Paco Galdos, el pizzero que estuvo a 41 segundos de ganar el Giro de Italia: "Aquello fue una guerra"
El alavés recibe a Relevo en Dolomiti, la pizzería que fundó en Vitoria solo unos meses después de colgar la bicicleta. Todavía hoy sigue siendo uno de los mejores ciclistas españoles de siempre.
Vitoria.- Uno entra en Dolomiti y el ciclismo le golpea en la cara como un soplo de aire gélido en lo alto del Stelvio. Encajonado frente al frondoso Parque de la Florida, pleno centro de Vitoria, este local recibe desde 1981 a los vecinos de la capital vasca con una amplia carta de pizzas, piezas para muchos cuando el local abrió sus puertas en una ciudad ajena a la gastronomía y la cultura italiana. El dueño y fundador, Paco Galdos, que algo vivió en el país de la bota, recibe a Relevo entre los agitados turnos de comidas y cenas.
Su corta estatura, de grandes facciones, pelo cano y mirada por momentos dispersa, le otorga un aspecto entrañable, pero todo queda en segundo plano cuando saca a pasear una memoria apabullante. "Esa me la mandó un fotógrafo italiano; era la última etapa del Giro", recuerda mientras señala la gigantesca fotografía colgada en el recibidor de la entrada principal. "Es el Stelvio, que lo subí ese día y otro; en uno quedé primero y en el otro segundo. Ahora he visto la carretera por televisión y madre mía… ¡Parece una autopista!".
Por tardes como aquellas —otros tiempos—, Galdos se mantiene todavía hoy, casi medio siglo después de su retirada, en el olimpo del ciclismo español. Allí lo elevan sus resultados en las tres grandes vueltas del ciclismo, donde acumuló tres podios, 11 clasificaciones generales entre los diez mejores y, por encima de todas las cosas, el recuerdo de un Giro de Italia, el del 75, que se le escapó entre los dedos por tan solo 41 segundos, menos de lo que se necesita para amasar cualquiera de sus deliciosas pizzas.
"Ese Giro lo tuve muy cerca. Lo di todo en el último puerto y me quedé muy cerca, muy cerca, a solo 41 segundos", lamenta, arqueando las cejas y dejando entrever una sonrisa traviesa que choca con sus 76 años, 77 este próximo lunes. "Estaba todo nevado, como se ve en las fotos, Bertoglio se agarraba como una lapa a mi rueda y, aunque subí a tope, no pude soltarlo. Ese día los italianos nos metieron en una encerrona tremenda en el Stelvio... ¡Fue una guerra!".
Además de la terrible cota que volverá este año al Giro por 14ª ocasión, Stelvio es además el nombre de una de las pizzas más solicitadas del Dolomiti, amén de sus variados ingredientes: tomate, queso, berenjena, hongos, beicon, cebolla, queso de cabra y orégano. "Cuando va llegando el final como ciclista, uno tiene que buscarse la vida como puede", bromea Galdos. La suya siempre ha estado ligada al ciclismo y, más en concreto, al equipo KAS, como demuestra su facilidad para enumerar de carrerilla —de verdad que impresiona— a todos los hombres que le acompañaron en aquel asalto fallido a la maglia rosa.
"Si no te podía ganar, Merckx te echaba la zarpa; teníamos hasta miedo de atacarle"
ExciclistaEse año, el 75, faltó a la cita Eddy Merckx, tirano absoluto de la época y, todavía hoy, distinguido por la amplia mayoría de entendidos como el mejor ciclista de todos los tiempos. "Cuando él estaba, era muy difícil ganar", reconoce Galdos, tajante al recordar la imponente figura de El Caníbal. "Era un ciclista... [piensa unos segundos], ¡Boh! Ahora quieren compararle con Pogacar, pero no... Si no te podía ganar, Merckx te echaba la zarpa. Era muy fuerte. Teníamos hasta miedo de atacarle, porque su contrataque era de los que te dejaban panza arriba".
Aun sin el belga, aquel fue un Giro terrible, con un recorrido de 3.953 kilómetros —por comparar, 553 más que la edición de este año—, nueve jornadas por encima de los 200 y un sinfín de obstáculos no siempre deportivos. "En las subidas, los italianos tenían una pequeña mafia montada para que los 'tifosi' les empujaran cuesta arriba. Gimondi, sin ir más lejos [tercero en aquel Giro del 75], tenía preparado a un espectador casi en cada curva. Claro, yo subía con él, lo veía y me enfadaba muchísimo", relata el alavés. "Es más, recuerdo que un día pasé junto a uno de esos 'tifosi' y le metí un puñetazo en toda la mandíbula".
