CHAVA. EL CICLISTA DEL PUEBLO

El día que Chava Jiménez engañó a la prensa con Pantani: "Yo ya he vendido la moto; ahora el que la compre es su problema"

El documental de Relevo sobre la leyenda del ciclismo español desaparecida explora multitud de anécdotas que resumen una personalidad inolvidable.

Marco Pantani, junto a Chava Jiménez durante la Vuelta a Castilla y León de 2001/EFE/ARCHIVO/Mondelo
Marco Pantani, junto a Chava Jiménez durante la Vuelta a Castilla y León de 2001 EFE/ARCHIVO/Mondelo
Sergio Santos

Sergio Santos

"El Chava fue una leyenda del deporte". La frase la pronuncia Javier Ares, una de las voces más autorizadas en España cuando toca hablar de ciclismo. Lo hace, junto a muchos otros, en 'Chava. El ciclista del pueblo', el emotivo documental creado por Relevo y emitido por Movistar Plus + desde este mes de mayo. En estos tiempos modernos, marcados por las búsquedas en Google, cualquier seguidor al deporte que nunca haya escuchado hablar de José María 'Chava' Jiménez, pondrá su nombre en el buscador y quizá el resultado que obtenga en Wikipedia le sorprenda: nueve victorias en la Vuelta a España son su carta de presentación en grandes vueltas. Un palmarés brillante, aunque quizá excesivo como para alcanzar la etiqueta de leyenda, algo que casi ningún experto le negaría.

¿Por qué dejó tanta huella Jiménez? El propio Ares da una explicación que presenta perfectamente al personaje. "Es que es un caso atípico, un ciclista que corre por y para el pueblo. Corre para el reconocimiento del público, no para ganar. Y a él, el reconocimiento se lo dio su comportamiento mucho más que sus triunfos", dice el periodista vallisoletano. Alfredo Relaño, actual Presidente de Honor de AS, coincide en destacar su figura: "Cuando aparece el Chava vuelve lo que es de nuestro gusto nacional en España. En ciclismo veníamos de Indurain, que ganó cinco Tours y es lo mejor que hemos tenido. Pero eso no era lo que a nosotros nos gustaba. En España no gustaba ese corredor tan potente, regular, incluso generoso con los rivales. Lo que gusta aquí es el guerrillero, el alborotador. Y el Chava era un guerrillero. Él convivió en el tiempo con Olano, y Olano venía a ser una repetición en menor modo de Indurain. Chava, sin embargo, traía espectáculo. Era lo que necesitábamos después de vivir mucha formalidad durante cinco años con Indurain".

El cariño del público comenzó a ganárselo incluso antes de que empezara su mística en las montañas. "Con 18 o 19 años ya era así de cercano. Lo primero que piensas es 'este es un fenómeno'. Era un personaje del pueblo. Él siempre decía 'tenía que haber sido torero', para estar más cerca de la gente", recuerda Javier Ares. Su carácter atraía tanto que hasta los rivales que coincidieron con él en el tiempo y a los que tantas veces amargó venciéndoles en las etapas más icónicas le recuerdan con cariño. "Nunca le he visto hacer una jugarreta a nadie. El que más gente tenía en la puerta del autobús, era el Chava. Ahora mismo no envidiaría en nada a Vingegaard o Pogacar", asegura Fernando Escartín, que le sufrió especialmente en la Vuelta de 1998, en la que Jiménez ganó cuatro etapas.

"Era un tipo divertido, que respondía a la expectación. Es muy difícil que vayas a una carrera poniendo el foco enorme en un ciclista. Y él lo conseguía… 'A ver si el Chava..., decía la gente'. Había un aliciente importantísimo en ver qué iba a hacer, de qué iba a ser capaz. Y siempre respondía, para bien o para mal, pero respondía. Siempre le voy a recordar como el ciclista más especial que he vivido dentro del pelotón, especial por le expectación que generaba", cuenta Ares. Aunque en aquella época la gente estaba más cerca de los ciclistas que en la actualidad, la forma de ser de Jiménez destacaba por encima del resto: "Era un verso suelto y como tal te transmitía sensaciones que no eras capaz de encontrar en otros deportistas. Los ciclistas están encorsertados y el Chava no, el Chava rompía cualquier costura. Podías estar hablando con él antes de la etapa de cualquier cosa menos de ciclismo y de la etapa", añade el periodista vallisoletano.

