Cristina Fernández, la primera mujer que arbitró en División de Honor y que no renunció pese a sufrir agresiones e insultos: "Era mi locura"
La gallega fue también la primera mujer en arbitrar internacionalmente y entró en política con el BNG.

No ha pasado tanto tiempo desde que Cristina Fernández Piñeiro (Gondomar, 1963) se cortó la coleta para retirarse del mundo del arbitraje. Su pasión por el balonmano, que ella misma eleva a la categoría de "locura", le sirvió para romper estereotipos rancios basados en que la tarea de arbitrar parecía destinada en exclusiva a los hombres. Nunca le importó el qué dirán. Tal vez por eso se hizo árbitra con 17 años. En sus comienzos tuvo que oír cómo el público le pedía que se fuera a la lavar la loza, a barrer o hacer las camas cuando le veían vestida de negro. "Lo de llamarte hija de… se puso de moda más tarde", afirma. Eso no fue lo peor. Al llegar a la máxima categoría los comentarios despectivos se transformaron en insultos, escupitajos o agresiones. Nada ni nadie le hizo renunciar a su sueño de estar ligada a un deporte que comenzó a practicar siendo muy niña en el colegio Enrique Rodríguez Márquez de su localidad pontevedresa natal.
El reconocimiento institucional le puede llegar en junio. Está nominada para ingresar en el Hall of Fame de la Liga ASOBAL. De los diez candidatos es la única mujer. Para comprender mejor la idiosincrasia de esta gallega, madre de mellizos (Beoña y Xenaro) y actual directora del colegio Humberto Juanes, hay que remontarse a su infancia. Sus padres, Domingo y Guadalupe, tuvieron cuatro hijas. Ella fue la segunda. "Como todas éramos mujeres mi madre siempre nos inculcó que fuéramos autónomas y autosuficientes, y eso es algo que aún llevo en las venas". Si a esa lista de féminas se une su abuela, que también vivió con ellas, resulta que Domingo llegó a convivir con seis mujeres en la misma casa. "Nunca percibí ningún tipo de límites en lo que podía hacer, y así me críe desde pequeña", añade.
Resulta curioso comprobar que todas las hermanas, sin excepción, se decantaron por el balonmano. Como eran muy seguidas –se llevan solo un año de diferencia-, llegó a coincidir en categoría cadete con Conchi y luego, en juveniles, también compartió equipo con Begoña. Para entonces ya se habían mudado a Vigo donde todas ellas estudiaron y jugaron a balonmano en el colegio Chouzo. "Mis padres siempre valoraron muchísimo que hiciéramos algo de deporte", subraya. Domingo era el encargado de llevar y recoger a sus cuatro hijas de los entrenamientos o de los partidos. "La verdad es que nuestro coche siempre estaba preparado para viajar, y es un tiempo que él siempre lo dio por bien empleado".
En 1980 la Federación Provincial organizó en su colegio un curso de iniciación en el arbitraje, y Fernández no lo dudó. Todo eran chicos salvo tres mujeres adolescentes "Marisa, María José y yo". A nadie extrañó la presencia de aquel trío. "Éramos unas mujeres con mucha personalidad y que sabíamos muy bien lo que queríamos, así que nadie nos cuestionó", espeta. Con el paso del tiempo las otras dos chicas abandonaron el arbitraje porque no era compatible con sus estudios o con su forma de vida, "pero no porque no contasen con ellas". Fernández, sin embargo, buscó la forma de hacer compatible lo familiar y lo profesional con su auténtica pasión. "Si me gusta el balonmano y soy una loca del balonmano, el arbitraje era una forma de seguir vinculada a lo que más me apetecía hacer". ¿Arrepentida de su decisión al echar la vista atrás? "En absoluto, sé que acerté", responde con contundencia.
Durante tres años compatibilizó sus tareas de jugadora, entrenadora y árbitra. "Es que todo lo que pasaba por mi cabeza estaba relacionado con el balonmano". Cuando en 1983 la ascendieron a categoría nacional, se vio obligada a abandonar la práctica del balonmano para dedicarse solo al arbitraje. A principios de los ochenta las mujeres eran una especie de rara avis en un ambiente copado por hombres, así que las designaciones siempre le llegaban encabezadas con la palabra "señor". Algo tenía que cambiar. Se lo hizo saber a los dirigentes. "Jolín, que soy una señora", protestó. Tampoco es que se dieran mucha prisa en atender su reclamación porque tardaron varios años en modificar el dichoso encabezamiento. Ella lo compara con la época en la que el banco le enviaba a casa la nómina con el nombre de su marido porque tenían cuentas conjuntas. "También me enfadé con ellos y se lo hice saber, lo que ocurre es que, como hoy en día no pasan ya estas cosas, cuando se lo cuentas a los jóvenes les cuesta creérselo".
Los episodios de machismo en la cancha antes de llegar a la élite del arbitraje no eran tan frecuentes como se pueda pensar. Los consejos de "vete a fregar la loza" o de hacer las camas eran más bien esporádicos. Superado el aprendizaje con nota alta, en 1988 se convirtió en la primera mujer en pitar un partido de la liga ASOBAL. Tuvieron que pasar casi dos décadas hasta que en 2006 llegó Ágata Gracia. La gallega recuerda que el público le aceptó "perfectamente". A la hora de protestarle alguna decisión no hacía distinciones. "Si creían que lo hacía mal me abroncaban como a un hombre". Mientras, fuera de las canchas la vida seguía para Fernández. También tenía que afrontar sus responsabilidades como madre y profesora. Tuvo "muchísima" suerte, porque al ser funcionaria le concedieron los permisos necesarios para conciliar. La misma suerte que tener a un exjugador de balonmano como pareja "que siempre me apoyó en todo".
