Riccardo Riccò confiesa cómo se dopaba: "Una inyección antes del Tour bastaba"
El exciclista italiano asegura que, en la época en la que brilló, era imposible ganar un Tour o un Giro sin usar ciertas sustancias.

Su vida deportiva fue efímera, y estuvo siempre mancillada por la sombra del doping. Riccardo Riccò (Sassuolo, 1983) es, junto a Danilo Di Luca y Lance Armstrong, un ciclista suspendido de por vida. Esta entrevista está exenta de juicio, porque en el fondo, éxito e infierno fueron siempre lo mismo. Somos nosotros quienes, regidos por la moral y ciertos convencionalismos baratos, pretendemos osadamente subrayar sus diferencias para hacer creer que se tratan de dos mundos contrapuestos, y que además se debe pertenecer forzosamente a uno de los dos, preferiblemente el primero. Hay mucha oscuridad en el éxito y una cierta paz divina en lo considerado horroroso. Lo sabe Riccò, quien ha vivido ambos.
Tus primeros años como profesional fueron en 2006/07. Estabas con la Saunier Duval. Aunque en el Giro de 2007 ejerciste como gregario de Gilberto Simoni, ya eras uno de los mejores jóvenes del momento junto a Andy Schleck. Esa fuga de cien kilómetros con la victoria final en las Tres Cimas de Lavaredo… ¡Eras el nuevo Pantani!
Sí, quizás era la promesa del ciclismo italiano. Al año siguiente volví a confirmarme, pero luego pasó lo que pasó. Se me daban bien las carreras por etapas, pero sobre todo las clásicas como Lieja. Era similar a Marco, aunque él era mejor en el Giro o en el Tour, y muy bueno en montaña. Quizás yo era peor escalador, eso sin duda. A mí se me daban muy bien las carreras de un día.
Tus fugas eran de otra época.
Sí, la mía de los famosos 99 kilómetros era más bien de los años ochenta. El ciclismo de hoy es diferente, y se lo digo a los chicos que salen en bicicleta conmigo a nivel amateur. Hoy se sabe quién gana. Hay uno o dos favoritos, poco más. Antes había veinte o treinta con opciones de victoria.
Vamos a hablar mucho de doping. ¿Es cierto que la UCI, antes de pasar a profesional, te dio un certificado justificando tus valores hemáticos naturales al 51%?
Sí. Cuando pasabas a profesional estaba el límite de 50%. Después, en 2008, entró el pasaporte biológico y los valores estaban constantemente controlados. En mi caso, por suerte o por desgracia, tenía un hematocrito un poco más alto del estándar. Este certificado también lo tenían otros corredores como Damiano Cunego.
El Giro de 2007 lo ganó Di Luca, aunque tú fuiste sexto. El del año siguiente supuso una gran rivalidad con Alberto Contador, vencedor final.
Quedé segundo y obtuve la maglia bianca [mejor joven de la carrera]. Estuvo muy disputado hasta la última crono de Milán. Había cuatro segundos de distancia. A su favor estaba la escuadra [Astana], mientras que yo estaba solo porque el único gregario que tenía [Leonardo Piepoli] se cayó en mitad del Giro y tuvo que abandonar. Verás, el Saunier Duval era un equipo débil, mientras que en el de Contador había gregarios top como Andreas Klöden.

