Los bocadillos a escondidas de Iker Romero: "Eso sí que era sufrir, y no lo que dicen ahora"
El exjugador y entrenador español analiza en Relevo el debate sobre la presión y la exigencia en edades tempranas.
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¿Deben debutar los deportistas en la élite antes de ser mayores de edad? ¿Pueden estar sometidos a la presión del primer nivel o están aún en período de formación? ¿Un entrenador debe comportarse con una de estas jóvenes promesas con dureza o quizás debe ser más didáctico por ser más joven? Estas preguntan conforman un debate sobre el trato a estos deportistas precoces que se suele analizar desde fuera de los vestuarios y muy pocas voces del deporte se atreve a afrontar.
Iker Romero (Vitoria-Gasteiz, 42 años) ha pasado a la historia como uno de los mejores jugadores de la historia del balonmano español, pero a finales de los años 90 fue una promesa captada por el Balonmano Valladolid con solo 16 años. Cuatro entrenamientos diarios, la presión diaria de los grandes técnicos nacionales o carreras bajo cero por el río Bernesga a las ocho de la mañana como castigo forjaron las bases de su carrera en aquellos años.
Ahora, atiende a Relevo desde Alemania, donde cumple su segunda temporada como entrenador en el SG BBM Bietigheim de la segunda división germana. Después de dar el paso a los banquillos, habla claro sobre un tema tabú y recuerda sus inicios.
Valladolid fue la fábrica donde se construyó a Iker Romero.
Tengo muy buenos recuerdos de todos los clubes donde he estado. Especialmente, claro, en Valladolid, que fue el club que me dio la oportunidad. Juan Carlos Pastor, el entrenador de aquella época y un gran amigo mío, me dio la oportunidad, siendo un chaval de 16 años, para irme de casa y probar la experiencia de poder formar parte de un equipo profesional de la Liga ASOBAL.
Eras un adolescente que tenía que prepararse para la élite.
Es el club donde aprendí, de verdad, lo que es el balonmano. Entrenamos muchísimo y la verdad es que fueron tres años de pabellón, pabellón, balonmano, balonmano, a cada día, a cada hora. La verdad es que me fue genial. Tengo una experiencia muy buena, tanto por lo deportivo como por lo personal, en Valladolid.
Ahora, se debate si es bueno que los jóvenes debuten tan pronto en cualquier deporte... ¿qué opinión tienes tú, que has pasado por ello?
Si nos metemos en eso, creo que me metería en un charco que se podría malentender. Creo que, ahora mismo, digamos que estoy totalmente en desacuerdo a cómo se trata esto ahora. El tema de la 'superprotección' de los jóvenes, de lo que se llaman ahora el 'extraesfuerzo' en lo deportivo, en lo físico, en lo mental, que hay que cuidarlos... Creo que se está sobreprotegiendo a la juventud, en mi opinión. Creo que un chaval o una chavala de 16 años ya es suficientemente mayor para poder entrar en un entorno de élite, de dejar aparte el núcleo familiar, si lo desea, y empezar a formarse como un jugador profesional. O como una profesión de cualquier tipo. Ahora mismo, se está sobreprotegiendo a los jóvenes de 16 y 17 años. Ya son hombres o mujeres. Creo en el esfuerzo y creo que para llegar a algo en esta vida tienes que darlo todo. No puedes estar protegiéndolo hasta los 22 o 23.
¿Esa sobreprotección puede perjudicar a lo largo de su carrera o de su vida posterior?
En otras profesiones, tienes toda una vida, una carrera o una vida laboral de por delante que puedes llegar hasta los 65 años. No olvidemos que en el tema del deporte profesional, nuestra carrera como jugadores tiene un límite. En el balonmano, a los 34 o 35 años, tu carrera ya está prácticamente acabada. Hay un rango de 20 años. No puedes estar sobreprotegiendo a un chaval: 'a los 16 no porque es demasiado pronto, que empiece a los 21'. A los 21, ya le han comido la costada otros jugadores que llevan ahí desde los 16 o 17 años. Con 23 años, ya mira para adelante y, es un chaval joven sí, pero le quedan 10 años de carrera. Se puede empezar como se empezaba antes. Aquí en Alemania, ya se les exige un tratamiento profesional desde los 15 o 16 años. Es mi opinión, por supuesto.
El entorno de élite exige profesionalidad y dureza. También aguantar a la presión externa, pero también interna del vestuario. A todos nos puede venir a la mente las 'Lasinas' de Pablo Laso a Luka Doncic en el Real Madrid. En la mayoría de ocasiones, se señala al entrenador por el trato.
Sí, una pregunta: Se han hecho muchas entrevistas de este tema, ¿cuántos jugadores a los cuales se les ha gritado han dicho una mala palabra del entrenador? Muy pocos. Las críticas vienen de la gente de fuera, que ve que, en la sociedad de hoy en día, no se permite que un entrenador grite a un chaval o una chavala de 16 años. La sociedad lo ve como: 'oh, esto es imposible'. Pero todos los jugadores que son exigentes, que quieren llegar, agradecen esto. En mi carrera, todos mis entrenadores han sido increíblemente exigentes.