Tres años antes, en la corsa rosa del 72, esa que Merckx se adjudicó —tercera para él— con más de cinco minutos de renta sobre José Manuel Fuente, El Tarangu, y casi 11 minutos sobre el propio Galdos, el vitoriano del KAS vivió un episodio que todavía hoy permanece anclado a su recuerdo.
"Fue en la etapa 14, que terminaba en Bardonecchia, muy cerquita de la frontera con los Alpes franceses", explica. "Se fueron quedando todos, uno tras otro, y yo no podía más. Estaba muerto. Vino el director [del KAS], [Antón] Barrutia y me dijo, Paco, agárrate al coche. Me pasaban corredores sin parar. ¡Paco, que te agarres! Yo era alérgico a hacer algo así, pero Barrutia vio el panorama, vio que lo estaban haciendo todos aunque estuviera prohibido y me dijo, Paco, o te agarras o te tiro por el barranco. Y me sancionaron... ¡Por agarrarme solo un poquito! Los jueces tuvieron narices, eso sí, porque también descalificaron a varias de las figuras más importantes de Italia. Franco Bitossi, Italo Zilioli... Fue una etapa terrible".
Dolomiti, la primera pizzería de Vitoria
La Stelvio no es, sin embargo, la única pizza con nombre ciclista en la carta del Dolomiti. A la Delle Alpi, indudable referencia a las montañas que separan Italia del resto de Europa, se une también la atrevida Tourmalet. "Eso fue ocurrencia de mi hija Patricia", zanja Galdos, ciertamente ruborizado. "Al final, lo importante es que la pizza esté buona, y, como me enseñaron en Italia, que la masa sea tan fina que dos horas después de comértela vuelvas a tener hambre".
Todo arrancó, no obstante, en verano de 1981, pocos meses después de que el vitoriano colgara la bicicleta tras disputar 20 grandes vueltas y tres campeonatos del mundo en una docena de temporadas como profesional. "En Italia teníamos una amiga, Nadia, que era telefonista y nos ponía gratis todas las llamadas. Paco, ¿quieres hablar con Edurne? Y me ponía con mi mujer", recuerda. "Un día, Nadia me llevó a la pizzería que más fama tenía en el centro de Verona, que tenía un ambiente impresionante, y al verlo, se me encendieron todas las luces".

"Al principio la gente venía y se pedía una pizza para cinco", revela Galdos con una carcajada que suena a dibujos animados. "Otro día vino un señor bien mayor con su boina y me preguntó que si hacíamos piezas para llevar. La gente tuvo que acostumbrarse, claro, pero la esencia de aquel inicio ha permanecido hasta hoy".
Así, reformas aparte, el local se mantiene inalterable al paso del tiempo. Tras la barra de la entrada, justo donde cuelga el mural del Stelvio, el ovalado horno de piedra da paso a la sala principal, con capacidad para más de una docena de mesas. Allí, la luz atraviesa las ventanas y crea reflejos en unos marcos que, por su contenido, bien podrían estar en cualquier museo ciclista.
"Mi problema como ciclista es que no sabía ganar"
ExciclistaEn ellos duermen cada día recortes de la prensa italiana, francófona y española. También una maglia rosa que, en aquel fatídico pero imborrable 1975, Galdos vistió durante diez días, justo hasta la contrarreloj de Forte dei Marmi, donde Bertoglio le arrebató una prenda que mantendría hasta lo más alto del Stelvio. A escasos palmos, en la misma pared, otro maillot, esta vez verde, el que le confiere el honor de ser el primer español en ganar el Tour de Romandía —más tarde lo lograron Abraham Olano y Carlos Rodríguez—. Fue en el 75, edición en la que, todo sea dicho, también compitió el temido Merckx. "Triunfos no tengo muchos", resume Galdos con un pudor que le esconde entre sus hombros. "Digo yo que ganar una grande lo hubiera cambiado todo. Igual no estaríamos hablando ahora en Dolomiti, pero bueno, es algo que nunca sabremos".