MUNDIAL DE BALONCESTO

Cómo la falta de experiencia en la Selección hizo que todo saltase por los aires en diez minutos

El último cuarto ante Letonia y también ante Canadá sacó a relucir la falta de serenidad que acabó condenado a España.

Sergio Scariolo y Luis Guil dan indicaciones durante un tiempo muerto. /FEB
Sergio Scariolo y Luis Guil dan indicaciones durante un tiempo muerto. FEB
Noelia Gómez Mira

Noelia Gómez Mira

El baloncesto es un deporte que juegan cinco conta cinco durante 40 minutos. Y si no se cumple con el total del tiempo, no, ahí no gana España. Uno de los grandes problemas que ha tenido la Selección este Mundial se resume en el último (o los últimos, en plural) cuarto. Es decir, en los últimos diez minutos. Se vio este domingo en el partido a vida o muerte ante Canadá. Pero, sobre todo -y es donde estuvo la clave- se vio en los últimos diez minutos del partido ante Letonia. Esos fueron los que condenaron realmente a una Selección que pecó de nerviosismo. Y de ahí se puede extraer una conclusión más: la falta de una 'veteranía intermedia' que pueda aplicar algo más de serenidad en momentos cruciales.

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Ante Letonia, España se mantuvo bien y firme durante los primeros 30 minutos. Después, la luz se apagó. El último cuarto fue una lucha constante contra la ansiedad de haber dejado escapar una renta que los ponía contra las cuerdas. Y eso generó un cóctel de errores provocados por la falta de concentración. Sin quitar mérito a la selección letona, que sin duda firmó un gran último cuarto, algo en España se apagó en los últimos diez minutos.

Ahí fue cuando más se echó en falta a generadores de juego como Ricky Rubio o incluso Lorenzo Brown. Bases puros con experiencia que, aunque no cuenten con la veteranía como tal de los Rudy Fernández, Sergio Llull o Víctor Claver, sí que cuentan con un bagaje intermedio que podía haber dado esa serenidad que tanto se echó en falta. Algo muy parecido pasó ante Canadá.

La selección dirigida por Jordi Fernández a nivel físico es superior que prácticamente al 100% de las que hay en el Mundial. Eso es cierto. Pero a eso hay que contrarrestar con otras cuestiones, como son precisamente esas vías limpias de conexión para generar juego y la templanza de saber controlar bien los tiempos. De cada paso, de cada bote, de cada jugada. De todo. Y al igual que contra Letonia, España volvió a bajar el interruptor de la calma que tan necesaria era.

A día de hoy, ya más de 24 horas después del adiós al Mundial, una lectura que puede hacerse es la de la falta de lo que podría llamarse una Selección intermedia. Algo que, precisamente, es lo que trata de llevarse a cabo ahora con los Golden Boys 2.0 que ha puesto en marcha la Federación. Si bien, al proyecto, que de seguro va a dar bastante rédito a tenor de la cantidad de talento que viene por detrás, no le ha dado tiempo de generar algún fruto de cara a este Mundial. Me explico.

Juan Núñez ha firmado un gran Mundial pese a sus 19 años y ha demostrado una entereza casi impensable para responsabilidad que asumía. Pero la falta de experiencia, que sí que tendrá claramente en unos años, le ha hecho pecar de errores, nervios y precipitación en ocasiones. Un poco en la misma línea que lo ocurrido con Santi Aldama al que le costó sacar a relucir todo lo que tiene y no fue hasta el quinto partido, el decisivo ante Canadá, cuando mostró gran parte de su incontable arsenal. Pero ambos, como le ocurrió a Darío Brizuela o a Alberto Díaz en alguna ocasión, estaban faltos de esa experiencia intermedia de la que hablamos. Algo que no han podido forjar al entrar directamente como primeros espadas en el que ha sido su primer gran torneo.

Y ahí quien, más allá de su talento, sí que la tiene, por ejemplo, es Ricky Rubio. Por eso, su rol hubiera ido un poco más en consonancia con el equilibrio que se echó en falta en los momentos decisivos ya que él ya había vivido partidos de este tipo y finales. Porque, por ejemplo, hasta para Álex Abrines ha habido un impás al perderse el Mundial anterior y el último Eurobasket, que ha hecho que se rompa esa continuidad hacia la veteranía de haber jugado más partidos de este tipo, aunque su actuación estuviera a la altura de las circunstancias.

Ahora, de cara, ya no sólo al Preolímpico, sino a todo lo que está por venir, habrá que tratar de forjar, de alguna forma, esa experiencia que, por ejemplo, sí que ha podido ir ya adquiriendo Joel Parra, un jugador que pese a no haber tenido un papel relevante en los dos últimos torneos -mundialista y europeo- sí que ya sabe lo que es vivir en primera persona este tipo de partidos. Y eso, de cara al futuro, es el mayor máster que pueda tener un jugador de cara a mostrar ese temple y serenidad para dejar atrás la ansiedad por querer hacerlo bien en los minutos de la verdad.