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¿Y tú? ¿Cómo recuerdas esa época? Tampoco es fácil aguantar el temporal.
Tanto Pastor, como Manolo Cadenas o Valero Rivera tenían una presión máxima cada día y yo solo les tengo palabras de agradecimiento a todos ellos. Conozco a muy, muy pocos que hablen o que no les haya gustado que un entrenador les haya exigido el máximo. Sí que conozco a muchos jugadores que se hayan quejado de que su entrenador no les haya exigido tanto.
Entiendo, entonces, que es una cosa que se señala desde fuera.
Hay que meterse dentro del deporte. El deporte de competición o el deporte de élite, los que mejor lo entienden son la gente que vive de ello, los que lo viven cada día. Muy pocos están en contra del sobreesfuerzo o de meter presión. Sin embargo, mucha gente está en contra de no meter la presión adecuada. Es mi opinión. Me ha sonado un poco como un buen filtro. Para el que está preparado para la élite o el que no.
¿Aguantar ese entorno de élite es uno de los filtros para hacer carrera?
Por supuesto. Está el filtro de la calidad, está el filtro de tomar buenas decisiones deportivas, está el filtro del esfuerzo, del día a día y está el filtro de la presión. Cualquier jugador de élite, de cualquier deporte que se precie, tiene que estar preparado para cualquier tipo de presión. Un entrenador tiene que trabajar día a día en la presión para que, cuando llegue un partido, vayas a un pabellón y haya 8.500 personas gritando y animando al equipo contrario en un partido clave, estés preparado para ello. Si vamos siempre con el 'buenismo' y que vaya todo relax, no es un buen entrenamiento para ese tipo de presiones. Hemos vivido en nuestra carrera muchos momentos o muchos partidos en los cuales estás jugando el todo y el nada en un momento de presión. Uno de los trabajos que creo que tiene que tener un entrenador es también trabajar no solo el tema técnico-táctico de los jugadores, sino los momentos de presión. Y si no lo aguantan, es que no valen.
¿Qué necesitan los jugadores para triunfar? Ahora que eres entrenador...
En mi opinión, los buenos jugadores son los que, por supuesto, tengan la calidad para ello, que se esfuercen cada día, que quieran ir esforzándose día tras día y que aguanten la presión. En los días de entrenamiento, hay muchos jugadores que son muy buenos y en el día de partido no. Esto que siempre habréis oído de 'este jugador tiene una calidad tremenda, si él quisiera...'. Si el quisiera no. Todo el mundo quiere, pero no puede. He conocido a muchos que son increíbles, que saltan y tiran muy bien, que ven los pases, tienen calidad... y no lo demuestran en los partidos. Es una faceta muy importante. Hay otros que no tiran muy bien, que son un poco lentos, pero tienen un gen competitivo extra y un nivel de soportar del estrés extra. Estos son los que al final llegan. Y si tienes todo el conjunto, son los cracks.
Recuerdas algún momento concreto, seguramente en Valladolid, donde te dieras cuenta de la importancia de todo esto.
Sí, mira, me acuerdo como si fuera ayer y estamos hablando de 1996. Nosotros jugábamos un torneo, con mi colegio de los Corazonistas en Vitoria, y por casualidad de la vida, fuimos a un partido que jugábamos y luego había un partido amistoso del Balonmano Valladolid contra el Portland San Antonio. Ellos jugaban más tarde y no deberían haber visto ese partido, pero llegaron mucho antes y lo vieron. Pastor vio que tenía algo de posibilidades y calidad. Tras hablar con mis padres, vino y me dijo: 'Oye, ¿te quieres dedicar a esto? ¿Tú quieres dejar la familia al lado a 200 kilómetros, venirte a un piso con tres personas a entrenar tres veces al día para intentar llegar?'. Y le dije: 'Me voy en bicicleta ahora mismo de Vitoria-Valladolid si hace falta'.
¿Y qué te encontraste allí?
El primer año fue un año que, si lo hiciera un entrenador ahora con unos jóvenes, le criticarían por ello. Por la mañana, entrenábamos gimnasio y carrera. Y luego, entrenamiento con los juveniles, con el segundo equipo y con el primer equipo. Estamos hablando de tres o cuatro horas de balonmano y una hora más de pesas o de carrera. Que fuera producente o no, igual es algo llegando más al límite, pero creo que me hizo ver que si algo quería, algo me iba a costar.
Un año para preparar a la máquina para la élite que comentábamos antes.
Fue terrible. Me acuerdo como si fuera ahora de entrar en el Pabellón Huerta del Rey y no salir. Ver siempre la noche de Valladolid. Pasamos horas y horas, repeticiones, repeticiones y repeticiones, y más repeticiones de todo. La verdad es que tengo mucho que agradecer, en lo personal y profesional, a Juan Carlos Pastor.
Hay mucha gente que ese sacrificio lo recordaría como algo malo o le revolvería un poco el cuerpo. En cambio, me dices que lo agradeces.
