Bill Walton, el hippie que dominó la NBA con una sonrisa y una camisa hawaiana
Su vida fueron más de 30 operaciones ortopédicas, un arresto por protestar contra la guerra de Vietnam, consumo habitual de marihuana y dos anillos de la NBA

Imaginar a Bill Walton es hacerlo con una camiseta de Portland, levantando el Larry O'Brien en 1977. O en el banquillo de los Celtics, en 1986, listo para sustituir Robert Parish en uno de los mejores equipos de la historia. Walton se asocia con dos franquicias, pero una tercera imagen llega directa a la mente. Sentado con un micrófono en la mano y una camisa hawaiana, comentando el Maui Invitational, uno de los torneos universitarios más prestigiosos del circuito. Porque la leyenda de Bill Walton, fallecido este lunes a los 71 años tras una lucha contra el cáncer, no se puede entender sin lo que fue fuera de la pista. Un pívot referente, que reescribió el concepto de interior, y un hippie que dominó la NBA como jugador y como persona.
"Todavía soy un hippie, y orgulloso de ello, porque estábamos en lo correcto" decía Walton en una entrevista en 2016. Uno de los mayores fans de Grateful Dead en el planeta, una banda de rock californiana que fusiona elementos de blues, jazz, gospel y reggae con música psicodélica. Ha acudido a "más de 1000 conciertos, aunque solo 20 al año" en palabras del propio jugador. En su tercer año en la universidad, ya campeón de la NCAA y referencia en UCLA, fue detenido por formar parte de las protestas contra la guerra de Vietnam. Fue su entrenador, leyenda de los banquillos John Wooden, quien pagó su fianza. "Fue el recluta más fácil para Wooden y su peor pesadilla una vez llegué a UCLA" aseguraba Walton. Juntos ganaron dos títulos y mantuvieron medio siglo de amistad, hasta la muerte de Wooden en 2010.
No solo protestó contra la guerra de Vietnam. Walton vivió en constante sentido de rebelión, enviando una carta al presidente Nixon pidiendo su renuncia, o la petición pública de no ser llamado 'the Great White Hope' (la gran esperanza blanca) en un deporte afroamericano. Walton fue y para siempre será una de las grandes y más enigmáticas personalidades de la historia del deporte de la canasta. En la época de Muhammad Ali, Bill Russell y Jim Brown, Walton fue un activista, mucho más que un atleta. Se pronunció contra el himno por ser "una declaración política sobre la guerra, bombardear y matar gente". Y la prensa llegó a llamarle traidor por su constante defensa de los derechos afroamericanos en unos Estados Unidos muy diferentes a los actuales. Y fue más allá, criticando el rol de la CIA al derrocar el gobierno de Salvador Allende en Chile.
Vegetariano, anticapitalista, consumidor habitual de marihuana y defensor constante de su legalización años antes que el resto de la población, algo que siguió haciendo en televisión nacional como comentarista de NBA y NCAA. Con su camisa hawaiana y la tendencia de irse por las ramas, su compañero Dave Pasch ha tenido que ver como en directo Walton ha hablado del fracaso de la guerra contra las drogas en Estados Unidos. Superó problemas de tartamudez hasta convertirse en una referencia en los micrófonos. Porque todo lo que hizo Walton lo hizo con excelencia, pese a que su propio cuerpo le puso trabas. Ninguna como la lesión sufrida en su último año en Portland.
El 18 de abril de 1878, tras unas semanas de baja, los servicios médicos de los Blazers inyectaron a Bill Walton en el tobillo y pie una cantidad indecente de antiinflamatorios y analgésicos. Minutos más tarde, antes de llegar al descanso, Walton se partió el hueso por la mitad, dejándolo en el dique seco toda la temporada siguiente. Desde ese día hasta 1982 solo jugó 14 partidos, y fueron lejos de Portland. Porque ya como jugador de los San Diego Clippers, Walton denunció al Dr. Bob Cook, responsable médico de la franquicia de Oregon por negligencia médica a la hora de diagnosticar y tratar la lesión de Walton. El caso no llegó a juicio y se firmó un acuerdo confidencial, pero su salida de Portland, pese a ser su gran leyenda, ensució años de relación entre jugador y ciudad.
Las lesiones le afectaron tanto que pensó en quitarse la vida, según contaba el propio jugador en sus memorias. Fue tras su última operación de espalda en 2009, años después de dejar la competición. Llegó al hospital sin poder caminar y tras una fusión espinal de ocho horas y la inserción de varios barras de titanio en su espalda, además de un año de rehabilitación, Walton recuperó su vida. Llegó a definirse como el hombres más afortunado de la tierra y recuperó esa sonrisa que sedujo a la NBA. Una que solo perdió en San Diego: "Mi mayor fracaso profesional fue no conseguir el éxito en mi ciudad" aseguraba. "Me hubiera encantado, pero mis pies no funcionaban entonces". 259 partidos desde su salida de Portland, en nueve temporadas.
En total fueron 39 operaciones ortopédicas, incluyendo la fusión de sus dos tobillos, el remplazo de las dos rodillas o, además, 15 veces la nariz rota. Su carrera es uno de los mayores interrogantes de la historia del deporte, de lo que podría haber sido. Solo ese segundo anillo con Boston en 1986, formando parte de uno de los mejores equipos de la historia, pudo ayudar a su legado antes de despedirse por las lesiones. El cáncer se lo ha llevado a los 71 años de edad, pero para siempre quedará el recuerdo, con su camisa hawaiana disfrutando del Maui Invitational junto a Dave Pasch.