Da igual qué pase en el Tour: Tadej Pogačar dice que su 2023 ya es "un éxito"
El superclase esloveno firma en un apoteósico Tour de Flandes su décimo triunfo de la temporada y conquista su tercer Monumento de siempre.

Vive el ciclismo una edad dorada, de sublimación, gracias a la coincidencia en el tiempo de varios talentos de talla histórica caracterizados por su polivalencia y ambición que se retroalimentan y potencian mutuamente sembrando espectáculos para el recuerdo allá donde compiten. Este domingo en el Tour de Flandes, segunda de las cinco clásicas icónicas distinguidas como Monumentos, se enfrentaron tres de estos superclases: Mathieu van der Poel, flamenco de facto, dos veces ganador de esta carrera; Wout van Aert, otro ejemplar nacido en la zona y con las condiciones ideales para triunfar en esta cita; y Tadej Pogačar, esloveno, 10 kilos menos de peso y la mitad de volumen de sus rivales… pero sin límites en un estado de gracia que se antoja permanente.
De Ronde van Vlaanderen (Vuelta a Flandes, en traducción correcta; Tour de Flandes, en adaptación sui generis del francés) es una prueba tácticamente compleja donde las haya por la sucesión de cuestas empedradas y asfaltadas con tramos de carretera de todos los anchos para exasperación de un pelotón que se tensa como una cuerda, se encoge y ensancha como un acordeón, se desintegra como si fuera efervescente. Faltando 100 kilómetros para meta, un mundo, Soudal-Quick Step forzó un corte en el que cooperaron con entusiasmo el UAE de Pogačar y el Jumbo de Van Aert, tratando de poner en un brete al Alpecin de Van der Poel, que respondió tibio: tal vez astuto, tal vez débil.
Tres minutos llegó a contar la escapada, y sin embargo la carrera estuvo siempre atrás porque sólo dos auténticos candidatos al triunfo estaban delante, dos daneses: Kasper Asgreen (Soudal-Quick Step) y Mads Pedersen (Trek-Segafredo). La única duda era cómo y cuándo iban a llegar a cabeza los tres superclases, que ya la semana pasada coparon el podio de la E3 Saxo Classic, ensayo general de De Ronde. Y tomó el mando de las operaciones Tadej Pogačar (1998, Komenda), empeñado en agotar calificativos.
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A 55 kilómetros de meta, en el segundo de los tres pasos por el Viejo Kwaremont, el esloveno arrancó sin hacer prisioneros. "Es una subida que se adapta bien a mis cualidades porque es larga, llegamos a ella con muchísima velocidad, sufrimos en los adoquines y, una vez cuesta arriba, es una cuestión de potencia". Eso opina él: para el resto del pelotón, el Viejo Kwaremont es un suplicio donde porcentajes brutales se suman con el temblor del pavé, que dificulta la tracción y agarrota el cuerpo. Más suplicio todavía al ritmo de un Pogačar a quien en primera instancia sólo pudieron contrarrestar Van der Poel, Van Aert y un adlátere de éste, Christophe Laporte, amén de un voluntarioso Tom Pidcock (Ineos Grenadiers). Después se quedaría mano a mano con Van der Poel, a quien terminó por derrotar en el último Kwaremont.
Así consiguió Pogačar su décimo triunfo de esta temporada en sólo 16 días de competición. Igual que el primero, la Clásica Jaén Paraíso Interior, lo obtuvo con un ataque lejano y una cabalgada espectacular hasta la victoria. "Ésta era la única manera de ganar"; lo sabe porque, en su primer intento la campaña pasada, llegó a meta acompañado y perdió el sprint ante el percherón Van der Poel. Lección aprendida, y misión cumplida: un tercer Monumento en su palmarés, tras Liège-Bastogne-Liège e Il Lombardia. Le quedan dos por ganar: Milán-San Remo, que intentó y no logró conseguir en marzo; y París-Roubaix, una carrera totalmente llana y adoquinada para la que necesitaría, en sus propias palabras, "meter kilos y endurecer las manos".
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La emoción era palpable. Pogačar hablaba de "un día que nunca olvidaré". Consciente del alcance de sus logros, 56 victorias en cinco campañas como profesional entre las que se cuentan dos ediciones y nueve etapas del Tour de Francia, dos Tirreno-Adriático, dos UAE Tour, París-Niza, Strade Bianche o tres parciales de la Vuelta a España, acuñó una frase tan sincera como lapidaria: "Si me retirara hoy, estaría muy orgulloso de mi carrera deportiva". Y la presente temporada, ¿qué pasará si este mes de julio vuelve a surgir un Jonas Vingegaard para evitar su triunfo en el Tour de Francia? "Habrá sido un éxito igualmente".

Lotte Kopecky, en su salsa
La versión femenina del Tour de Flandes se resolvió con triunfo para la belga Lotte Kopecky (SD Worx), que partía como vigente campeona y se mostró tan dominadora como ya lo fuera en la Omloop Het Nieuwsblad, la Nokere Koerse que dedicó a su hermano fallecido en la víspera, y la Strade Bianche que no culminó con victoria sino con un extraño sprint a cara de perro contra su compañera de equipo Demi Vollering. Esta vez no hubo lugar para la confusión: a 45 kilómetros de meta ya era cabeza de carrera con Vollering ejerciendo de secante y abocada a la segunda posición, y a 18 sentenció en el Oude Kwaremont para después rodar en su salsa hasta la meta de Oudenaarde. Debilitada por una caída justo antes de los primeros tramos decisivos, la campeona del mundo Annemiek van Vleuten (Movistar Team) no estuvo presente en la resolución de la carrera.