Sasha Djordjevic: "El orgullo y el ego me acarrearon problemas; quería que la gente de Barcelona supiese a quién habían echado"
El serbio, ex de Barcelona y Real Madrid y ahora seleccionador chino, abre la puerta a un posible regreso al Palau: "Iría de cabeza".

Una llamada de Yao Ming en 2022 le convenció para ser el seleccionador de la federación china, que ponía fin a una operación autárquica en el banquillo: desde 2014, solo técnicos locales como Gong Luming, Du Feng o Li Nan. Año y medio después, Djordjevic (Belgrado, 1967) lidera una transición que no termina de materializarse. Y es que tras un opaco Mundial y la no clasificación para los Juegos Olímpicos de París (sí estará su gran rival, Japón), Sasha tiene la presión, la difícil misión de que no se empequeñezca más el balón de basket del gigante asiático, de momento con sólo un jugador NBA: Kyle Anderson.
Mientras tanto, su nombre -mérito de una fiebre competitiva repleta de adrenalina- sigue relacionándose a equipos y selecciones potentes a nivel europeo. La azzurra para el post Pozzecco, el Madrid, y sobre todo un Barça que no termina de carburar con Grimau, emergen con fuerza. El fenómeno de Belgrado aprovecha esta charla con Relevo, desde Milán, para desgranar -sin acritud- cómo fue su paso por España y qué supuso ganar la Liga con los dos gigantes de nuestro país. Tiene alma y temperamento. Su quejido, sin embargo, es de amor, amor por su deporte, por nuestro país, por seguir gobernando el showtime. "Mi gesto de celebración con los brazos levantados, puño cerrado y dedo índice alzado es para recordar que soy el número uno. Nada más".
Cuénteme cómo llega al Barça en el 97. Estaba en Portland entonces.
Era diciembre. Cuando me llamaron hicimos las maletas y nos marchamos al aeropuerto mi mujer y yo. Estando allí para coger un avión rumbo a Barcelona me telefoneó mi agente para decirme que esperara, que era precipitado porque no estaba cerrado aún el acuerdo. Le dije que no me interesaban los últimos detalles, que yo ya estaba en el avión y que lo cerrara rápidamente antes de que yo llegara allí. Lo estaba deseando, y no me importaba el dinero.
¿Por qué? Había estado en clubes más potentes incluso: Partizán, Olimpia Milano, Fortitudo, NBA…
Conocía la ciudad, la directiva, el lugar, la tradición… Cataluña y el Barça, les tengo un cariño enorme. Hablo catalán, incluso. Quería a toda costa jugar allí y hacerlo bien. Hablamos de un club histórico, y yo quería formar parte de él. Militar donde lo hicieron Epi, Solozábal, Audie Norris, Chicho Sibilio… Un honor. Jugué muchas veces contra ellos antes, y les respeté muchísimo. Llegué muy enchufado.
En ese momento el club estaba inmerso en una crisis importante de resultados. Aíto, al mando.
Sí, pero conseguimos jugar la final de la Euroliga (derrota contra el Olympiacos de Ivkovic). Teníamos un buen equipo: Karnisovas, Jiménez, Dueñas, Esteller, Rafa Jofresa, Xavi Fernández… Llegamos con algunos lesionados como Kike Andreu, que se había roto el dedo, pero tengo que decir que gozábamos de un gran maestro al mando de todo.
¿Cómo fue con García Reneses?
Representa mucho para mí, aunque no sé si esto lo sabe. Llegué, y recuerdo que tenía toda la Prensa en contra. Una vez me llamó y me dijo: "Sasha, si hay un incendio en San Cugat es culpa de Aíto, ¿entiendes?". Tenía una gran responsabilidad, y yo quería ayudarle. Enderezamos el año ganando la Liga pese que en algunos tramos íbamos novenos. Te recuerdo una cosa: en la final contra el Madrid de mi amigo Herreros, el quinto partido lo ganamos allí. Lo celebré igual que en el Palau años después vestido de blanco. Desgraciadamente, de eso no se acuerda nadie. En Barcelona hay una foto mía que atestigua todo eso.
Tenía otros dos años de contrato más uno opcional. En el 99 volvéis a ganar la Liga, esta vez acompañada de la Copa Korac contra Estudiantes.
Ese año nació mi hija. Fue un periodo duro, porque sufrimos el bombardeo (la OTAN contra Milosevic) en mi país. Fue desagradable, porque no podíamos hablar con ellos: mis padres, mi hermano, mis suegros, los amigos de Belgrado… Jugué bajo las bombas, y me esforcé por ser un profesional. Nadie notó mi angustia, mi tristeza, mi rabia, sino todo lo contrario. Nadie -mis compañeros o entrenador- debía pagar por esto. Tenía que ver conmigo, con mi país, con mis orígenes. Ese año jugamos muy bien, de nuevo con un Aíto que regresó tras haber abandonado el club por la insoportable presión que recibía. Necesitó descansar, pero volvió a lo grande.
¿No le renovaron tras el doblete?
No, aunque me habría encantado seguir. Jugábamos un gran baloncesto, y los títulos llegaban también a nivel europeo. No ejecutaron esa opción de prolongar un año más, así que me quedé a vivir en Barcelona. Les di las gracias y me marché a casa, porque no tenía ofertas que me gustaran.
