el Barça y ya estaba Antonio Díaz Miguel, que te quería enseguida en la Selección, acababas ahí y ya estaba el entrenador ahí. Es una etapa muy intensa y muy apasionante y la verdad es que la disfruté, pero también es cierto que en mi caso tenía un poco unas ganas de disfrutar de otras parcelas de la vida que no había tenido oportunidad.
Dices que has disfrutado mucho de esa etapa. ¿Cómo empieza Andrés Jiménez en el mundo del baloncesto?
Pues mira, yo soy de Carmona, un pueblecito de Sevilla, y empiezo en el 75, cuando tenía 13 años. El baloncesto, en ese momento en Sevilla era débil, pero en Carmona se montó ahí un equipo con unos chavales más mayores que yo que me dijeron de estar por allí. Y así empecé y ni en lo más remoto de los sueños que uno pueda alucinar podía pensar que algún día yo iba a estar jugando en Primera o con la Selección, disputando títulos. Imposible. Ni entraba en las posibilidades. Pero mira, fueron sucediendo las cosas y al final, pues sí cumplí esa ilusión, ese sueño.

Llegas a Badalona a raíz de la operación Altura, que organiza la Federación Española de Baloncesto. ¿Cómo fue ese cambio de un chaval de Carmona, pasar de Andalucía a Cataluña, con 16-17 años?
Yo escribí porque había unos anuncios en televisión que hizo la Federación Española. Por ejemplo, Romay también sale de ahí en otro momento. Pero bueno, el tema es que yo escribí con 13 años. Ya medía 1,97. Tenía el mínimo de edad exigido y la altura de sobra. Me cogieron y fuimos a Cáceres, pero a mi informe nadie le prestó especial atención. La realidad es que de jugar al baloncesto en ese momento no sabía porque la estructura que tenía el equipo era muy muy frágil.
Dos años después, desde el Cotonificio, alguien le había pasado el informe a Aíto o alguien había estado mirando chavales altos para la Selección juvenil y así llegué a Badalona. Fue un cambio muy fuerte, pero tienes 15 años y realmente no eres muy consciente de nada. A mí me propusieron ir a jugar a baloncesto y la verdad es que me gustaba toda esta parte de ilusión, de ver cosas nuevas y eso hizo que el cambio fuera mejor. Pero claro, yo venía del típico pueblo blanco andaluz con mucha luz y de repente estoy en la Badalona de los setenta, una ciudad industrial que era muy muy diferente. También la forma de ser de la gente de pueblo en Andalucía con respecto a Badalona era también un contraste muy fuerte. El primer año lo pasé un poquito peor, pero el baloncesto me salvó en el sentido que yo entrenaba tres veces al día y yo encantado porque yo lo que quería era estar entrenando.
Lo pasaste un poquito peor, entiendo, por el aspecto emocional.
A mí me trataron muy bien siempre en el Cotonificio, pero claro, era muy diferente. Yo llego con un acento completamente cerrado andaluz y es difícil al principio. Cuando llegaba el domingo y ya no había partido por la tarde, para mí era el peor día de la semana porque no se había qué hacer. Al principio ¿eh? Luego sí. Luego ya vas teniendo más relación con los compañeros y vas creando tu círculo, pero al principio… Ahora lo explico y pareces el abuelo Cebolleta, pero ahora tú estás en internet o estamos hablando por teléfono y no cuesta dinero ni nada. En aquel momento, una conferencia con Carmona como hablaras más de 5 minutos te clavaban.
Hablas del acento andaluz, pero ahora mismo ya no tienes.
Acento catalán no tengo. De hecho yo paso Despeñaperros y tengo acento andaluz automático. Eso te lo garantizo. Y paso Despeñaperros hacia arriba y me vuelve a salir el chip de hablar con la 's'. Pero mis amigos no me han oído hablar de otra manera que no sea andaluz. Pero además el de Carmona no es el andaluz fino de Sevilla, con la s, es el del ceceo. El auténtico, vamos.
Poco a poco empiezas a mandar en ese Cotonificio, a hacerte importante y empezáis a hacer grande a ese club que se gana el apelativo de 'matagigantes'.