Fuimos una jornada de jóvenes que llegamos el mismo año. Roberto García Parrondo, Chema Rodríguez, Paco López... llegamos cuatro o cinco jóvenes a la vez y todos sufrimos lo mismo en los entrenamientos, todos hicimos lo mismo y todos se lo agradecimos. No hubo nadie... Bueno, hubo uno que a los tres meses lo dejó. ¿Qué pasó? El filtro que hablábamos antes. No aguantas y te vas. El resto aguantamos.
"Manolo Cadenas me hizo ver lo que es aguantar"
Exjugador de balonmanoY la mayoría fuisteis internacionales y jugadores muy destacados. Tanto es así que, después de esa formación, te vas al gran Ademar León que terminó siendo campeón.
En el Valladolid, fue mi primer paso para entender el balonmano. En un año en el Ademar, Manolo Cadenas me hizo ver, sinceramente, lo que es aguantar. Lo que hemos hablado antes de la presión, de todo... Manolo, que es una persona que la quiero con locura y también es una persona increíble, nos metía tanta presión diaria que el día de partido, te aseguro, que era el día de menos presión que teníamos. Jugábamos más tranquilos que el 'copón'. Era el único día que Manolo, delante de 3.000 o 4.000 personas, no nos podía hacer nada. ¿Sabes? Como te he dicho, no nos podía meter la presión que el día a día en los entrenamientos nos metía. Con él, era cada día ir con tensión al entrenamiento, estar con tensión en el entrenamiento y acabar el entrenamiento con tensión.
Suena muy duro. ¿Cómo era eso?
Te voy a contar una anécdota, que no sé si la he contado alguna vez. Yo, con el peso, siempre iba al límite en el tema de los kilos. Siempre iba al límite de que estaba un poco más gordo de lo que debería estar. Y en aquella temporada, en el año 2000, Manolo nos pesaba. Lo hacía los lunes o algún día por sorpresa. Teníamos que estar en un rango de peso. Si te pasabas ese rango del peso... nos mandaba a correr por todo el río Bernesga de León. Imagínate: a las ocho de la mañana, en los meses de diciembre y enero en León, y tenías que pagar. En enero, en León, corriendo por el Bernesga. ¿Sabes lo que te quiero decir?
Qué presión con la báscula...
El domingo por la noche no cenabas y el lunes no comías. Entonces, como teníamos el peso por la tarde, los jugadores que estábamos en el límite del peso siempre nos llevábamos un bocadillo. Nos pesábamos a toda leche antes del entrenamiento, dábamos el peso y nos escondíamos para comer el bocadillo para poder entrenar de seguido. Porque yo me decía: 'No me podía ir a correr al Bernesga mañana por la mañana 'ni jarto de vino'. El hombre nos cuidaba y nos trataba al límite, pero siempre con un respeto increíble y con un amor... Creo que Manolo, por muchas cosas que diga que se pasaba, nos trataba como a una hija. Poca gente hablará mal de Manolo Cadenas. Es un fenómeno, la verdad, pero nos ponía al límite.
Y eso que se dice que, en el balonmano, cuantos más kilos mejor...
Bueno, dentro de un peso. Lo que pasa es que sí que es verdad que éramos dos o tres jugadores que éramos los que teníamos el problema. Nos gustaba también mucho ir al Barrio Húmedo, las tapas, todo esto... y llegaba un momento en que sí que es verdad que llegábamos al límite.
Esas visitas al Barrio Húmedo... en esos años, en León, seríais los amos de la zona y 'las paredes' se podían chivar a Cadenas.
Era un club que éramos conocidos. Además, ese año, ganamos la liga. Éramos chavales de 20 a 22 años, y nos gustaba entrenar, competir y, como a todos los chavales de 22 años, también nos gustaba ir al Barrio Húmedo a comer unas tapas y salir. Teníamos que tener cuidado porque León era pequeño y Manolo se enteraba de todo. Si se enteraba, entonces ahí teníamos muchos problemas.
Justo te iba a preguntar si os pilló alguna vez y qué pasó.
Sí, pero esa anécdota no la puedo contar. Sí que nos ha pillado un par de veces, sí. Aunque muchas menos de las que salíamos. La verdad es que nos tomábamos nuestras prevenciones, teníamos nuestros truquillos. Cuando nos pillaba, luego había que pagar las consecuencias y ya está. Pero las pagábamos bien, con cariño.
También eráis una plantilla joven con gente que fuisteis la base de la selección. Juanín García, Alberto Entrerríos, Juancho Pérez...
Ellos ya llevaban jugando juntos dos o tres años. Nada más llegar, siempre he intentado ser un chaval bastante abierto y, como éramos gente joven menos un par de veteranos, nos íbamos ahí a comernos unas bravas. Hicimos amistad, éramos solteros prácticamente todos, y nos hicimos muy buenos amigos, que eso es creo que algo fundamental para lo que pudimos conseguir a posteriori. Estábamos todo el día o entrenando o en la calle...
O corriendo por el río.
Sí, la anécdota está bien... pero imagínate en León corriendo por el río, ¡me cachis en la mar! Eso sí que era sufrir, y no lo que dicen ahora.