LA VUELTA

La Vuelta de Isidro Nozal, 20 años después: "Siempre trabajaba para otros y de repente tenía que ganar"

La debacle del cántabro y la ONCE frente a Roberto Heras es historia de la gran ronda española y acaeció en un ambiente enrarecido por factores extradeportivos.

Isidro Nozal, Roberto Heras y Alejandro Valverde, en el podio de la Vuelta de 2003./Reuters
Isidro Nozal, Roberto Heras y Alejandro Valverde, en el podio de la Vuelta de 2003. Reuters
Fran Reyes

Fran Reyes

"No dejemos que el ciclismo español se quede en pelotas", rezaba el titular de Interviú publicado durante la Vuelta a España de 2003 que enmarcaba una foto con nombres destacados del pelotón nacional retratados en cueros. Óscar Sevilla, Alejandro Valverde, Aitor González, Miguel Ángel Martín Perdiguero, Kike Gutiérrez. Tras la frivolidad, una realidad: en esos momentos, el panorama encaraba una crisis galopante con los dos equipos de mayor peso, la ONCE de Pablo Antón y Manolo Saiz y el Banesto de José Miguel Echavarri y Eusebio Unzué, sin patrocinador para la temporada siguiente.

Fue en ese ambiente enrarecido que Isidro Nozal (1977; nacido en Barakaldo, natural de Guriezo) se reveló como dominador de una edición salvaje, con casi 110 kilómetros de contrarreloj individual y cinco finales en alto de entidad en Pirineos y Andalucía que se sumaban con jornadas de media montaña en Asturias y Madrid. Para la historia, tan amante de los grandes triunfos y de las grandes debacles, quedan los cinco minutos que perdió con Roberto Heras en la semana final, incluyendo un hundimiento en la cronoescalada definitiva al Alto de Abantos.

"Isidro Nozal es una extraordinaria persona y el primer ciclista que yo he tenido, y posiblemente el único, que no quería ganar", sintetizó Manolo Saiz en una entrevista con el podcast 'El Leñero'. "Simplemente, no estaba preparado para lo que se me vino encima", resume Nozal su experiencia. Sin embargo, hay mucho más que una historia de potencial desbocado e inmadurez frustrante. El cántabro fue la punta del iceberg en una edición disputada en un escenario irrespirable, que comenzó con Mario Cipollini borrándose tras pasarse la noche de fiesta antes de la primera etapa en línea y terminó con Saiz protagonizando la peor imagen de su prolija y respetable vida deportiva al cerrar una moto de televisión contra el quitamiedos mientras su ONCE-Eroski naufragaba. Lo revivimos con ayuda del gran protagonista, que no el ganador, de aquella edición para la historia.

¿Cómo estás, Isidro? ¿A qué te dedicas ahora?

Pues verás: desde hace 22 años vivo en Oviedo, la ciudad de mi mujer. En cuanto a mi vida, a mí siempre me gustaron más los camiones que la bicicleta. Desde chiquitín quería andar por el mundo con un camión, y apenas colgué la bicicleta me consagré a ello. No obstante, cuando tuve a mi primera hija, decidí quitarme de eso. Ahora me dedico a cuidar de mi hija y mi hijo, como un amo de casa.

¿Cómo recuerdas aquella Vuelta de 2003?

Como un cúmulo de circunstancias y de sorpresas, de cosas que no esperaba, que me vinieron de golpe, y con las que tuve que lidiar. Simplemente, no estaba preparado para lo que se me vino encima.

En aquel ONCE-Eroski te rodeaban Marcos Serrano, Igor González de Galdeano y un joven Purito Rodríguez, entre otros. ¿Qué ciclista era Isidro Nozal cuando tomó la salida en aquella Vuelta?

Pues yo era un ciclista cuya misión era trabajar para que un compañero ganara La Vuelta. Sólo tenía 25 años, que ahora es una edad de viejo… [ríe] … Pero en aquella época era cuando empezabas a madurar para llegar al mejor momento de tu vida deportiva.

