La lacra que frustra el renacer de la Liga Asobal: "En la 2ª división francesa se cobra el doble que aquí"
Recién profesionalizada la máxima categoría del balonmano español, los jugadores no se conforman y señalan un problema que parece eternizarse.
No siempre que se marcha la tormenta llegan días de bonanza. En esas anda el balonmano español, atrapado desde el petardazo de la crisis económica en una suerte de callejón sin salida. Entre 2008 y 2014 desaparecieron numerosos clubes históricos de la Liga Asobal —entre ellos, Teka Cantabria, Ciudad Real, San Antonio, Torrevieja, Atlético de Madrid y Valladolid—, los mejores jugadores emigraron despavoridos, muchos de ellos perdonando dinero, y los impagos se convirtieron en una práctica a la orden del día. Mientras, para colmo, los Hispanos encadenaban gestas sin parar en Europeos, Mundiales y Juegos Olímpicos.
"Vale que hemos superado esa crisis y que los clubes ya no te deben dinero, pero siguen faltando muchas cosas; no nos podemos conformar con sobrevivir", reconoce al otro lado del teléfono Antonio García, protagonista en gran parte de aquellos éxitos, pero autocrítico con el devenir de la liga de la que se enamoró en los 90, cuando era un crío y contemplaba ensimismado a las figuras de cada club. "La falta de visibilidad ha provocado una carencia tremenda de ídolos. En Benidorm no conocen al mejor jugador del Bidasoa, por poner un ejemplo. Antes, cada equipo tenía a dos o tres estrellas que llegaban al gran público".
Él, en cualquier caso, se autoproclama sindicalista de la causa. Reaccionario, incluso. Pero los datos le respaldan, y no solo en la competición doméstica, sino en el dibujo general de un deporte que, ahora venido a menos, llegó a ser el más practicado de España en la década de los 70 —sí, también por encima del fútbol—. Una década más tarde, en los 80, rozó las 300.000 licencias federativas, algo utópico si se compara con las 90.000 que ronda la RFEBM desde el cambio de siglo.
EL BALONMANO LLEGÓ A SER EL DEPORTE 'REY'
"Los sueldos se han visto reducidos en torno a un 60% y un 70% y la mitad baja de la liga cobra el salario mínimo interprofesional [1.080 euros]", lamenta Rubén Garabaya, campeón del mundo con la Selección en 2005 y actual técnico del Sinfín cántabro, uno de los equipos con menor presupuesto de la competición. "Es una pena, pero la mayoría de jugadores tienen que compaginar el balonmano con estudios, trabajos y demás. No se pueden permitir ahorrar para el futuro".
La realidad, más allá de lo que cada jornada se queda en el parqué, es que el gran público ha dejado de saber dónde puede ver los partidos por televisión. Desde 2013, la Liga Asobal no se retransmite en abierto por los canales de RTVE. Primero la acogió Movistar+ y más tarde LaLiga+ (antes LaLigaSportsTV), que desde 2018 ofrece todos los encuentros de forma íntegra por algo menos de 70 euros al año. Eso sí, el mejor duelo de cada jornada pasa a la señal de Teledeporte.
Así, el duelo inaugural de la presente campaña, el que enfrentó al Bidasoa y al Barcelona —cuarto clasificado y campeón de la última liga—, reunió frente al televisor a 53.000 espectadores (0,6% de share), siendo la quinta emisión más vista del día en el canal deportivo de RTVE, justo por detrás de la programación especial de La Vuelta y la novena prueba del Mundial de SuperBikes. No obstante, en lo que va de curso, la media es de 40.000 televidentes por partido, una cifra muy lejana al medio millón que congregan los Hispanos en cada cita de un gran torneo y, a su vez, muy superior a las que registra cualquier plataforma de pago.
La tiranía del Barcelona, una china en el zapato
A los datos de audiencia y a la incapacidad para enganchar al público joven hay que añadir, claro, la falta de competencia por el título de campeón. Es aquí, de hecho, donde surge la dichosa pregunta, esa que sobrevuela sobre los pabellones de todo el país cada cierto tiempo, sin excepción. ¿Puede resurgir de sus cenizas una liga en la que cada año se conoce al campeón antes incluso de disputar la primera jornada?
