OPINIÓN

El mito del "Dream Team" y Barcelona 92 esconde una verdad y una mentira como un templo

Jordan, Bird, Johnson, Pippen y compañía observan a sus compañeros durante un partido de los JJOO de Barcelona 92/Getty Images
Jordan, Bird, Johnson, Pippen y compañía observan a sus compañeros durante un partido de los JJOO de Barcelona 92 Getty Images

No hay documental estadounidense sobre baloncesto internacional que no empiece con Magic Johnson, Larry Bird y Michael Jordan sonrientes sobre el podio del Pabellón Olímpico de Badalona (el último de Netflix, 'La cancha de oro', no se queda atrás) Es una especie de mito fundacional, de aclaración necesaria: igual que se canta el himno nacional antes de cada partido, hay que hablar de los "conquistadores" de Barcelona 92; del momento en el que, al parecer, el mundo descubrió el baloncesto.

Y, por supuesto, hay una parte de verdad. Aunque hayan pasado treinta y tres años, la estatura mediática de los protagonistas apenas ha menguado. Los ochenta y los noventa fueron los años del estallido de la NBA en Europa y el "Dream Team" vino a traernos a nuestros ídolos para verlos de cerca. No solo eso: el hecho de que Estados Unidos pudiera traer a sus profesionales y eligiera a los mejores de ambas décadas marcó un listón al que había que aproximarse para ser competitivos.

La NBA ya no era una entelequia mágica, era una realidad con determinados patrones de juego, determinadas habilidades y determinados puntos débiles que había que explotar. De 1992 a 2002, el baloncesto FIBA se embarcó en una lucha a muerte contra el gigante… pero contra un gigante ya humanizado, al que se podía palpar y dañar, que era algo más que un montón de vídeos resumen los sábados por la mañana en Canal Plus. Cuando Yugoslavia, Argentina y España asaltaron Indianápolis en 2002, el mundo supo que la meta quedaba más cerca. Cuando las mismas Yugoslavia y Argentina lo hicieron en 2004, el monstruo quedó herido de muerte.

¿De dónde salió Toni Kukoc?

Y, con todo, hay algo falso e impostado en el mito del "Dream Team". No voy a entrar en la calidad de sus jugadores, porque, para alguien que tenía quince años en 1992, no existirá nunca nadie más grande, por mucho que los números digan lo contrario. Puede que el Magic de Barcelona llevara un año sin jugar, puede que Bird estuviera para el arrastre y puede que Jordan jugara de resaca. Da igual. Eran ídolos del pop y no deportistas. Movían masas y no solo aficionados.

Ahora bien, el baloncesto ya vivía por entonces su esplendor en Europa, en Australia y en buena parte de Latinoamérica. Puerto Rico ya tenía su generación de oro, como la había tenido Brasil, como la tendría Argentina pocos años después. Australia contaba con Gaze y con Heal, dos jugadores generacionales. Europa tenía dinero para aburrir y los mejores descartes de la NBA -jugadores, en general, problemáticos, pero de una calidad descomunal- llenaban la liga española y, sobre todo, la italiana y la griega.

De hecho, hay en la narrativa "El Dream Team globalizó el baloncesto" algo que chirría. ¿Por qué surgió el "Dream Team"? ¿Por qué EEUU tuvo que mandar no ya a un equipo de profesionales, sino a los mejores profesionales posibles? Muy simple… porque la antigua Yugoslavia y la URSS ya vencían con regularidad a sus universitarios. Universitarios que, ojo, en la mayoría de las ocasiones, ya contaban con 20 o 21 años y que en el futuro serían All Stars de la liga, como David Robinson, Alonzo Mourning y un largo etcétera.

El "Dream Team", si se quiere, consolidó esa globalización, pero la amenaza era previa. No hace falta recurrir a leyendas de los sesenta o de los setenta. En 1992, Paspalj, Divac, Volkov, Marciulionis, Radja y Petrovic ya habían jugado en la NBA. Sabonis no lo hacía porque ganaba más dinero en Europa. Kukoc, tres cuartos de lo mismo. No niego que hubiera niños a los que el impulso mediático de aquellos Juegos Olímpicos no inspirara para convertirse en grandes jugadores del futuro -siempre sale Dirk Nowitzki para atestiguarlo, pero entiendo que hay muchos más casos-, pero lo cierto es que las ligas europeas ya eran profesionales, contaban con mucho dinero, sus estructuras eran cada vez más complejas y contaban con canteras que sacaban jugadores maravillosos.

La televisión impulsó a la estrella del parqué

Y es que hay algo previo al "Dream Team" que tiene tanta importancia como el propio "Dream Team" o que al menos ayudó a convertirlo en lo que fue y lo que sigue siendo: la televisión. No es difícil imaginarse un equipo compuesto por Oscar Robertson, Kareem Abdul Jabbar, Moses Malone, Julius Erving y John Havlicek que pasara completamente desapercibido a nivel mundial en los setenta. La NBA era un producto minoritario incluso en Estados Unidos. En Europa, ni digamos.

La televisión lo cambió todo y cuando digo "la televisión" probablemente debiera decir "el satélite". De repente, el mundo entero pudo ver volar a Jordan, pudo ver a Barkley luchar por todos los rebotes, pudo disfrutar de la elegancia de Magic, la competitividad de Bird, la mala leche de Thomas y Laimbeer y así sucesivamente. Cuando la NBA aterrizó en Barcelona, llevaba varios años de trabajo previo que fue lo que realmente cambió la percepción del baloncesto en el resto del mundo.

Los niños ya querían ser Dominique Wilkins en el recreo antes de 1992, ya se quedaban de madrugada -o al menos grababan el partido, porque el vídeo sería otro factor a tener en cuenta- para ver el séptimo partido de una final y ya repasaban en el teletexto los resultados de la noche anterior. Si un entrenador se flipaba, se le llamaba Pat Riley, como al cortometrajista incipiente al que siempre se comparaba entre risas con Spielberg. La magnitud cultural de los ochenta llegó a todos sus productos, especialmente los estadounidenses. Y el baloncesto fue uno de ellos.

¿Es posible imaginar un desarrollo como el que ha habido en estas tres décadas sin el "Dream Team"? Sí. Habría sido más largo y más impreciso, porque no se sabría exactamente con quién nos estábamos comparando y cuánto nos faltaba para llegar a su altura, pero Europa ya había generado un Petrovic, un Kukoc y un Sabonis. Un Paspalj, un Volkov, un Radja y un Divac. Jugadores totales, fieras competitivas que unían habilidad, altura, contundencia y acierto en el tiro como rara vez se había visto antes. La excepcionalidad ya empezaba a convertir en norma, pero había que ponerle un listón para ver quién lo saltaba. El "Dream Team" fue eso: un listón. Un listón altísimo, desde luego, y un enorme divertimento… pero, en ningún caso, supuso el comienzo de nada. Tan solo, disculpen la herejía, fue un acelerador. Lo demás es religión o marketing o las dos cosas.