¿Te veías favorito para la victoria final?
A nivel de condiciones sí, pero después ganó él por una serie de factores. Fue una maravillosa rivalidad. Además, en ese Giro gané dos etapas y batí a grandes del ciclismo como Bettini [campeón del mundo entonces] o Rebellin. También a Di Luca. Puedo decir que en mi breve carrera he ganado a tótems del ciclismo.
¿Qué sucedió después? En algunas entrevistas dijiste que fuiste el chivo expiatorio.
En ese periodo lo que yo hacía lo hacían todos. No estoy descubriendo nada, porque muchos lo han reconocido. El sistema era ese. Si uno quería estar al top para poder ganar un Giro o un Tour tenía que hacer uso de ciertas sustancias. En ese Tour de 2008 usaron a los equipos más débiles para mandar un fuerte mensaje.
Pongamos todos los ingredientes en la mesa: el Tour de 2008 lo gana Carlos Sastre. Tú reinas en dos etapas: una en velocidad frente a Valverde y Evans; la otra en Col d'Aspin, a lo Pantani. Cuando se interrumpe tu Tour, eras líder en la clasificación de jóvenes y escaladores.
Así lo comprenderás mejor: del Gerolsteiner cogieron a Stefan Schumacher y Kohl; y al año siguiente despareció el equipo, exento de sponsor como estaba. Sobre el nuestro, decir que era el de menor presupuesto del Pro Tour. En ese Tour, los primeros treinta podían haber sido descalificados perfectamente. No es por ser prepotente, pero ese Tour lo habría ganado yo porque en las subidas iba mejor que nadie. El sistema decidió que ese Tour no lo ganara yo. Fin. Mi equipo no podía estar en el podio final de París. Allí competí con los más grandes: los hermanos Schleck, Evans, Menchov, Sastre, que lo ganó. Y piensa que no estaba en las previsiones correr esa ronda gala. Lo cierto es que iba muy bien, incluso en llano. Insisto, habría ganado ese Tour.
Sastre y Contador alguna vez te mostraron solidaridad o cercanía.
Decir que, normalmente, los corredores españoles son más solidarios que los italianos. Son menos hipócritas, y siempre me encontré muy bien con ellos.
El 17 de julio la Gendarmería francesa te notifica el positivo en CERA (EPO de tercera generación) en la orina, tras la contrarreloj de Cholet. ¿Cómo te dopabas?
Era una inyección antes de comenzar el Tour y basta. En teoría duraba para toda la carrera. Unos veinte días, aproximadamente.
¿No tuviste miedo que te pillaran?
No, porque a mí me lo decía un médico de confianza que desgraciadamente está muerto. Si él te dice que estuvieras tranquilo porque no pasaba nada, tú le hacías caso. Es como si te sugiere: "Ves a robar un millón de euros en esa caja fuerte de allí que no hay nadie… Y después aparecen los carabinieri".
El médico, Carlo Santuccione, ya estaba suspendido por el CONI (Comité Olímpico Italiano). Siempre le defendiste. ¿Por qué?
Quitando el doping, es el único que me ha enseñado algo dentro del ciclismo. Como dije antes, para llegar a un cierto nivel tenías que doparte, pero él siempre me enseñaba y me decía: "Mira, esto es lo último en lo que pensar. Antes, tienes que entrenar bien, comer bien, ser un buen deportista". Después, desgraciadamente, estaba también el doping. Pero él ha sido la única persona en el mundo del ciclismo en la que confié. Si él me confesaba algo, yo lo hacía. Si me la decían otros no confiaba porque iban siempre con segundas. Ya te dije que era un mundo así, así.
Se necesita valentía para contar esto.
Fui un estúpido, porque podía haber terminado mi carrera ahora con cuarenta años, tranquilo. Desgraciadamente, quizás por mi carácter, me convertí en un ser tan amado como odiado. Conté la verdad, y eso puede ser un defecto o una virtud. Sinceramente creo que tuve la mala suerte de no estar en los equipos correctos, los que tenían más poder.
CERA no estaba en el elenco de sustancias dopantes de la UCI, aunque sí en el Tour.
No lo sé. El caso es que era nuevo, pero fue algo extraño. Ese Tour fue raro: a muchos franceses los mandaron para casa a mitad. Hubo algún abandono. No lo sé. A mí me echaron del equipo, lógicamente. También te digo que el Saunier no tenía nada que ver. Sí, ellos sabían cómo era el sistema, pero uno actuaba libremente.
Dos años de sanción y vuelves con grandes actuaciones en el Giro del Trentino, junto a Vinokourov (vencedor final). Ahí estabas con la Cerámica Flaminia, aunque en 2011 cambias nuevamente: Vacansoleil. Sonaste para la Quick Step. ¿Qué sucede ahí?
Estaba preparando el Giro de Italia. Hice una transfusión sanguínea y entró una bacteria. Estuve mal, ingresado en el hospital, con una especie de bloqueo renal. Me infectó muchos órganos.
¿Te volviste a dopar?
Sí, claro, era una práctica dopante.

Moser, Bugno, Chiappucci… ¿Qué relación tienes hoy con las viejas glorias del ciclismo italiano?
Con Bugno hablamos a menudo. Tenemos una gran relación. Del resto, poco. Para muchos creo que es una vergüenza decir que hablan conmigo, aunque creo que esto poco a poco con el tiempo se va perdiendo. Ha pasado mucho tiempo, muchos escándalos como el de Armstrong. Así la gente rápidamente ha comprendido que se trataba del sistema, no sólo Riccò. No soy el diablo en persona, pero sí un diablillo.
Te lo tomas con filosofía, aunque has pasado un periodo negro de depresión.
Es que si no me lo tomo así termino como Marco Pantani. Ha sido y es duro aún. Es como un luto no superado todavía lo de mi historia deportiva. Incluso hoy es un dolor, un sufrimiento, aunque cada vez menos. Hay muchos interrogantes aún.
El 19 de abril de 2012, el Tribunal Nacional Antidoping te descalifica doce años por la transfusión del año anterior. Antes había llegado, en apelación, la del Tribunal francés por lo del Tour. En definitiva: tu sanción acaba de terminar ahora, con cuarenta años.
Sí, el problema es que hace algunos años, cuando ya ni corría, me expulsaron de por vida.
La última pregunta es sobre tu heladería, en la localidad de Vignola. Aunque sé que has escrito un par de libros y que, desde hace cuatro meses, vuelves a montar en bici.
Sí, la he vuelto a coger. Podría volver a competir [risas]. La heladería me ha salvado la vida. También me ayuda mucho mi mujer actual, que me comprende y apoya. Los libros son: Funeralle in giallo y Cuore di cobra. Los escribí junto a Dario Ricci [periodista italiano] y Salvatore Lombardo, un escritor francés amigo mío.
En ellos dices que, con tu verdad, no quieres cambiar el pasado sino «lo que viene». ¿Qué quieres decir?
Cambiar las cosas es difícil, y no soy quizás el más indicado para hacerlo. Es difícil, porque el sistema, el business, la corrupción… Cuando hay eso no se puede cambiar. Estaría bien porque el ciclismo es el deporte más bonito del mundo, pero es complicado.