Porque sí, amigos, desde el ya lejano 2011, el Barça —que varió sus apellidos al son de diversos patrocinadores— ha ganado, sin excepción, todas las ediciones de la Liga Asobal. Una, dos, tres, cuatro… Así, hasta 13 seguidas (ya anda camino de la 14ª). No sucede cosa igual en ninguna otra competición de nuestro país. Por el camino, los culés dejaron rachas estratosféricas de hasta 172 victorias consecutivas entre todas las competiciones nacionales. Es decir, años y años encadenando triunfos, uno detrás de otro, en Liga, Copa Asobal, Copa del Rey y Supercopa de España.
"La situación económica no es culpa de un equipo. Es más, en casi todas las ligas extranjeras existe un dominador claro", señala Garabaya, en las filas del Barça entre 2007 y 2010, justo antes de que los catalanes comenzaran a arrasar con todo, engrosando su presupuesto hasta diez veces más que el siguiente en la lista. "Mira, por poner un ejemplo, a pesar de que en la Fórmula 1 lleva años dominando Verstappen, hay carreras muy bonitas, con adelantamientos, peleas y muchas pequeñas historias. La cosa es saber encontrar esas historias y poder vendérselas a la gente".
"También tenemos que intentar que los jugadores españoles se puedan quedar en España, al menos más de lo que lo hacen hoy", añade García, culé en 2017, cuando volvió a la Asobal por una cesión esporádica tras jugar en Francia, Hungría y Dinamarca. "Nos falta iniciativa para tomar ejemplo de las grandes ligas europeas. Francia, por ejemplo, estaba hace diez o doce años como nosotros ahora: estabilizados, pero con presupuestos más bajos que otras competiciones. Míralos ahora, su liga es una potencia mundial".
Para subir el nivel de la clase media, esa que yace fuera del Palau Blaugrana, todas las partes coinciden en que se debe cortar la incesante fuga de talentos. Tal es la sangría, que de los 18 Hispanos que se colgaron el bronce Mundial el pasado mes de enero en Polonia y Suecia, solo uno juega en la Asobal: Gonzalo Pérez de Vargas, que ya ha firmado con el Kiel alemán para migrar a la Bundesliga en 2025. "Es que hay jugadores que en la segunda división francesa están cobrando más del doble que un jugador top-10 de nuestra liga, quitando a los del Barça", apunta García desde Granollers.
"En mi última temporada aquí, antes de irme por la crisis [2010/11], había compañeros cobrando 4.000, 5.000, incluso alguno con un contrato de 7.000 euros al mes. Esto ya no existe. En el Granollers ya no hay ningún jugador que cobre 4.000 euros al mes. Ninguno. ¡Pero ni cerca, vamos! En la segunda división francesa, por ejemplo, el sueldo medio es de 1.800 euros, casi más que en la Asobal, donde andará entre 1.500 y esas cifras. ¿Cómo no te va a rentar salir de aquí?".
Antonio García alcanza los 1000 goles en la Liga Plenitude Asobal, según informa el Bm Granollers. Cifra a la que ha llegado en el partido ante el Cisne (37-24). Enhorabuena D.Antonio #LigaPlenitudeAsobal
— Luis Miguel López (@Luismilopez5) March 3, 2023
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Para atajar el problema y construir algo que perdure, un aparente primer paso podría ser la profesionalización de la Asobal, efectiva desde julio del pasado año. "Si te digo la verdad, aún no sé qué herramientas nos da para mejorar lo que tenemos", admite García. "A nivel de marketing, de difusión y de patrocinadores se ha dado un paso adelante, pero falta mucho. Llevamos muchos años escuchando lo mismo, que el balonmano español está sacando la cabeza, pero la situación se sostiene porque jugadores y entrenadores estamos dispuestos a jugar cada vez por menos dinero y en condiciones mucho más precarias que antes".
Desde Cantabria, Garabaya también se resigna a contemplar el panorama actual, donde los jugadores utilizan la Asobal como un escaparate en el que "promocionarse" de cara a otras ligas donde puedan aumentar sus salarios. Sin embargo, el ex pivote asturiano cree que desde la mencionada profesionalización, la Liga Asobal parece haber arrojado algún destello de luz. "Eso sí, no te garantiza el éxito", advierte, sabedor de que ahora todo el poder radica en los clubes. "Las medidas que se tomen de ahora en adelante pueden ser muy buenas, pero también pueden hacer mucho daño. La responsabilidad es enorme. Al final, cuando la bolsa está llena, las repercusiones tienen un daño limitado, pero cuando la bolsa está prácticamente vacía, hay que andar con pies de plomo".