Fue espectacular. Yo he tenido la suerte que en los diferentes equipos en los que he estado he pillado una etapa de subida y en el Cotonificio fue así. Era un equipo muy modesto, que conseguimos, de repente, empezar a ganar. Estaba yo y luego hubo dos fichajes, uno era Jack Schroeder y luego fichamos a Brian Jackson, un jugadorazo. Nos juntamos un quinteto titular aceptable yen Badalona era un show porque en Badalona el Madrid, el Barça y la Peña no era nada complicado que pincharan. Venía mucha gente joven y para el propio Cotonificio fue muy atractivo. Llegamos a quedar campeones de España Junior con un equipo como el Cotonificio. Y accedimos a las semifinales de la Korac, que para un equipo con un presupuesto tan justo es lo mismo que para otros ganar la liga.
En ese Cotonificio coincides con un chaval con tupé que luego cambió el baloncesto por la música. Un tal Loquillo.
Hombre, el Loco. Él jugaba en el colegio Alpe, pero él entrena en el Cotonificio. Él tiene el anécdota que cuando está entrenando como junior, nosotros entrenábamos antes, entonces un par de veces le gastamos una broma. Loquillo en aquel momento había que verlo, venía vestido de rockero, que no era algo común. Él era auténtico desde el principio. Entonces nosotros le echamos espuma de afeitar en los zapatos que traía, que eran unos zapatos caros de verdad, de gamuza azul del tipo rockero. Ahora él lo cuenta y dice que era yo y yo era uno de los que lo hacía, pero no era el único.
Tenía relación con Epi y con Manolo Flores de haber jugado en el Alpe. Lo que pasa es que él ya, a partir de junior, se dedicó a la música y bien que le ha ido y me alegro mucho.
"Loquillo en aquel momento había que verlo, venía vestido de rockero, que no era algo común. Él era auténtico desde el principio. Entonces nosotros le echamos espuma de afeitar en los zapatos que traía, que eran unos zapatos caros de verdad"
Y del Cotonificio pasas al Joventut, porque el Cotonificio se queda sin dinero, que es lo que muchas veces, por desgracia, pasa con estos clubes. Y en la Penya está un nombre que para ti es fundamental, que es Aíto.
Sí. Yo tuve suerte, dentro de lo circunstancial que fue todo, que yo podía haber estado perfectamente ahora en Carmona sin haberme dedicado al baloncesto. Tenía muchísimos más números para eso que para lo que sucedió, pero bueno ocurrió y caí con el que yo diría que en ese momento era el mejor entrenador para formación de jóvenes. Y luego en un equipo que tenía la necesidad de hacerme jugar.
Ahí me comparo también con Fernando Martín, que además los dos somos del 62 y empieza a jugar exactamente la misma temporada que yo y también tiene la suerte de estar en un equipo como Estudiantes. Todo el mundo dice que los buenos llegan. Bueno, los buenos llegan, pero si tú estás en un equipo como Estudiantes o Joventut es más fácil.
La primera temporada ya llegué a debutar en Primera división. Eso hoy en día, casi con 16 años, es impensable. Y eso ya te va marcando. En mi caso fue el Cotonificio, que me dio oportunidad de tener minutos para defender al americano de turno. No eran minutos digamos, importantes, pero claro, uno ya se lo va creyendo y te vas haciendo con la idea de que vas a ser un jugador importante ya desde muy joven.
En esos años en el Joventut empiezas a ser ese 3-4 que cambia por completo el panorama del baloncesto español.
Ya en la Penya, aunque parezca mentira porque tenía 19 años, me ficharon como un tercer americano, por decirlo de alguna manera. Es decir, me fichan ya con aspiraciones de ser un jugador clave. En esa Penya todos éramos jóvenes con jugadores como Villacampa, Jofresa o Montero y el único veterano era Margall. Es ahí cuando Aíto empieza a crear un estilo de juego y básicamente en ese momento no hay tanta definición si yo era un '3'. Éramos tres hombres altos: Mike Schultz, Kazanowski y yo. Y era como un triángulo en el cual Kazanowski y yo nos podíamos abrir en un momento determinado para ocupar una posición de 3 semiabierto. Jugábamos con ese hombres altos bastante móviles y eso desconcertaba bastante. Fueron tres años muy buenos.
Llega el año 86 y llama a tu puerta al Barça. Entonces cambias Badalona por Barcelona, pero entre medias si no estoy mal informado también te llama el Madrid.
