BALONMANO

El milagro de Zupo Equisoain, el héroe del pueblo que acabó con la dictadura del Barça: "Veníamos de las catacumbas"

El Portland San Antonio, con el técnico navarro a los mandos, derrotó al 'Dream Team' en la final de la Copa de Europa de 2001 y evitó la sexta corona culé consecutiva.

Mateo Garralda, en una acción del partido de ida de la final de la Champions de 2001. /JESÚS DIGES / EFE
Mateo Garralda, en una acción del partido de ida de la final de la Champions de 2001. JESÚS DIGES / EFE
Andrés G. Armero

Andrés G. Armero

Nadie en el balonmano europeo era capaz de hacer frente al FC Barcelona aquel lustro, el Dream Team que conquistó cinco Copas de Europa correlativas entre los años 1996 y 2000. Pero en Pamplona, tras la llegada de Portland como patrocinador en 1997, el San Antonio trabajó en la sombra para terminar contra pronóstico con la dictadura blaugrana en la Copa de Europa de 2001.

Zupo Equisoain (Pamplona, 1962) fue el arquitecto de aquel equipo que tuteó a todo un continente desde un club de 150 socios y apenas 2.000 abonados. "Yo he vivido en las catacumbas y en los cielos. San Antonio era un equipo de solera, muchos años en División de Honor, pero cuando entró Portland dimos un salto. El primer año fuimos subcampeones de Liga y Copa, el siguiente ganamos la Recopa... y así conseguimos, peldaño a peldaño, 11 títulos", explica un hombre que era más que un entrenador.

Fermín Tajadura, el presidente de aquel club, le daba plenos poderes a Zupo: negociar con representantes, fichar... "Los jugadores vivían muy bien en Pamplona, donde se cumplía contractualmente, estaban felices por la calidad de vida y no había presión de ningún tipo", recuerda un técnico que siempre ha tenido un ojo especial para las contrataciones, como demuestra aquel superquipo que alcanzó su cénit en el milagro de la Champions de 2001.

Zupo Equisoain, técnico del mítico Portland San Antonio.  ARCHIVO
Zupo Equisoain, técnico del mítico Portland San Antonio. ARCHIVO

"Yo tenía tres mandamientos. El primero, cómo era el jugador a nivel personal: si iba a encajar en el vestuario, si no era problemático. El segundo, el tema económico: si podíamos llegar a sus pretensiones. El tercero, la calidad del jugador", apunta Zupo antes de entrar en detalles. "Jackson Richardson era Bambi, tan buen tipo... Yo no he visto a nadie al que le aplaudan en todas las pistas de balonmano. Alguno siempre te silba, pero a este todo cristo le aplaudía", enfatiza sobre el genio francés, su director de orquesta en la pista.

En aquella primera línea de ensueño también estaban el extremo Jakimovich y el histórico Mateo Garralda. "Tenía pedigrí navarro, era el capitán del equipo. Las prestaciones ya se saben: lucha, pelea al 100%, dejarse la vida, matarse y activar a los compañeros", afirma. Porque más allá de lo táctico, "la clave era que aquel vestuario era un grupo de amigos", una pandilla que el próximo junio volverá a reunirse, dos décadas después, para una comida plagada de buenos recuerdos.

Zupo se dio cuenta de que la Champions del 2001 no se le escaparía dos semanas antes de comenzar la final a doble vuelta contra el Barça. La razón no era otra que "el hambre y las ganas de ganar que demostraron" sus pupilos. Hasta ese año siempre habían claudicado ante el gigante blaugrana. Pero un triunfo en la Supercopa de Europa les mostró el camino: "Esa victoria ante el todopoderoso Barça fue un acelerón psicólogico antes de la final de la Copa de Europa".

Jackson Richardson, en la final de la Champions de 2001.  EFE / JESÚS DIGES
Jackson Richardson, en la final de la Champions de 2001. EFE / JESÚS DIGES

En la gran final continental, el sorteo benefició al Barça, que disputaría su segundo partido en el Palau, una pista infranqueable. Zupo sabía que necesitaba una renta notable en la ida y preparó un dispositivo para atacar el famoso 5-1 blaugrana, a la par que se blindó contra los letales contraataques individuales de Antonio Carlos Ortega y Rafa Guijosa. "Los Mainer, Ambros y Barbeito tenían una orden: ni un gol de contraataque directo. En ambos partidos lo repliegues fueron exquisitos", recuerda.

El equipo navarro, con una extraordinaria actuación del arquero Buligan, viajó a Barcelona con un colchón de seis goles (30-24). Y allí sorprendió a todos con una decisión contra natura. Sentó al héroe de la ida y le dio la alternativa a Jota Hombrados. "Nadie se lo esperaba", dice. El legendario Jota y una defensa sin fisuras frenó al Barcelona, que no tuvo opciones hasta los tres minutos finales, donde atacó para igualar la eliminatoria. El Portland recuperó el balón y Jesús Olalla remachó la final. En el luminoso, un insuficiente 25-22 para el Barcelona. Se terminaba una era. El Dream Team había pasado a la historia.

Los nombres de aquellos héroes salen uno a uno de los labios de Zupo Equisoain, el líder que llevó a San Antonio, un 28 de abril de 2001, a una cumbre impensable. Un proyecto que se fue diluyendo con el paso de los años hasta la desaparición definitiva en 2012, que Zupo vio con enorme tristeza desde la distancia. "El error fue no saber dar un paso atrás. Fue una pena. Esa experiencia que te da luchar por no descender, de venir de las catacumbas y luego luchar por lo máximo nos había dado mucho aprendizaje", se lamenta. El club murió en parte de éxito, pero su gesta de aquella primavera de 2001 permanecerá para siempre en la memoria de los aficionados. El año en el que San Antonio derrocó al mejor equipo de todos los tiempos.