Coges el maillot oro de líder en Burgos, gracias a una escapada y tras la victoria de la ONCE en la crono por equipos inicial, y lo mantienes nada menos que 16 días. ¿En qué momento te diste cuenta de que podías ganar aquella Vuelta?

Lo hice muy bien ya en la contrarreloj de Zaragoza. [Le infligió 1'20" a David Millar, que venía a preparar el Mundial de la especialidad, y 3'35" a Heras]. Nunca me había visto a ese nivel, pese a que las cronos se me daban bastante bien y el equipo solía contar conmigo para ellas. Pero de ahí a competir por ganar las etapas… Pues fue una explosión, aquella Vuelta. Creo que llegó como consecuencia de una progresión de muchos años, pero es que en esa Vuelta llegué en muy buena condición física y la situación pedía que diera un paso. Luego pasamos los Pirineos sin apenas perder tiempo y ahí ya sí que pensé que podía ganar La Vuelta, porque esas eran las etapas a las que más miedo tenía.

Serrano, Igor y compañía se volcaron contigo tanto en los Pirineos como en la Sierra de la Pandera y Sierra Nevada. ¿Cómo recuerdas el trabajo del equipo ONCE?

El trabajo del equipo siempre fue buenísimo. Estaban conmigo en todo momento, arropándome en el llano para que no me pillaran los cortes y también en la montaña para que no cediera más tiempo del necesario cuando me descolgaba. Aun así, en la última semana Roberto [Heras] me quitaba cada día un poco de tiempo. Fue el cansancio psicológico lo que me hundió. No estaba preparado para esa situación.

¿Qué te ocurría?

Pues que nos jugábamos mucho. La ONCE dejaba de patrocinar al equipo, y todavía no teníamos nombre para el año siguiente. Había que ganar La Vuelta para conseguir un patrocinador bueno. Todo eso me lo quise cargar sobre los hombros cuando no tenía por qué. Todos los días pensaba: "Si fallo, se va todo al traste". Empiezas a dar vueltas a la cabeza y te bloqueas. Y Banesto estaba igual… Y claro, algunos corredores sí teníamos salida para el futuro; pero no todos iban a tener cabida si desaparecían dos equipos tan importantes, y lo mismo para los técnicos. Muchos se iban a quedar en la calle. Yo, que había sido gregario toda mi vida, me vi de repente en la obligación de ganar; ¡algo que no había hecho ni en aficionados! Siempre trabajaba para otros y de repente tenía que ganar La Vuelta…

La tensión se desbordaba y en la antepenúltima etapa ocurrió el triste incidente de Manolo Saiz con la moto de TVE. ¿Te afectó su expulsión de carrera?

Yo es que de eso no me enteré hasta varios días después. En aquella época no había internet ni nada de eso: sólo sabías lo que te contaban. En este caso, cuando llegué al hotel me dijeron que le habían expulsado por una discusión y un incidente, pero no le di muchas vueltas. Manolo era un director imponente y también un tío temperamental, con mucho genio. No le di mayor importancia; no sabía qué había pasado y pensé que sería una enganchada sin más.

Acabaste de perder aquella Vuelta en la cronoescalada de Abantos. ¿Te hubiera ayudado tener a Manolo dirigiéndote desde el coche?

Yo estaba yendo a menos, tanto física como mentalmente. Me hubiese ayudado, seguro, pero no hubiera cambiado la situación.

¿Cómo recuerdas aquellos días de Navacerrada y Abantos?

En carrera, bien. Yo, una vez se daba el banderazo de salida, volvía a ser ciclista y me sentía en mi salsa. No tengo un mal recuerdo de aquellas etapas. Ni pesadillas, ni malos ratos, ni lamentarme de qué hubiera pasado si hubiera hecho otra cosa… Nada. Lo peor llegaba cuando me bajaba de la bicicleta y empezaba a pensar.

Imagino el alivio que sentiste el lunes, cuando todo hubiera acabado.

