El rincón de Bélgica donde pasa una carrera por cada esquina y el ciclismo es una religión: "En Flandes lo viven como el deporte rey"
El Tour de Flandes cierra un mes lleno de carreras en una zona de unos 850 km2 donde se concentran buena parte de las grandes clásicas de adoquines.

Un idilio con Flandes, la mejor forma de definir la primavera ciclista. Uno de los lugares sagrados de este deporte que ha dado lugar a grandes batallas que han quedado grabadas en la memoria de los aficionados. Esta región belga es una de las más concurridas en esta época del año, junto con la vecina zona del norte de Francia que acoge la París-Roubaix. Es un paraíso para la competición más pura y para el máximo disfrute de la afición.
"Aquí el ciclismo es como una religión, le tienen muchísimo respeto", explica a Relevo David González, del Q36.5 Pro Cycling Team, que solo en marzo ha disputado seis clásicas belgas.
Las carreteras con tramos adoquinados y el aliento inagotable del público en las cunetas han convertido este período de la temporada en algo único. Flandes acoge una importante lista de prestigiosas carreras, que, por si fuera poco, convergen en puntos estratégicos. Estas clásicas han demostrado la relevancia que tienen para este deporte, no solo a nivel local, sino mundial.
Las carreras reciclan tramos de sus recorridos. La carnicería Vande Walle, un local situado en el municipio de Kluisbergen, es un ejemplo de ello. Su fachada ha dejado imágenes para el recuerdo, pues se ha convertido en un paso habitual de pruebas como la E3 Saxo Classic o el Tour de Flandes. Año tras año, los trabajadores se llevan una foto icónica junto a ciclistas como Mathieu van der Poel, Wout Van Aert o Tadej Pogacar.

Ardenas Flamencas, el paraíso de las clásicas
Hablar de Flandes en las clásicas, por mucho que resulte habitual, no es más que una generalización. Esta región, una de las tres en las que componen Bélgica junto a Valonia y Bruselas, está dividida en cinco provincias. Y es en dos de ellas, Flandes Occidental y Flandes Oriental, donde se concentran la mayoría de las clásicas de adoquines que atraen a miles de aficionados en primavera.
En concreto, la mayoría de las carreras se concentra en las Ardenas Flamencas, nombre con el que se denomina a la zona sur de Flandes Oriental. Son unos 860 km² (España tiene 17 municipios más extensos y Madrid abarca unos 600) de paisaje ligeramente ondulado. Su punto más alto es el Pottelberg, con solo 157 metros sobre el nivel del mar. La propia web turística de la zona comienza con una referencia a este deporte: "Quien dice Ardenas flamencas, dice ciclismo".
Ese territorio está lleno de caminos empedrados. Los hay llanos, como en Roubaix, pero los más característicos son los empinados, los muros (es habitual las terminación -berg). El Viejo Kwaremont (Oude Kwaremont en flamenco), el Koppenberg, el Paterberg, el Muur-Kapelmuur o el Bosberg son algunos de los más famosos.
«Aquí el ciclismo es como una religión»
El Tour de Flandes, la E3 Saxo Classic, la Omloop Nieuwsblad, la Kuurne-Bruselas-Kuurne o A través de Flandes pasan o acaban en las Ardenas Flamencas. Más al oeste discurre la Gante-Wevelgem, otra de las grandes citas para los clasicómanos.
La singularidad de sus recorridos es lo que las hace diferentes. Carreteras estrechas y adoquinadas y mucho sube y baja. Un terreno exigente que siempre depara sorpresas y algún que otro susto para los nombres importantes del pelotón.
"Son carreras muy muy duras", reconoce Iván García Cortina, ciclista del Movistar Team. "Unas son muy duras físicamente, pero otras tienen muchísimo desgaste mental. Por ejemplo, la Brugge-De-Panne o la Gante-Wevelgem quizás son las más blandas de dureza, pero con todas las zonas que hay estrechas, las 'hostias' que hay, los abanicos, tienes que estar siempre súperatento y siempre limando. Así estás cinco horas".
