El movimiento que ha convertido el Mundial en un 'mercado de fichajes': "No es una competición justa"
El seleccionador iraní ha cargado contra la norma de los naturalizados recordando el caso de Lorenzo Brown: "Optaron por esa solución... Debería prohibirse".
El baloncesto, a diferencia de otros deportes, tiene una nomenclatura particular cuando a las selecciones se refiere. Por un lado, es natural ver a grandes jugadores perderse citas importantes sin motivo aparente o por unas ligeras molestias. Por otro, está a la orden del día la conocida como "naturalización" de los protagonistas, que pueden llegar a representar a varias selecciones a lo largo de su carrera o incluso a vestir la camiseta de un país sin tener el más mínimo vínculo con este.
Este debate, siempre puesto sobre la mesa, se ha retomado estos días con unas explosivas declaraciones de Hakan Demir, seleccionador iraní en esta Copa del Mundo. En ellas, pese a que el Mundial ha contado con decenas de jugadores naturalizados, ha preferido acordarse de España y de Lorenzo Brown: "Estoy totalmente en contra de esto. Debería prohibirse. Todos deberían competir con jugadores con pasaporte original o que hayan nacido en el país".
Entonces, hizo referencia a la Selección: "No podemos decir que es una competición justa. España ganó el Eurobasket con un jugador así y ahora no parecen tener esa misma agudeza por no contar con un base. Desafortunadamente optas por esta solución si quieres mantenerte en un alto nivel. Un jugador marca una gran diferencia".
Razón no le falta en que Lorenzo Brown, al que se le apodó cariñosamente 'Lorenzo el de Albacete', fue trascendental en el título europeo de la Selección el pasado verano. Esta temporada, se ha caído por molestias físicas, quedándose España sin un generador claro desde el bote. Ricky Rubio también causó baja y Juan Núñez ejerció ese rol de forma improvisada, con un buen rendimiento, pero insuficiente para alcanzar los cuartos de final de la competición.
Una práctica permitida
El movimiento de España con Lorenzo Brown puede ser motivo de discusión popular e incluso ética. El base no tenía ningún tipo de vínculo con el país, e incluso fue catalogado por muchos como fichaje. Más allá de ese debate de las calles, lo cierto es que está permitido. La FIBA permite por normativa utilizar a un jugador naturalizado, aunque es inevitable causar malestar cuando esto ocurre.
Por ejemplo, Argentina fue eliminada en el preolímpico de la mano de Bahamas, una potente selección que cuenta con DeAndre Ayton, Buddy Hield y Eric Gordon en sus filas. Los dos primeros son nacidos bajo suelo bahameño, por lo que no admiten discusión. El último es estadounidense y se ha justificado su presencia en base a la procedencia de su madre. Hasta aquí, puede resultar un proceso natural... si no fuera porque el escolta ya ha defendido internacionalmente la camiseta de Estados Unidos.
Eric Gordon resultó diferencial y desató un gran enfado de Andrés Nocioni: "¿Es justo? Esto de fichar a su antojo se llama liga de clubes, no competencia de selecciones. Y debería corregirse". Para colmo, el tirador ya había conquistado la Copa del Mundo en su anterior etapa y consiguió la nacionalidad de Bahamas apenas unos días antes del arranque de la competición.
Matices, Ibaka y Mirotic
Eran otros tiempos cuando Nikola Mirotic y Serge Ibaka, ya desaparecidos de la competición con 'La Familia', se tenían que turnar o poner en un lío al seleccionador correspondiente. Ambos están nacionalizados por España, aunque su presencia generó mucho menos debate que la de Lorenzo Brown. Los dos interiores se forjaron en las canteras nacionales y luego ya dieron el salto al otro lado del charco.
Aun así, la normativa de FIBA marca que solo un jugador naturalizado pueda representar a una selección al mismo tiempo. Es decir, que aunque sus casos fueran bien diferentes, el reglamento consideraba igual a Mirotic, Ibaka o Lorenzo Brown. Exactamente igual. Eso sí, hay un matiz, se considera nacionalizado a aquel que obtiene el pasaporte del nuevo país antes de cumplir los 16 años y naturalizado al que lo consigue después, sin ya entrar a juzgar el grado de unión de la persona con la nación.