Piensa que a mí ya desde la época en la que el Cotonificio me quiere vender ya recibo ofertas del Barça y del Madrid. Era normal que cuando sale un jugador con posibilidades los grandes lo intenten. Pero en ese momento yo elijo irme a la Penya que me salió bien, pero fue una decisión arriesgada. Mi padre murió cuando yo tenía 17 años y yo era el sostén de la familia y en la Penya la verdad es que cobraba muy poco dinero y yo me la jugué porque consideré que necesitaba más madurez a nivel de jugador para poder jugar en un grande. Yo siempre he pensado que para ir a un ande es para jugar.
Estuve estos tres años en la Penya, pero ya había recibido ofertas. Lógicamente, cuando acabo con la Penya tengo ofertas mucho más sustanciosas. Y en ese momento estaba también el Madrid que estuve hablando con Lolo Sainz, pero es que el Madrid tenía ya a los dos Fernandos, por lo que en el Barça tenía muchas más posibilidades de jugar. Además que también estaba Aíto, que para mí era una garantía por su baloncesto. Nos acoplamos muy bien en esa serie de posiciones que luego se transformaron en un 3.
"Yo elijo irme a la Penya, que me salió bien pero fue una decisión arriesgada. Mi padre murió cuando yo tenía 17 años y yo era el sostén de la familia y en la Penya la verdad es que cobraba muy poco dinero y yo me la jugué"
¿Y cómo era ese Barça al que llegas?
Fue una gran alegría. Era un Barça que yo no lo viví, pero anteriormente tenía sus problemas para ganar a Real Madrid o para ganar ligas. Y yo tuve la suerte que ya en la primera temporada ganamos todos los títulos importantes, incluso la Copa Korac, porque como no se había ganado la liga el año anterior no se disputaba la Copa de Europa. Y a partir de ahí encadenamos cuatro temporadas consecutivas ganando la liga cada año. Fue un inicio espectacular y yo viví esa parte del Barça. Yo la historia anterior de haber tenido más problemas con ganar a según qué rivales, pues no la tenía.
Una cosa que también he considerado importante, haciendo otra analogía con jugadores jóvenes que llegan, es que yo incluso en la época del Cotonificio ya veía factible ganar a cualquiera de los grandes. No tenía ningún lastre mental que me impidiera pensar eso. Y eso para mí fue positivo y yo creo que eso ayudó.
Súmale el hecho que, además ahí sí, que se optó más por que yo jugara más por fuera. Y eso también nos favoreció, en el sentido de que en este caso el Real Madrid o cualquier otro rival, también tenía que fichar un extranjero para cubrir esa posición que prácticamente no existía en ese momento y que ahora es tan habitual. Un 3 de 2,06 jugando y pudiendo ocupar juego interior, juego exterior, rebote de ataque… Eso también desestabilizaba y permitía que jugadores como Norris tuvieran más más soltura dentro porque tenían que gastar más en un jugador extranjero o fichar en este caso a mi defensor.
Porque te convertiste en una obsesión para el Real Madrid, que siempre estaba buscando al antiJiménez.
Era completamente consciente. Cuando estás jugando tú sabes lo que ocurre, tú sabes la pieza que eres dentro del equipo y no era solo consciente yo, éramos conscientes todos de que esa era una de las claves. Porque ellos tenían que gastar una de las plazas de extranjeros ahí y, claro, para mí también era importante que en esos duelos saliéramos ganadores al final, porque eso implicaría que no les estaba dando resultado y que al año siguiente tienen que probar otra opción. Al final es un año más y un título más que coges. Fue una parte fundamental de esa secuela de títulos que tuvimos. Nos fue muy bien el que no consiguiesen hacernos cambiar la estrategia.
¿Cómo eran esos entrenamientos en la zona del Barça, con gente como Norris, como Trumbo? ¿Eran duros?
Sí, sí. Ahora por los inputs que me llegan ya no lo es tanto, pero nosotros en el Barça y en la Selección nos dábamos bastante. Me consta que en el Madrid también se daban bastante. Antes nosotros teníamos la mentalidad de que en los entrenamientos hay que jugar duro. Tú sabes que luego va a llegar el partido que te van a defender duro y que si no estás acostumbrado, no vas a poder anotar. Y a los que nos gusta jugar así, que en general éramos prácticamente todos los que más o menos destacábamos, preferías eso a tener que hacer un entrenamiento que luego no te sirviese.
