CICLISMO

La confesión del último clasificado en la París-Roubaix revela por qué hay tantas caídas en el ciclismo actual: "Es una locura"

El australiano Cyrus Monk (Q36.5 Pro Cycling Team) atiende a Relevo tras finalizar el 'Infierno del Norte' en último lugar, a más de 48 minutos de Mathieu van der Poel.

Cyrus Monk, durante su llegada al velódromo de Roubaix./Q36.5 Pro Cycling Team
Cyrus Monk, durante su llegada al velódromo de Roubaix. Q36.5 Pro Cycling Team
Daniel Arribas

Daniel Arribas

Justo por delante del coche escoba, exhausto y embarrado. Así llegó Cyrus Monk este domingo al velódromo de Roubaix, destino final de la reina de las clásicas, la París-Roubaix. En las gradas todavía aguardaban los últimos aficionados, que no dudaron en aplaudir el esfuerzo encomiable del ciclista australiano, cuyo nombre, inédito hasta ahora para el gran público, está ya en los libros de historia como uno de los ciclistas que pudo sobreponerse al temido 'Infierno del Norte'.

"Fue un día muy largo, pero cuando pasen los años miraré atrás y estaré orgulloso por haber podido terminar esta carrera", asegura Monk a Relevo desde Niza, donde voló después de pasar por las simbólicas duchas de Roubaix para recargar pilas con parte de su equipo, el Q36.5 Pro Cycling Team.

"Pinché en el primer sector de pavé y me quedé sin rueda de recambio, entre coches. Conecté con el grupo justo antes de Arenberg, pero volví a pinchar y ahí nuestro coche de equipo ya no me podía ayudar, porque estaba mucho más adelante, con otros compañeros", añade. "En total, estuve unos 160 kilómetros rodando en solitario. Fue un desafío físico y mental enorme. Aguantar la velocidad por los adoquines por tu cuenta es algo que no se lo recomiendo a nadie... Puse mi cuerpo al límite. Solo quería terminar".

Cyrus Monk explica cómo fue llegar a la meta de la París-Roubaix.D.A. / RELEVO

Aun así, su objetivo estuvo muy cerca de no consumarse. "El coche que marcaba el fuera de control estuvo a mi rueda todos esos kilómetros. De hecho, hubo un momento en el que el conductor se acercó, bajó la ventanilla y me preguntó si quería subirme", reconoce con una sonrisa.

"Yo le dije que no, que lo único que quería era terminar", añade. "Aun así, la presión ya estaba ahí. Cualquier pinchazo o detalle, por tonto que fuera, me dejaba sin carrera. Estuve toda la carrera después de Arenberg con miedo de que pasara algo. Al final, puedo decir que después de todo tuve suerte y pude llegar sin daños mayores al velódromo".

Allí, aún sin quitarse el casco, Monk describió la clásica francesa como 'Los juegos del hambre', una de las más famosas sagas cinematográficas modernas, basada en la el más puro instinto de supervivencia. No es para menos, claro. Si jugamos a las comparaciones, el tiempo de Monk, 48 minutos y 18 segundos más lento que el de Van der Poel, vencedor de la prueba, le hubiera servido para ganar la París-Roubaix de 2010.

"Sí, yo también he visto el dato y es una auténtica locura", señala el australiano, que este año ha debutado en el Tour de Flandes y en la París-Roubaix por la ausencia obligada de varios compañeros. "Tuvimos viento a favor, que está claro que ayuda, y los adoquines estaban secos, aunque en 2010 también lo estaban, ahora que lo pienso. No sé, las bicicletas han mejorado, las vestimentas también, ahora se corre en una posición más aerodinámica y creo que la mentalidad ha cambiado".

"Desde el primer sector, la carrera fue a full gas", explica quien completó los 259,7 kilómetros de la prueba en 6h14m16s, es decir, a una velocidad media de 41,63 km/h. "Antes había momentos de alta velocidad y otros de cierto descanso. Ahora no existe eso. La mentalidad del pelotón ha cambiado. Todos cuidamos nuestra alimentación, entrenamos a tope, cuidamos nuestras horas de sueño. Antes, quizás solo 20 o 30 corredores cumplían con ese nivel de disciplina. Ahora es un aspecto generalizado en el pelotón".

Caen los récords y surgen las preguntas

Los datos respaldan la teoría de Monk, y no hace falta viajar hasta 2010. Hace solo un año, Mathieu van der Poel ganó la París-Roubaix con una velocidad media de 46,84 kilómetros por hora. Este domingo, ese ritmo medio fue superado por hasta 27 ciclistas en meta. "Creo que es una tendencia que seguirá durante un tiempo, no sé si a ese nivel, pero sí al que hemos visto en los últimos tiempos", explica el ciclista del Q36.5 Pro Cycling Team. "Las velocidades asustan, es un hecho, y ese es el motivo por el que estamos viendo tantas caídas últimamente".

Cyrus Monk analiza la velocidad del pelotón y las caídas que estamos viendo últimamente.D.A. / RELEVO

"A todos nos gustaría que el ciclismo fuera un deporte más seguro, pero es algo muy difícil de conseguir, porque llegamos a las curvas metiéndonos los codos a 40, 50 o 60 kilómetros por hora… ¡En llano!", añade el australiano. "No sé si las marcas de bicicletas están dispuestas a ponernos límites, como se hace con las motos, por ejemplo, pero podría ser una solución factible. No sé, tal vez mejorar la protección de nuestra vestimenta para las caídas. No sé muy bien dónde está la solución".

Resulta inevitable que el incremento exponencial de las velocidades, el convertir en rutina lo que debería ser excepcional —romper un récord—, ha acrecentado las sospechas sobre el pelotón. "A veces es difícil defender estos datos, pero yo lo hago con honestidad", indica Monk a este medio. "No creo que nadie piense que me estoy dopando si he terminado a 48 minutos del ganador de la carrera. Yo no soy el foco de esas sospechas, pero sí que hay otros que lo sufren, y a mí también me preguntan personas de mi entorno cómo es posible que ocurra esto o lo otro".

"Creo que la principal diferencia, o al menos en lo que yo me fijo, es que quienes se dopaban hace 20 años, nada más terminar la París-Roubaix salían por la noche, se tomaban 12 cervezas con sus amigos y una semana y media después ya estaban entrenando a tope", sentencia Monk. "A ver, siempre va a haber uno, dos o tres que lo van a hacer, tampoco hay que engañarse, pero somos controlados tan a menudo que me sorprendería mucho que alguien pudiera hacerlo sin ser cazado. Todavía tengo confianza en este deporte. Creo en la profesionalidad de mis compañeros".