¿Qué lunes? ¡El mismo domingo! ¿He acabado segundo? Pues segundo, ¿qué le vas a hacer? Y no era porque no lo hubiéramos intentado. Yo sentí un alivio muy grande después de la cronoescalada de Abantos. Me quité un gran peso de encima.

¿Cómo condicionó la experiencia de La Vuelta el resto de tu vida deportiva?

Nada. Para mí aquella Vuelta fue un sueño, y no una pesadilla. Disfruté mucho, porque nunca en la vida me había visto disputando una carrera y no me podía imaginar ahí. Para mí, ser segundo fue muy grande; en absoluto lo sentí como una derrota. Al año siguiente, yo estaba en las mismas condiciones… Pero mucho más tranquilo porque Roberto [Heras] se había venido al equipo y trabajaba para él. Ser líder no era mi rol. No era lo que me gustaba. Prefería estar de segundo espada que de jefe de filas. Alguna gente me dice que fui un tonto, que me perdí muchas cosas… pero es que la vida yo la veo de otra manera. Yo disfrutaba, y lo demás era secundario. Y me sigo moviendo igual: la salud, lo principal; el dinero, lo justo para vivir; y, por lo demás, hacer lo que me gusta y disfrutar.

Vivimos en una sociedad donde el éxito se identifica con la victoria.

Pues para mí éxito es ser feliz en lo que me gusta. Cuando me bajé de la bicicleta, mi éxito era viajar con el camión. No tenía necesidad, pero yo era feliz con el camión por ahí: pasando hambre, sueño, y hasta tres días sin ducharme… Yo sólo quería ser feliz con lo que me gusta. ¿Que podría haber ganado más con el ciclismo? Pues sí, pero no me interesaba, y no me arrepiento de nada. Hay gente más avariciosa, o envidiosa, o inconformista, o que lo quiere todo de inmediato. Yo no. Ni quiero tener un gran coche, ni vivir en una gran casa… No lo necesito. Sólo ir al supermercado, poder comprar lo que quiera, y no deber nada a nadie.

¿Estás satisfecho con aquella Vuelta, y con tu vida deportiva?

Mucho. Yo, de pequeño, nunca soñé que podría llegar hasta donde llegué. Cuando era juvenil sólo pensaba en llegar a correr el Circuito Montañés, y lo conseguí. Una vez lo logré, y con uno de los equipos más grandes del panorama amateur como era el ACR, quise ser profesional. Llegar a profesionales se convirtió en el sueño de mi vida. Y lo conseguí, pese a que la primera vez que me llamó Manolo Saiz le mandé a tomar por saco…

¿Cómo?

Verás: estábamos corriendo la Vuelta a Palencia, con Rubén Díaz de Cerio disputando la general, y yo había ganado la etapa del Golobar. Dormíamos cuatro en cada habitación y de repente sonó el teléfono de la habitación, porque de aquellas no había móviles ni nada. Me dicen: 'Es pá ti'. Y, al otro lado del teléfono, una voz diciéndome que es Manolo Saiz y que si quería correr en la ONCE al año siguiente. Yo creía que era una vacilada de mis compañeros y lo mandé a la porra. Luego Manolo llamó al director del ACR, Manolo Azcona, que subió cabreado y me dijo que lo llamara inmediatamente…

¿Estás viendo La Vuelta?

Sí señor. Fui a ver la etapa del jueves, la llegada a Cruz de Linares, en bicicleta, de incógnito. Y no conozco ya a nadie. Ha cambiado todo mucho. Hasta los auxiliares cambian de equipo cada año, como si fueran ciclistas.

¿Qué te está pareciendo la actuación de Jumbo-Visma?

Olé por ellos. Tienen a tres tíos delante, luchando por la general. ¿Qué van a hacer? ¿Pararse en seco? Si es que, si no tiran ellos, se para la carrera. Por unas circunstancias u otras, no tienen rivales en esta Vuelta.