Una década, que pudieron ser 9 años, para convertir al Real Madrid en el 'equipo de Campazzo'
Facundo Campazzo se alza como el referente del conjunto de Chus Mateo formando trío de bases con los dos que le enseñaron cuando llegó: el Chacho y Llull.

Murcia.- Volver. Y de la misma forma que lo hubiera cantado Carlos Gardel. Porque Facundo Campazzo ha vuelto, por la puerta grande, al Real Madrid. Pero parafraseando el tema del que fuera su compatriota, lo ha hecho con la frente marchita, pero en el buen sentido. Porque este Facu hace tiempo que no es ese base argentino que llegó a la capital el verano de 2014 con apenas 23 primaveras y con mucho que aprender. Ni tampoco el que se fue hace a la NBA fruto de la ilusión -y quizá el ansia y el consejo de sus agentes por aquel entonces- por jugar al otro lado del charco. Han pasado tres años, una pandemia, una guerra -que aún continúa- y mil cosas más, desde la última vez. Aunque la realidad es que, tras lo visto en la pista, parece que ni siquiera haya pasado un segundo entre aquel noviembre de 2020 y este septiembre de 2023. "Pasaron muchas cosas", decía él. Y entre ellas, una experiencia que le ha convertido en referente de los suyos.
"Cuando llegó a Madrid por primera vez era muy joven. Y ahora ya no es tan jovencito, empieza a ser veterano", reconocía el entrenador del Real Madrid, Chus Mateo, que fue quien lo vio debutar, entonces como segundo de Pablo Laso, con la camiseta que, a día de hoy, luce como uno de los máximos referentes del equipo. Aquel Facu de 2014 aterrizó en el club blanco tras ser MVP en Argentina con Peñarol. Aquel Facu de 2014 sufría el hecho de que "había aspectos del juego que desconocía". Aquel Facu de 2014 fue el que se lesionó ese tobillo y acabó estando meses fuera de juego. Aquel Facu de 2014 fue el que llegaba como tercer base para suplir la baja de Dontaye Draper y tenía que aprender de Sergio Rodríguez y Sergio Llull.
Aquel Facu fue el que acabó yéndose de Erasmus a Murcia para aprender un idioma que realmente sólo estaba dormido en su subconsciente y lo único que hacía falta era que se despertara. Porque ese Facu, inexperto, pero ya con "hambre y ganas de ganar", como decía Chus Mateo, saber hablar baloncesto ya sabía, pero sólo necesitaba perfeccionarlo. Y lo hizo. Primero, en una tierra que este fin de semana le ha devuelto todo el cariño que él dejó en ella durante los dos años que estuvo en la UCAM.
Un año más tarde de lo esperado
Después, en un Real Madrid ya sin el Chacho, que había puesto rumbo a la NBA, ni un Sergio Llull que había sufrido una rotura del cruzado, pero que seguía estando para guiarle desde fuera. Y ahí fue cuando empezó a emerger un nuevo Facu que acabó forjándose en el camino arduo, aprendió que la liga de las tres letras no es un camino de rosas, y que la paciencia -como la que mostró hasta para volver a casa un año más tarde y vía Belgrado- es una virtud que te hace saber jugar con el tiempo. Algo clave en el baloncesto y que él ya maneja a la perfección.
Aún es pronto para hablar del Real Madrid o de lo que será este año. Pero la realidad es que lo visto en la Supercopa Endesa, la del sexto triunfo consecutivo, es que ahora, el conjunto blanco es el Madrid de Campazzo. Porque el equipo, que tanto echó en falta un primer base el pasado año, ahora tiene a un MVP en todos los sentidos para dirigirlo. Un jugador nato para el puesto de base, con un control en pista de absolutamente todo que, a sus 32 años, nada tiene que ver -o muy poco- con aquel joven de 23 que llegó a Madrid por primera vez.
Campazzo sabe qué hacer en ataque y en defensa, cómo medir los tiempos, saber a qué hay que jugar en cada momento, saber si se necesita más velocidad, más pausa, más juego estático o más creación para los jugadores interiores. Y por eso, el Real Madrid pudo vencer al Barça y a Unicaja para proclamarse campeón de la Supercopa. Y aún teniendo algún fallo, como las tres pérdidas consecutivas, por culpa de ese "hambre, que a veces le juega malas pasadas, porque en ocasiones se muestra ansioso por recuperar el balón. Quiere tenerlo cuando antes y entonces no espera", como explicaba el técnico. Pero lo mejor de todo es que, pese a ello, él es capaz de rehacerse y rehacer a los suyos. Tanto como para haberse convertido en un nuevo líder que tira del Real Madrid.
Hasta hace unos meses, Edy Tavares -y su juego diferencial en la zona- era la mayor arma del conjunto blanco. Ahora, ya no sólo está Edy, sino también Campazzo... Y aquellos a los que haga jugar. Basta con ver cómo conectó con Vincent Poirier en el último cuarto. Algo que hizo al francés mantenerse en pista, mientras Tavares se quedaba en el banquillo. Algo que es casi insólito, pero que fue un premio para el galo por su "sacrificio" y buen juego, como dijo Mateo. Y eso es lo que precisamente consigue hacer un líder, una etiqueta que, aún así, él nunca hubiera imaginado.
"En ningún momento imaginé ser líder. Llegue a mi primer año en Madrid y mi objetivo era disfrutar la experiencia, tratar de ganar minutos, mejorar como jugador fuera y dentro de la cancha e ir viendo. Seguir trabajando, disfrutando de ser parte de un equipo como el Madrid. Nunca pensé a largo plazo. Me planteo objetivos a corto plazo. Después lo otro va llegando. Para cosas buenas y cosas malas y yo pongo mi energía en el disfrute de pertenecer a un equipo como este", decía Campazzo.
Y sea como fuere, imaginándolo o no, la realidad es que ahora asume las riendas del Real Madrid, tres años después y 365 días más tarde de lo previsto, y formando el trío de bases con los mismos dos jugadores que le enseñaron cuando rookie qué era esto en el Real Madrid. Eso sí, como bien dice el refrán, el alumno superó a los maestros y, ahora, le toca a él ejercer como el tutor principal sobre el parqué.