Lo que hasta hace años era una práctica menos habitual o que, al menos, sí registraba algún tipo de vínculo (sanguíneo o deportivo) con el país, se ha convertido en prácticamente un mercado de refuerzos. Jaycee Carroll, en 2012, tuvo que negociar con Azerbaiyán para obtener el pasaporte azerí y así no ocupar una plaza de extracomunitario en la plantilla del Real Madrid. A cambio, defendió la camiseta del país en alguna ocasión, aunque lejos de los grandes campeonatos.
Los Lorenzo Brown del Mundial
Era una práctica relativamente asumida, pero que no daba el gran salto a las competiciones de élite. Sin embargo, en los últimos años ya ha despegado rumbo a cambiar el signo de un partido de la máxima exigencia. Ni siquiera hace falta un arduo proceso. En este mismo Mundial ha llegado con Thomas Walkup, por ejemplo, con Grecia. El estadounidense juega desde 2021 en Olympiacos y obtuvo el pasado mes de marzo el pasaporte que le autorizaba para formar parte de la plantilla. O Kendrick Perry, que lo consiguió tan solo tres meses después de vivir en Montenegro y jugar para el Buducnost.
Eslovenia también se sumó a la fiesta. En su caso, la intención de dar fuerza a Luka Doncic en su proceso por hacer grandes cosas con su país en campeonatos internacionales les llevó a testar a diferentes jugadores. El primero en llegar fue Anthony Randolph, que fue compañero del líder en el Real Madrid. Después le tocó a Mike Tobey, del que se llegó a decir que ni siquiera sabía ubicar el país en el mapa. Ahora, el jugador de Estrella Roja está defendiendo a la que ya es su nación en la Copa del Mundo.
Otro caso es el de las selecciones menores, alejadas del alto nivel competitivo de forma habitual. España, en definitiva, se reforzó con Lorenzo Brown para dar un salto de calidad a un grupo que tenía una flaqueza. O Grecia o Eslovenia. Otros países, sin embargo, optan por llevarse a una estrella NBA, aprovechando un vínculo con el país (o ni siquiera), y lograr así acceder a fases finales a la par que dejan por el camino a selecciones que antes les competían, pero que no pueden contar con jugadores de la mejor liga del mundo.
¿Les suena la presencia en épocas pasadas de Jordania o Filipinas en un Mundial? Pues en esta ocasión, China cuenta con Kyle Anderson por su bisabuela; o Filipinas con Clarkson por sus abuelos maternos. McFadden representa a Georgia, sin un especial vínculo de por medio; como el que tampoco tienen Rondae Hollis-Jefferson (Jordania) o Omari Spellman (Líbano). El ahora jordano, por cierto, ha sido una de las grandes sensaciones de la Copa del Mundo y se le ha comparado con Kobe Bryant. Algo que hubiera sido impensable ver si hubiera tenido que esperar a que le llamase su Estados Unidos natal...
Un doble rasero
Hakan Demir ha sido el último en condenarlo, porque así es, parte del deporte la frustración de observar cómo un equipo gana con reglas que tú no compartes. Y es que esta normativa puede incitar al enfado colectivo, pero también se busca aprovechar. El seleccionador iraní, de nacionalidad turca, se une a este doble rasero.
Turquía cayó eliminada del Preolímpico después de que Wilbekin y Larkin se presentaran al torneo, pese a estar convocados por el seleccionador. Solo uno de ellos podía competir, pero optaron por no hacer acto de presencia, lo que ha provocado un enorme enfado de la federación y de ellos mismos en uno de los temas baloncestísticos del verano en el país.
Ambos han defendido la camiseta de equipos turcos, motivo suficiente para obtener el pasaporte, pese a que su vínculo con el país es, una vez más, únicamente vinculado a haber vivido ahí varios años. "Es una historia triste para ambas partes. Debería haber aparecido uno y el resultado podría haber sido diferente. Sabíamos que necesitábamos un base, por eso naturalizaron a esos dos jugadores, pero ninguno apareció", reflexiona. Estuvo presente su deseo de ganar, el mismo con el que critica a España con Lorenzo Brown. Es la nueva fórmula del baloncesto que ha llegado para quedarse. A nivel deportivo, es un paso adelante. Y la clave de todo: la normativa lo permite.