Pero tú podías estar saliendo del entrenamiento con señales y cardenales y tal, pero acababas el entrenamiento y te ibas a tomar una cerveza y estabas bien. Es una cosa que te gustaba que te defendieran así, igual que a quien tú estás defendiendo también le gustaba que hubiese ese contacto, porque sabías que luego lo ibas a necesitar en los partidos.
Esas cervezas escenifican cómo era la convivencia en el vestuario de aquel Barça.
Cuando tú tienes realmente jugadores profesionales, todo va muy bien. Profesionales que saben perfectamente cuál es su trabajo y qué es lo que se tiene que hacer. Es decir, cuando se tiene que entrenar se entrena y no es momento de quejarse. Saber los roles de cada uno y para eso es importante tener jugadores dispuestos. Por ejemplo en mi caso era un jugador que me era fácil anotar, pero siempre tuve una mentalidad de equipo en el sentido de que si no hacía falta porque otro jugador estaba anotando, pues ese partido no es tu partido. Ya llegará el momento en el que el equipo lo necesite y tengas que aparecer. Para mí eso es profesionalidad y si estás rodeado de jugadores profesionales, que saben lo que lo que se tiene que hacer es una delicia. Yo tuve suerte y fue muy bien tanto en el Barça como en la Selección.
Ganas siete ligas ACB y entre ellas la mayoría contra el Real Madrid, ¿cómo eran aquellos partidos contra el máximo rival que eran los blancos?
Es que había mucha presión. Yo recuerdo haber ido a Madrid, porque en el Palau lo vivías a favor, y llegar al Palacio dos horas y media antes y en algunos partidos había una cola que daba dos veces la vuelta al pabellón. Y eso lo he visto yo. Ya llegar allí y ver aquello le pone las pilas a cualquiera. Lo difícil es cuando tienes un partido que te cuesta encontrar la concentración para jugarlo, pero en esos partidos eso es una maravilla. Además a nivel de baloncesto, yo creo que esos duelos le dieron muchísima vida al baloncesto. Teníamos muchísima audiencia y quedó un recuerdo memorable de todos esos encuentros.

Te iba a preguntar por dos de ellos, por dos cruces con el Madrid. Uno es la liga de Petrovic.
Esta se complicó. Tuvo momentos negativos porque hubo mucha tensión. A veces pasa en el deporte y yendo al pasado igual no se ve tan grave, pero en ese momento sí lo fue porque yo creo que el Madrid ya veía venir que nosotros podíamos ser un rival imbatible durante tiempo y apostó muy fuerte en esa temporada y trajo un jugador que era espectacular, que era Drazen Petrovic. Durante toda la liga hubo mucha presión porque es verdad que ellos empezaron ganándonos prácticamente todos los partidos y se creó un estado de una situación que cuando llegamos ya a la parte final cada partido era muy, muy, tenso. Esa tensión se palpaba y culminó en ese último partido. Ya el anterior fue también tenso en su cancha, pero ganaron ellos.
Luego, en el último ya un poco fue la explosión de toda esa tensión que había había ido sucediendo. Pero en la parte de los aficionados quedó como el duelo Barça-Madrid antológico y la gente lo recuerda y esa es la parte bonita también. Porque a nivel de NBA todos tenemos en la cabeza a los Lakers, los Celtics de aquella época, esos duelos, o cómo se daban cuando estaba McHale. Eran momentos puntuales y en este caso, pues también.
¿Petrovic era tan puñetero como rival, como se decía?
Yo creo que Drazen era uno antes de la NBA y otro después. A partir de la etapa en los Nets, era ya admiración absoluta, porque entonces tenía la calidad que tenía y realmente era un gran jugador. En la primera parte ya habíamos competido con él incluso en la Selección, contra Yugoslavia era un jugador poco desagradable porque tenía muchísima calidad, pero esa parte de madurez que luego adquirió y de ya saber exactamente cuándo él tenía que tirar, esa parte que te hace jugar al equipo todavía no la tenía del todo. Cuando está en el Madrid o en esa etapa era excesivamente individualista y era muy provocador. Está bien como carácter suyo, porque era un tío valiente. Pero bueno, eso hacía que provocara muchas incidencias que a veces no eran del todo necesarias. Y yo creo que él tampoco lo sabía gestionar mejor.