Esa forma de ser tan cercana, con una broma preparada en cada momento, la exhibía también en su día a día, no sólo cuando las cámaras le apuntaban. David Navas, compañero de Jose en el pelotón y en la vida (ambos son de El Barraco, en Ávila, y comenzaron juntos), aún recuerda 20 años después alguna de sus travesuras. "Íbamos en el Metro de Madrid y le veo que se sale varias paradas antes. Voy a buscarle y le digo ¿qué haces? ¡Se había puesto a pedir limosna! En broma lo hizo, como ahora hacen algunos youtubers. Se puso a pedir en el Metro, siendo el Chava. Le dijo una mujer 'pero si eres muy joven, tienes que trabajar'. Y le tuvo que decir que era una broma", cuenta Navas entre risas. "Antes de una carrera le vi con un guante dado la vuelta y le pregunté si se había hecho supersticioso. Me dijo 'supersticioso no, despistado, que me he traído dos de la misma mano'", dice David.

Su carácter divertido lo utilizaba también con los periodistas, a quienes encandiló desde sus inicios. "Fue la propia Prensa quien le encumbró, porque era muy amable con ellos. También porque lo merecía, claro", dice Escartín. A veces, eso sí, los enviados especiales se sintieron 'engañados' por el Chava, que nunca dudaba en poner las expectativas por las nubes. "Una vez veo en la portada de un periódico nacional, palabras textuales: 'Quiero disputar el Giro a Pantani'. Le digo '¿cómo has dicho esto?'. Recuerdo sus palabras: 'Yo ya he vendido la moto... ahora el que la compre, si tiene avería o no, es su problema...'. Y yo le decía 'si no estás...'. El tema es que lo iba a intentar, como ahora le pasa a Landa. ¿Por qué no iba a intentarlo? Esa era su forma de entender el ciclismo. Él vendía un poco eso con la prensa. Yo entrenaba con él y sabía que a veces no estaba en el estado de forma, pero a él le gustaba generar la expectación", cuenta David Navas. "Él decía 'que se hable de ti, para bien o para mal'. Estaba por encima de eso", relata Santi Blanco, compañero de pelotón y amigo de Jiménez.

A finales de los 90, el Chava se convirtió en uno de los deportistas más mediáticos a nivel nacional, no sólo para los aficionados al ciclismo. A pesar de ello, nunca abandonó El Barraco, el pueblo que le vio crecer y donde aún hoy es habitual encontrar pintadas en su honor por las carreteras que lo rodean, más de 20 años después de su trágico fallecimiento después de caer en una depresión. En El Barraco vive su inseparable Pinchote, el que fue su mejor amigo fuera del ciclismo. "Era una persona humana, irrepetible. Divertido. Amigo de sus amigos. No se daba importancia, a pesar de ser quien era. Era un niño metido en un cuerpo de una persona grande", dice.

En El Barraco existe hoy una calle con el nombre de José María Jiménez y un monumento en su honor. Y, sobre todo, el cariño de una afición que aún le recuerda, aunque pasen los años. "Hay gente que le ha querido hacer daño, aprovecharse de su momento, sacar una portada. Siempre lo diré: he sido de los ciclistas que más suerte he tenido del mundo sólo por entrenar con el Chava. Me he reído muchísimo y soy de reírme poco. No cambiaría esos años por nada", dice Navas. "Cuando le recuerdo, esbozo siempre una sonrisa. Era cercano, entrañable, carismático. Noto más la ausencia del ser humano que la del ciclista", concluye Ares.