El asturiano pone manifiesto otro aspecto fundamental con el que tienen que lidiar en esta época de la temporada: el poco descanso entre carrera y carrera. "Corres un día, descansas uno; corres un día y descansas uno; corres un día y descansas dos; corres un día, descansas tres y ya llega Flandes. Son muy seguidas, es una parte del año muy peculiar", explica.
Los días de descanso son muy difíciles de gestionar. "Si no corres entre una carrera y otra, también aquí se hacen muy largos, porque quieras o no al final haces siempre lo mismo: desayunar, entrenar, comer, dormir la siesta, masaje y cenar", cuenta García Cortina, que este domingo estará por octava vez en la salida del Tour de Flandes. "Tienes que forzarte a salir un poco del hotel, aunque sea a echar un café o hacer un poco de vida como harías en casa".
Las clásicas belgas no solo destacan por sus exigentes recorridos, sino también por el enorme fervor del público. La afición es especial allí. Ciclistas como Peter Sagan han descrito en repetidas ocasiones que el ambiente es digno de una fiesta. En puntos míticos como el Viejo Kwaremont, por el que el pelotón pasa dos o tres veces en cada Tour de Flandes en función de la edición, se colocan pantallas gigantes y barras de bar para el disfrute de los seguidores durante la prueba.
Muchas empresas locales reservan diferentes áreas para recibir clientes, beber cerveza y tener un espacio cercano a la meta o a algún muro mítico. "Cuando llegas a puntos estratégicos como el Viejo Kwaremont o el Paterberg es siempre un momento especial; no se vive eso en todas las carreras. Aquí hay un ambiente increíble y los belgas saben crearlo", comenta a Relevo Hugo Page, ciclista francés del Intermarché.
«Está siempre repleto de gente»
El aliento del público no solo se ve reflejado en ubicaciones concretas, sino a lo largo de todo el recorrido, como apunta García Cortina: "Está siempre repleto de gente. En Flandes o en Roubaix casi es un problema parar a orinar, porque en los 260 kilómetros hay gente y mear en marcha es jodido, así que bueno. La verdad es que son carreras especiales".
Su compañero en el Movistar Carlos Canal define el ambiente como "un espectáculo" en los micrófonos de Relevo. "A ver si en España cogemos también esta rutina. Al final, viven el ciclismo como el deporte rey. Está todo lleno de aficionados, como vemos en las salidas. Es un placer estar en la cuna del ciclismo y sobre todo corriendo las mejores clásicas del mundo".
El apoyo a los corredores es enorme. Sin ir más lejos, el ciclista español del Red Bull Bora, Oier Lazkano, vivió en 2024 una experiencia única. El entonces corredor del Movistar Team fue llamado flandrien en la retransmisión de Sporza, la cadena referente del ciclismo belga. Aunque no hay una definición exacta para este término, se puede entender como aquel que maniobre con destreza y empeño en las clásicas de pavé. "Que me tengan ese reconocimiento aquí, tan lejos de casa, es un honor. Estoy muy agradecido a toda la afición belga", señala el vasco a Relevo.
La pasión es muy diferente a la que se percibe en otros lugares. Es habitual la existencia de peñas de ciclistas y las carreras se ven en cafés míticos como ocurre con el fútbol en España. Un claro ejemplo de ello es De Karper, en Gante, cuyo dueño es el padre de Iljo Keisse, leyenda de la pista y excorredor de Quick Step. Además, en muchísimos pueblos hay critériums llamados kermis, como ferias, algunos en verano, para ver carreras menores y beber mucha cerveza. La locura de estos eventos también tiene un toque clásico. En muchas carreras hay apuestas manuales en las que una persona apunta las cuotas en una pizarra, se le da dinero físico y queda registrado en una libreta.
La fiesta es más que notoria y las próxima cita será el escenario perfecto para su puesta en escena. Este domingo, el Tour de Flandes será el colofón a más de un mes de espectáculo. En la línea de salida, los dos últimos ganadores: Mathieu van der Poel y Tadej Pogacar. Será el primer duelo después de la Milán-San Remo y el último previo a la París-Roubaix que los enfrentará el 13 de abril.