Cuando el FBI golpeó a la corrupción del boxeo interviniendo la Federación Internacional de Boxeo
En 1999, la Oficina Federal de Investigación de Estados Unidos, intervino la Federación Internacional de Boxeo debido a los casos de corrupción que habían descubierto. Es el único organismo, de los principales, que tiene su sede central en el país.

El boxeo ha sido siempre un deporte de épica y tragedia, de gloria y controversia. Pero en 1999, la sombra de la corrupción se hizo insoportable cuando la Federación Internacional de Boxeo (IBF) fue el epicentro de un escándalo que sacudió los cimientos del pugilismo profesional. El FBI intervino, las cámaras ocultas grabaron lo impensable y las revelaciones fueron un golpe más fuerte que cualquier nocaut en el cuadrilátero.
Todo comenzó con una sospecha. Desde mediados de los 90, los rumores de que los rankings de la IBF eran manipulados a cambio de dinero circulaban en los pasillos del boxeo. Pero no eran solo habladurías. Algunos promotores y entrenadores sabían que si querían que sus boxeadores tuvieran una oportunidad titular, había que pagar el precio adecuado. No importaba el talento, no importaban las victorias. Quien más pagara, más alto en el ranking.
El FBI empezó a investigar y encontró un testigo clave: C. Douglas Beavers, el entonces presidente del comité de clasificaciones de la IBF. Beavers decidió confesarlo todo. Admitió que los sobornos no eran aislados, sino parte de una práctica sistemática dentro de la federación. El epicentro del fraude tenía un nombre claro: Robert W. Lee Sr., presidente y fundador de la IBF, quien manejaba las clasificaciones como si fueran fichas de casino.
La trampa del FBI: cámaras ocultas y dinero en efectivo
Con la colaboración de Beavers, los agentes del FBI idearon una estrategia para atrapar a los implicados con pruebas irrefutables. Entre 1997 y 1998, organizaron reuniones encubiertas con Robert W. Lee Sr. en un hotel de Portsmouth, Virginia. Las habitaciones estaban equipadas con micrófonos y cámaras ocultas.
Las grabaciones captaron a Lee Sr. recibiendo sobres con dinero y discutiendo cómo alterar los rankings en favor de ciertos promotores. Su hijo, Robert W. Lee Jr., también estaba implicado, junto con otros altos cargos de la federación. En la lista de los que se beneficiaban del sistema aparecían nombres pesados del boxeo como Don King y Bob Arum, los dos promotores más influyentes de la época. En noviembre de 1999, la investigación culminó en una acusación formal contra Robert W. Lee Sr., su hijo, y otros directivos de la IBF. Se les imputaron cargos de conspiración, fraude, lavado de dinero y extorsión.
El proceso judicial fue un circo mediático. Testigos de renombre subieron al estrado, incluyendo a promotores que, entre titubeos, reconocieron que los sobornos eran parte del juego. Bob Arum admitió haber pagado 100.000 dólares para que sus boxeadores fueran clasificados. Las pruebas eran contundentes, pero el juicio tomó un giro inesperado. El jurado absolvió a Lee Sr. de los cargos más graves relacionados con la extorsión y los sobornos, aunque lo hallaron culpable de evasión fiscal, lavado de dinero y crimen organizado.
La sentencia: 22 meses de prisión y una multa de 25.000 dólares. Su hijo, Robert W. Lee Jr., fue absuelto de todos los cargos. Don "Bill" Brennan, otro implicado clave, fue liberado debido a problemas de salud. El escándalo ensombreció aún más la imagen del boxeo, un deporte que ya venía arrastrando la reputación de estar dominado por intereses oscuros y decisiones arbitrarias.
¿Qué cambió después del escándalo?
La IBF quedó marcada de por vida. Bajo la supervisión de un juez federal, la federación implementó nuevas reglas para mejorar la transparencia en sus rankings y evitar futuras manipulaciones. Después de cinco años de supervisión federal, el juez John W. Bissell dio por finalizada la intervención, aunque dejó claro que la IBF debía mantenerse libre de las prácticas corruptas que la habían llevado al borde del colapso.
A más de dos décadas de este episodio, las heridas siguen abiertas. La IBF logró mantenerse como una de las cuatro grandes organizaciones del boxeo mundial, pero su historia quedó manchada. Este caso dejó en evidencia que el boxeo profesional, muchas veces, se juega fuera del ring. Que no siempre gana el mejor peleador, sino el que más dinero pone sobre la mesa. Que la historia del boxeo está llena de héroes y leyendas, pero también de traiciones y corrupción. Y que, aunque el FBI logró un golpe momentáneo contra la podredumbre del sistema, las sombras del boxeo aún no han desaparecido del todo.