El mundo del arbitraje también tiene su cara desagradable. "Que te agredan es lo peor que te pueda pasar", indica. Pues a Cristina Fernández le ocurrió en más de una ocasión. Cuenta el pecado, pero no el pecador "para que la gente no piense que allí son todos unos bestias". Lo más "terrible" que le sucedió fue cuando le propinaron una patada "que me tiró al suelo". Otra vez le golpearon en la frente con una botella de plástico llena de agua, por no mencionar algún que otro empujón de alguien del público contrariado con sus decisiones. "Te quedas muy dolida y tienes que hacer un análisis muy profundo para valorar lo ocurrido", explica.
También cuenta a la hora de seguir en el arbitraje lo que pueda decir la familia. En este punto salta como un resorte. Hasta en cinco ocasiones repite la palabra "siempre" para recalcar lo apoyada que se ha sentido en todo momento. Esa insistencia en seguir siendo árbitra pese a todos los inconvenientes se explica gracias a una personalidad "muy bien definida". Si algo tiene claro es que para salir a la cancha vestida de negro se tiene que ser muy consciente de por qué se hace. "Cuando a veces surgen problemas en un partido te sientes menospreciada y no lo pasas bien, pero eso, al mismo tiempo, te define mucho como persona".
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Liga Plenitude (@ASOBAL) March 8, 2024
Ponemos el 💡 en Cristina Fernández Piñeiro, la 𝗽𝗶𝗼𝗻𝗲𝗿𝗮 que reventó el techo de cristal en el arbitraje español✊🏾
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Poco a poco, su labor en el mundo del arbitraje empezó a ser reconocida. Eso sí, todavía tuvo que seguir luchando para hacerse valer como mujer y árbitra. En 1991 hubo un curso en Paris para alcanzar la internacionalidad. Y claro, Cristina Fernández se presentó. En la IHF eran algo escépticos. Hasta tuvo que enviar un video de la final de Copa que había arbitrado un año antes en Pontevedra entre el Bidasoa y el Barcelona para convencerles. La Federación también la arropó sin ambages. Eso le facilitó las cosas para convertirse en la primera mujer que arbitraba en Europa. En su brillante curriculum aparecen cuatro finales de la Copa del Rey, seis de la Copa de la Reina y una final femenina de la Champions en Eslovenia "el mismo día que se casaron los reyes, el 21 de mayo de 2004". También se convirtió en la primera mujer en pitar un partido en un mundial. Fue un Dinamarca-China disputado en 1997 en Alemania. Su acompañante era otro español: Pablo Permuy.
Aún retumban en los oídos de Cristina Fernández las expresiones con las que tanta vehemencia se expresaban algunos entrenadores como Txomin Bárcenas, Juan de Dios Román o Zupo Ekisoain. "Eran muy temperamentales, sobre todo Juantxo Villarreal, pero cuando se acababa el partido todos me demostraron siempre que eran muy buenas personas". De hecho, dice que no guarda rencor a nadie por su comportamiento dentro de la cancha. "A todos les recuerdo con mucho cariño", afirma. Del mismo modo, también confiesa que si alguna vez se equivocó "siempre me supe disculpar".
Su peor momento como árbitra fue lejos de un pabellón. La IHF le había designado para dirigir un partido en Skopie, la capital de Macedonia. Antes de llegar al aeropuerto de Santiago se dio cuenta de que no llevaba los billetes ni el pasaporte. Tuvo suerte porque pudo comprar otros billetes que le costaron mil euros "y que luego Iberia me devolvió el importe". Ya en Madrid acudió a una comisaría de Policía a primera hora de la mañana para que le expidieran con urgencia un nuevo pasaporte. Aquella pesadilla acabó bien y pudo llegar a tiempo al partido.
Lejos del arbitraje Cristina Fernández es una mujer comprometida con la defensa de los derechos de las mujeres. Es, de hecho, una de las fundadoras de la Fundación feminista gallega Area Loura. En su triple condición de mujer, madre y feminista, se atreve incluso a comentar la sentencia que ha absuelto a Dani Alves. No critica el fallo porque "seguro que los jueces han emitido un veredicto que es conforme a la ley". Otra cosa es que piense que la clase política, los jueces "o quienes haga falta" se reúnan para darle vueltas a esa norma y modificarla "para ajustarla a lo que se espera de una ley del siglo XXI".
Ahora, a sus 61 años, se siente una ciudadana de un mundo que le resulta "muy versátil". Es, como ella misma dice, una de esas personas que siempre trata de adaptarse a cada momento de la vida y de resolver los problemas que se le presentan "unas veces bien y otras no tanto, pero siempre intentado ser positiva". Y es que también le gusta la política. Desde hace 20 años milita en el Bloque Nacionalista Galego (BNG) y durante el bipartito entre nacionalistas y el PSOE (2005-2009) solicitó una comisión de servicios en su colegio para ser nombrada primero Jefa Provincial de Deportes en Pontevedra y más tarde asesora del Gabinete de Dirección General para el Deporte de la Xunta.