La dinastía danesa mantiene el reinado mundial por tercera vez consecutiva
Dinamarca se impone a Francia (29-34) y se convierte en la única de la historia en conseguir tres mundiales seguidos.

No hay rival para Dinamarca. Al menos, no si se trata de la final del Mundial de balonmano. La selección danesa, que hizo a los Hispanos decir adiós al sueño de luchar por el oro, ha revalidado su título como campeona del mundo tras imponerse a Francia por 29-34. Sin embargo, esa corona, que ostenta desde 2019, se ha convertido en algo más grande esta vez. Dinamarca, con el oro de este domingo, se convierte en la única selección que logra tres títulos mundiales de forma consecutiva. Y lo ha logrado siendo mejor que su rival en todas las facetas, desde el ataque a la defensa, pese a que el combinado galo trató de luchar hasta el final por revertir un marcador en el que nunca logró estar por delante.
El partido apuntaba a cita grande y no defraudó. Por un lado, porque era una reedición del mismo partido que se vivió en Tokyo para luchar por el oro. Por otro, porque, precisamente, Francia quería ampliar ese reinado y sumar otro metal dorado al que consiguió en esos Juegos Olímpicos. Y por otro más, porque Dinamarca, vigente doble campeona del mundo, quería sacarse la espina de esa cita olímpica y lograr un hito hasta ahora no conseguido: se campeona por tercera vez consecutiva. Y así se vio durante los 60 minutos de juego.
A los daneses le bastaron 15 minutos de juego para poner distancia en el marcador (7-12). Sin embargo, los Bleus lograron minimizar daños antes de que finalizase el primer acto. Tanto fue así que solo se fueron al descanso un tanto por detrás en el marcador (15-16).
Al igual que había pasado con el partido anterior, ese Suecia - España que culminó con la victoria de los Hispanos y, por tanto, el tercer escalón del podio, la intensidad y la velocidad fue la tónica general de una final en la que, cómo no, Niklas Landin fue un absoluto muro bajo palos que evitó las arremetidas galas. Y si a él se suma una gran actuación coral y a Mathias Gidseln multiplicándose en pista -si había que atacar, ahí estaba él para anotar o asistir; si había que defender, ahí estaba él para frenar a los Bleus, pocos argumentos podía haber para evitar lo inevitable.
Francia lo luchó -más que lo que se había visto en el arranque, que pareció olvidarse de jugar por momentos- y peleó con uñas y dientes. Tanto que incluso logró igualar el marcador tras el receso... pero no ponerse nunca por delante. Y sin dejar que el cuadro danés se terminase de escapar llegó el partido a sus últimos diez minutos en los que el físico y el talento danés fueron contundentes. A cinco minutos del final, Dinamarca jugó con un +3 o +4 a favor y de ahí no bajó. Y aunque los Bleus persistieron, la dinastía danesa dejó claro que la corona sigue siendo suya (29-34).
Tercer mundial consecutivo, tras el de 2019 y 2021, para una Dinamarca que no sabe lo que es perder un partido en la cita del mundo desde el año 2017 y que se convierte en la única de la historia en lograr la corona por tercera vez consecutiva.