Al principio simplemente le salía y quizás eso le impidió también a él rendir todo lo bien que hubiese rendido, incluso a nivel de compañeros, haciendo trabajar, jugando más como un equipo. Ese fue el único problema que nosotros pudimos aprovechar, porque si realmente con ese equipo el Madrid hubiese sabido sincronizar mejor las piezas, tenía un equipo imbatible.
El otro momento que te quería recordar de esa etapa con el Barça contra el Madrid, es tu penúltima temporada. ¿Cómo sabe ganar un título en casa del rival?
La verdad es que es otro de los recuerdos muy buenos que tengo en mi carrera. No lo quiero trasladar en negativo porque siempre obviamente respeto mucho al Madrid. Es la única vez que el Barça gana un título en campo del Madrid ese año entonces.
Nosotros en esa ocasión, lo recuerdo perfectamente, estábamos a punto del caos. Habíamos llegado nuevamente a la final de la Euroliga, la habíamos perdido y Aíto estaba muy cuestionado. Teníamos buen equipo, pero no habían salido las cosas. Entonces llegamos al pabellón, el último partido y estábamos prácticamente KO, pero es aquello que tienes a un rival que o los rematas o como vea un poco la luz te va a enganchar. Y sucedió eso. Nosotros teníamos un buen equipo y en ese partido se juntaron todas las piezas. Yo lo recuerdo los días antes, todos concentrados y tenía el feeling de que llegamos muy bien en ese momento. Se giraron las tornas y ganamos esa liga en un último partido que no estaba dentro de las expectativas.
"Nosotros cuando ganamos la liga en Madrid, estábamos a punto del caos. Habíamos llegado nuevamente a la final de la Euroliga, la habíamos perdido y Aíto estaba muy cuestionado. Teníamos buen equipo, pero no habían salido las cosas"
En ese Madrid hay un gran rival, pero también un amigo como era Fernando Martín. ¿Cómo se vive desde el equipo contrario el peor momento del baloncesto español?
Eso fue durísimo. Fernando y yo empezamos a la misma edad, fuimos a la misma concentración en Pamplona con la selección joven y ya de ahí, ininterrumpidamente juntos a la junior, a la Absoluta, nos enfrentábamos… Pero al margen cuando tocaba la Selección teníamos muy buen rollo. Además los dos éramos del 62, éramos los jóvenes y es de eso que conectas a nivel generacional.
Son de esas cosas que en el momento que te lo dicen no te entra en la cabeza y te repites 'no puede ser, no puede ser'. Es una desgracia lo que sucedió, pero evidentemente fue un golpe durísimo.
Lo nombrabas antes: la Euroliga. ¿Cuántas veces le has dado vueltas en tu cabeza, 'qué nos pasaba que llegábamos a esa a ese último partido y no conseguíamos los títulos'?
Yo creo que analizándolo con frialdad se le pueden encontrar explicaciones. Yo estuve en seis Final Fours y en cuatro finales y las he visto de todos los colores. [Risas] La primera, en Berlín, con una de Jugoplastika, que es como cuando te toca el equipito ese que nadie espera, porque nadie conocía a la Jugoplastika, ni a Kukoc, ni a Radja ni a todos estos estos chavales y nos tocó pagar el pato. Luego cuando estuvimos un poco bien tuvimos la mala suerte de tener a alguien lesionado. Norris estuvo lesionado en algún momento, yo también lo estuve en otro…
Y luego ya para rematarlo, cuando ya no estaba la Jugoplastika y que yo ya lo viví como capitán, fue la final de París.
La del famoso tapón de Vrankovic
Donde tenemos una carta escrita por la FIBA, reconociendo que es el tapón ilegal pero ese título se lo llevó el Panathinaikos.
Yo me siento tremendamente orgulloso de todo eso. Evidentemente que me hubiese gustado tener el título de la Euroliga porque lo he luchado como el que más, pero lo que tengo clarísimo es que todo eso marcó para la historia del FC Barcelona el ser un equipo siempre de Final Four, un fijo. Poner ese listón si tú lo comparas con como está ahora bueno la diferencia yo prefiero es listón, ¿me entiendes? Yo prefiero el que me exijan desde el primer momento. Por tanto, yo en ese sentido me siento completamente orgulloso.