En octubre le llama Sergio Scariolo, entonces entrenador del Madrid.
La temporada había comenzado ya, pero yo estaba libre. Admiro mucho a Sergio, así que no dudé. Sé que era el eterno rival del Barça, pero repito que yo era (y soy) un gran profesional. Fui con ganas de demostrarlo.
1999-02 en Madrid, donde vuelve a ganar la Liga ACB: su tercera, esta vez en el Palau. En el fútbol, más que un caso Figo, la equiparación correcta bien podría ser la de Laudrup, a quien echó Cruyff y rescató Jorge Valdano para ganar la Liga con un Madrid que ese año masacró al Barça con un 5-0 en el Bernabéu. El danés vivió las dos manitas: la de Romario y la de Zamorano.
Tenía mucho que dar. Esa era mi sensación. Sí, ganamos la Liga en Barcelona. Creo que soy el único de la historia en haber logrado esto. En Barcelona, tras vencer, salió el orgullo de un jugador herido por haber sido descartado en un momento donde podía seguir dando mucho. Creo que era un líder allí en la Ciudad Condal.
Salió toda su ira, sus ganas de vendetta.
El orgullo y el ego son nuestros peores enemigos, y a mí me han acarreado problemas en muchas ocasiones. Quería que la gente del Palau supiera quién era yo, a quién habían echado. Eso no lo podían olvidar. No me fui yo, me echaron ellos. ¿Entiendes? Me dijeron: "Gracias, que te vaya bien". Por el amor de Dios, cada uno puede hacer o decir lo que quiera y hacerse de valer. Pasé tres años fantásticos en Madrid, donde también había muchos problemas económicos. Tratamos de solventarlos con algunos remiendos.
El bloque era español.
Sí, estaban los hermanos Angulo, Galilea, Alberto Herreros… Son mis amigos, pero también los del Barça. Conseguí triunfar nuevamente, es por eso que para mí ese club representa un capítulo clave de mi vida. Posee una historia estratosférica, de lo más grande en el mundo del deporte. Creo que lo hice bien, porque cada vez que vuelvo noto mucho que la gente me quiere. Últimamente también me aplauden en el Palau, aunque todavía de forma tímida. La gente, creo, comienza a entender quién fui y quién soy. Me gusta esto, claro que sí.
La afición blaugrana se lo tomó como una afrenta. El hecho de que el Madrid no pare de ganar Euroligas no ayuda, lógicamente.
Ya, pero yo no estoy cabreado para nada con el Barça. Soy orgulloso, pero no rencoroso ni nada por el estilo. Les guardo un cariño enorme.
Nacho Rodríguez entonces le recriminó fervientemente su gesto de reivindicación, de victoria, casi de reto. ¿Tuvo problemas con alguien más?
Nacho, perdiendo el partido y la Liga, sintió que debía actuar así. Se ganó al ambiente, pero fue muy criticado en Madrid, territorio hostil para él. No le juzgo, porque no tengo nada contra él. Nos vimos años después y nos abrazamos. Hemos sido compañeros y, juntos, hemos ganado muchos títulos. Es una persona exquisita, un chico súper. Fue un jugador fantástico, necesario en cualquier equipo. Es de esos que jamás quieres como adversario, porque es duro, de fuerte personalidad. Todo está olvidado.
¿Si el Barça le llama para el banquillo acepta?
Iría de cabeza. Me encantaría. No dudaría un momento. La ciudad, el ambiente fantástico… El Barça es el mejor club del mundo. La cultura deportiva que tiene… Mira, si me llama no me lo pienso.
Con China le queda un año de contrato, pero usted ya sabe lo que significa ser entrenador y seleccionador a la vez. Cuando dirigía a Serbia (2013-19) ocupó también los banquillos del Panathinaikos, Virtus y Bayern.
Tengo mucha energía, pero -siendo sinceros- compaginar esto no es fácil. Sí es cierto que transmito mi personalidad fácilmente al entorno que trabaja conmigo, pero es un desgaste importante a nivel nervioso. La preparación de los partidos, los viajes… Son dos trabajos diferentes, y yo me divierto, aunque es complicado. Se puede hacer, pero no es lo más ideal. No somos máquinas, tenemos también que desconectar y no pasarnos la vida entrenando o subidos en un avión. Los ritmos vertiginosos, el estrés…
Scariolo -ahora sin equipo- me decía meses atrás que él resistía porque tenía la suerte de necesitar poco tiempo de recuperación. Ahí estaba la clave.
Sí, es verdad que yo también necesito poco para recomponerme, pero me vacío con lo que hago porque lo doy todo. En Serbia fue fácil, porque entré en una atmósfera que ya conocía… Imagino que vale lo mismo para Sergio, que a la Selección española la conoce muy bien porque ha escrito la historia. Se sabe de memoria la Federación, los jugadores, sus colaboradores, su sistema está bien interiorizado allí, y esto ayuda tanto... Recuerdo que mis dos primeros años con Serbia fueron full time hasta que me hice con la situación. Rechacé a varios clubes potentes de Euroliga… Hasta que luego me marché a Grecia.
¿Eran españoles esos equipos de los que habla?
No (risas).