La caída del proyecto 'romántico' que puede acarrear el adiós de Moncho Fernández al Monbus Obradoiro
Tras 13 años seguidos en la ACB, el conjunto santiagués se despide de la élite en la que ha sido la primera temporada sin José Luis Mateo al frente de la dirección general y deportiva.

La de este domingo ante el Joventut Badalona fue la victoria más cruel vivida en el Fontes Do Sar. El Monbus Obradoiro, que logró encontrar su mejor baloncesto de cara a la recta final de temporada, dijo adiós a la Liga Endesa tras trece temporadas consecutivas en la ACB. Y lo hizo pese a ganar con contundencia en la última jornada de la fase regular. Ese triunfo amargo, por lo insuficiente que fue, puso fin a una era, la mejor de la historia del club santiagués. Esa en la que, encomendado a gente de la casa, el club logró mantenerse entre los mejores tras ese ascenso en el año 2011 gracias a la batuta de un Moncho Fernández cuya imagen tras el partido dejó sabor a despedida.
La realidad es que lo del Monbus Obradoiro durante estos años ha sido todo un hito. Ese club fundado en octubre de 1970, logró su primera participación en la máxima categoría en 1982, pero solo duró un año. Después, a punto estuvo de hacerlo en los 90, pero el Júver Murcia le ganó la eliminatoria por el ascenso con polémica. Tanto que tuvo que esperar 19 años para que se hiciera justicia. Pues fue finalmente en 2009 cuando, tras años de proceso judicial y recursos, Obradoiro pudo sacar equipo en la máxima categoría, después de que la ACB se vera obligada por el Tribunal Supremo a concederle la plaza que se merecía al confirmarse que hubo una irregularidad con el pasaporte de Esteban Pérez, entonces jugador del Júver Murcia. Pero aquel segundo intento en la élite tampoco salió bien.
El equipo, que entonces militó bajo las órdenes de Curro Segura, descendió a final de temporada. Y aquel traspié hizo que empezara ese proyecto romántico que en sólo un año regresó a la ACB, que a la temporada siguiente logró meterse en los playoffs y que incluso llegase a disputar la Copa del Rey. Y todo gracias a un engranaje que, con el tiempo, fue perdiendo alguna de sus piezas entre ellas una principal y que, tras lo de ahora, quizá pueda perder también a la angular.
La era del tándem Moncho-Mateo
En el año 2010, tras el descenso a LEB Oro, el club se encomendó a alguien de la casa, a un santiagués que revolucionó por completo el baloncesto. Moncho Fernández devolvió al equipo en sólo un año a la Liga Endesa y comenzó a crear una filosofía y estilo propio que le han hecho convertirse en un maestro con el paso del tiempo. Algo en lo que contribuyó, y mucho, José Luis Mateo, quien llegó en el año 2012 a la dirección general y deportiva del club e impulsó el proyecto de tal manera que esa misma temporada llegaron a jugar los playoffs.
Tres años después, ya en 2016, Obradoiro incluso disputó la Copa del Rey como anfitrión, en esa cita que acabó desplazándose hasta el Coliseum da Coruña. Si bien, el mayor hito de todos estos años fue el mantenerse tanto tiempo en la élite. Algo que parecía ser ya un habitual… hasta que se sucedieron algunos movimientos, principalmente la salida de José Luis Mateo el pasado verano.
Aquel revés sembró ciertas dudas entre la afición, que veía como una de las piezas principales de la estructura durante once años, se iba del club. Y es que si algo había caracterizado a ese proyecto romántico del baloncesto en el que se había convertido el Obradoiro era por el buen tándem a la hora de fichar y planificar que formaron Mateo y Moncho. Algo que, tras su salida, no ha terminado de funcionar o ser igual pese a la llegada de Eduardo Pascual.
Del adiós de Mateo a la incógnita con Moncho tras un año de traspiés
La realidad es que al club tampoco le fueron las cosas bien de inicio. Basta con comprobar esa fatídica lesión de espalda de Rigoberto Mendoza, que ocurrió en la segunda cita de la temporada de los de Moncho Fernández, y que lo tuvo casi tres meses fuera de las canchas y cómo sus aspiraciones por jugar en la Basketball Champions League (BCL), se rompieron a las primeras de cambio al no superar la fase clasificatoria que daba entrada a la competición. Si con su baja el perímetro ya se quedaba tocado, la salida de Eric Washington por voluntad propia en octubre terminó por rematarlo.
Ahí, no les quedó más remedio a Zurbriggen y Pol Figueras a asumir más galones de los que se esperaba. Más que nada porque aunque el club no tardó en fichar un sustituto para Mendoza, Badzim -que estuvo solo hasta finales de diciembre-, sí que tardó un mes en incorporar a un base: Kovliar, que se ha perdido la recta final por una lesión en un pie. Así se llegó a febrero, donde otra vez Obradoiro acudió al mercado e incorporó a Strelnieks, Timma y Dotson. Y aunque el segundo ha tenido buenos momentos de lucidez y el tercero sí que ha funcionado, el primero, que era el que apuntaba alto, no.
Y aunque ya en los últimos coletazos de la competición, Moncho Fernández supo imprimar a los suyos ese carácter necesario para tratar de pelear hasta el final… No fue suficiente, como demostraron las lágrimas de Artem Pustovyi al ver que el Covirán Granada no falló en su cita ante el Gran Canaria.
Ahí, todo se torció, dejando abierta una posibilidad más que empezó a cobrar vida y a correr como la pólvora a tenor de lo que ocurrió. Moncho Fernández, que se había metido ya a vestuarios, volvió a salir, conteniéndose las emociones, y tratando de consolar a la afición a la que decía adiós. Un gesto que sonó a despedida y que, de ser así, puede suponer otro cambio de ciclo, ahora en el banquillo, y la confirmación de que ese proyecto romántico que durante 14 años llenó de ilusión a Santiago ya ha tocado a su fin para dar paso a uno nuevo y lleno de incógnitas en la LEB Oro.