¿Te ha pesado en algún momento ese cartel de jugador revolucionario del baloncesto español, porque muchas veces se ha dicho que habrá otros mejores habrá otros peores pero que Andrés Jiménez cambió el baloncesto español?
No. En aquel momento lo que pensaba es que, como todo, cuando las cosas venden pues se crea la polémica En aquel momento la polémica era 'Andrés, ¿tú que eres tres o cuatro?'. Esa era la pregunta automática cada vez. Yo más que un revolucionario, esa posición la adoptó porque va bien al equipo. Yo era un 4, esa es mi posición natural, era donde realmente lucía y donde fui dos veces elegido en el mejor quinteto de Europa.
A mí personalmente, por decir algo de manera egoísta, jugar de 3 no me beneficiaba. De hecho a nivel de estadísticas no podía haber seguido anotando y no me favorece. A mí lo que me favorece es el concepto de jugador de equipo y si eso le iba bien, yo me adaptaba, que no es fácil que a cualquier otro jugador le digas: 'Oye, mira, pues tú ahora no vas a jugar de tres tú vas a jugar de base o tú ahora eres pívot'. Me gustaría ver cuántos hubieran sido capaces de cambiar la mentalidad. Pero para mi aspiración de ser completo, eso me gustaba. Si me dicen que tengo que jugar de tres, aunque tenga más carencia en el tiro, pero eso favorece al equipo yo me adapto. Se creó más la polémica en ese sentido o en otros que le criticaban a Aíto porque yo jugara de tres en lugar de jugar de cuatro. Sobre todo cuando había algún partido que perdió.
Para mí es un halago que me digan que hubo un jugador que marca ese momento. Es un halago y es un poquito un premio a ese sacrificio que hice en aras de que el equipo funcionara.
¿Tienes alguna oportunidad para ir a la NBA?
Sí. Yo tenía 27 o 28 años. Fue un año antes de que Volkov fuera a Atlanta. No sé muy bien por dónde viene, pero a mí me propone Mike Fratello, entrenador de los Hawks, ir a un campus de verano para los Hawks. Y a mí me apetece probar y yo en ese momento tenía la suerte de que yo acababa contando con el Barça, aunque luego se convirtió en un impedimento. Me apetecía probar probar y medirme un poco en esos campus y ver hasta qué punto pues yo me veía con posibilidades.
Lo que sucedió es que esa pretemporada la asociación de jugadores de la NBA hizo huelga y suspendieron todos los campus. Mientes el Barça me presionaba para saber qué iba a hacer y yo no podía estar esperando constantemente. No había fecha para saber cuándo se iban a reiniciar los campus. Entonces, o me arriesgaba sin saber si iban a hacerse finalmente y qué iba a pasar, o me decantaba por fichar por el Barça. Al final, fiché por el Barcelona y ya no pude probar porque el Barcelona ya no me lo hubiese permitido porque me podía haber lesionado. Esa fue mi experiencia al haber probado con un equipo de la NBA. Y al año siguiente pues se lo propusieron a Alexander Volkov y él fue y le fue muy bien.

Y en mitad de toda esta vorágine de baloncesto también te da por pintar. ¿Sigues dibujando cómics?
En mi pueblo, en Carmona, yo estudiaba Formación Profesional, en segundo, y cuando llegué a Badalona no funcionaba igual de bien el tema educativo en ese aspecto y me dirigí a artes aplicadas. Hice diseño y publicidad y ahí me di cuenta que se me daba bien. De hecho, en esa primera parte con la Penya hicimos campañas publicitarias y carteles.
Yo me hacía mi propio diario e iba dibujando cositas. Cómo salió el tema de la de la medalla de plata y todos sabían que yo había ido haciendo caricaturillas de ellos me dijeron, 'oye, ¿por qué no se publica esto?'. Y ahí fue donde aparece el primer cómic oficial, que salió en una revista que era Nuevo Básquet. A partir de ahí fui haciendo colaboraciones de vez en cuando, lo que pasa es que sí es cierto que en la última etapa más profesional del Barça pues me era muy complicado y lo dejé. Porque antes era más complicado. Para dibujar tenías que buscar la plumilla, las cintas y demás, ahora con las iPads y cosas de estas es más fácil. Ahora he vuelto a recuperar un poco el gusanillo y me gusta hacer dibujos y viñetas.