La confesión de la 'vergüenza' de Gianni Bugno tras una vida huyendo del podio: "Escondía los trofeos, quería ser normal"
El italiano, campeón del mundo en 1991 y 1992, repasa los años como ciclista retirado tras una carrera plagada de victorias.

Nacido hace 61 años en la Suiza germana, Gianni Bugno ubica todos sus recuerdos al otro lado de los Alpes, en Monza, donde pedaleó con ahínco hasta convertirse en ciclista profesional en otoño de 1985. Fue en los noventa, no obstante, cuando el italiano se convirtió por méritos propios en una figura de culto del pelotón.
Campeón del Giro de Italia en 1990, cuando consiguió vestir la 'maglia' rosa desde la primera hasta la última etapa, algo que ni tan siquiera Eddy Merckx o Tadej Pogacar lograron, Bugno se enfundó el maillot arcoíris en dos Mundiales consecutivos (1991 y 1992), hito que no se volvió a repetir hasta 2007, cuando lo logró el también italiano Paolo Bettini.
Víctima directa del monopolio de Miguel Induráin en el Tour de Francia, el italiano se retiró en 1998 con un zurrón de victorias sin parangón. Vueltómano y clasicómano a partes iguales —no por nada ganó una Milán-San Remo o un Tour de Flandes—, Bugno siempre se mostró reacio a lucir sus éxitos. Tal es así que, según cuenta la leyenda, él mismo se encargaba de esconder sus trofeos y hacer como si no existieran.
Ahora, casi dos décadas después de colgar la bici en el Giro de Lombardía, la carrera de casa, Bugno ha repasado su vida y obra en el diario 'Corriere della Sera', donde ha explicado que aquella tarde, después de su último momento como profesional, huyó sin ser visto.
"Me fui directo a casa, dejé la bici en el sótano y fui a darme una ducha", ha explicado al diario transalpino. "No quería quitarle espacio al ganador de la prueba. Odio las ceremonias y los homenajes. Cuando proyectan un vídeo con una de mis victorias, agacho la cabeza y trato de taparme los oídos".
"Me salvó Claudio Chiappucchi, mi viejo rival"
Exciclista"Sí, es cierto, siempre escondía mis trofeos", ha añadido Bugno, en referencia al rumor que le persiguió durante años. "Antes de volver a casa los envolvía en papel de periódico y luego, al entrar, los metía en bolsas de supermercado. Mi padre se encargaba de hacer desaparecer las flores que me daban en los podios".
Ahora bien, ¿por qué? ¿Cuál era el motivo de semejante afrenta a lo conseguido en la carretera? "La gente envidia a quienes ganan o tienen éxito", responde el italiano. "Al final, la envidia es un sentimiento maligno y yo solo quería que me consideraran como a los demás, es decir, que me vieran como alguien normal".

Aquella tarde, Bugno arrancó su segunda vida, la misma que le llevó a cumplir otro de sus sueños infantiles a bordo de un helicóptero. "Es algo que planeé cuando todavía era corredor", argumenta. "Para mí, el ciclismo era solo una etapa de mi vida. Recuerdo estar compitiendo, mirar al cielo, ver el helicóptero de la RAI [la televisión pública italiana] y pensar, ese será mi nuevo trabajo".
Así, con más de 5.000 horas de vuelo a sus espaldas, Bugno se vio obligado a dejarlo todo en 2020, cuando una enfermedad repentina le dejó sin licencia. "Nunca hubo manera de recuperarla", sentencia. "Fue una época en la que lo pasé realmente mal. Todos me dejaron tirado, empezando por la Federación Italiana de Ciclismo. Veía el futuro negro".
Y de pronto, apareció su salvación. "Claudio Chiappucci, mi viejo rival", sorprende. "Empezó a invitarme a reuniones, a eventos y a diferentes rutas cicloturistas en las que participaba. Nos hicimos inseparables. Por decirlo claro, me ayudó a recuperar el sentido de mi vida".