CICLISMO

Laudelino Cubino: "No conservo una foto de mi tercer puesto en La Vuelta porque no había podio"

El exciclista bejarano, triple vencedor de etapa en Luz Ardiden, atiende a Relevo para recordar su trayectoria.

Laudelino Cubino, seguido de Fernando Escartín y el 'Chava' Jiménez./
Laudelino Cubino, seguido de Fernando Escartín y el 'Chava' Jiménez.
Julio Ocampo

Julio Ocampo

El ciclismo es un deporte cruel. Tiene mucho de existencialista —de Sartre o Camus— y se sujeta en los mismos arcanos del lirismo. Una vez el prestigioso fotógrafo Sebastião Salgado se dedicó a recorrer carreteras en busca del sudor, de las sombras, los campanarios y las iglesias que prorrumpen en las montañas. Inmortalizó el esfuerzo, el dolor, la solidaridad del gregario; también el arte efímero de los héroes interrumpidos. Quien sabe si uno de esos no fue Laudelino Cubino (Béjar, 1963). A pocos meses de los grandes giros, el que fuera uno de los mejores escaladores de los ochenta en España atiende a Relevo para hablar del frenesí ciclista de esas décadas. Los sueños y las torturas, la magia, las lesiones, el sacrificio, el purismo… Y el enorme magnetismo con su puerto fetiche: Luz-Ardiden.

¿Dónde habrías llegado sin las lesiones? Haciendo balance de tu carrera, he visto que sufriste hasta ocho abandonos en grandes vueltas, cinco de ellos en el Tour.

Supongo que algún éxito más habría cosechado, sin duda. Las rodillas me trataron muy mal en mi época, pero en el fondo no se puede saber. Sinceramente no es algo en lo que piense demasiado. El deporte profesional tiene estas exigencias, luego hay que contar con las lesiones, las caídas, las enfermedades… Saber que pueden mermar una carrera, pero se acepta el precio a pagar.

¿Te afectó mucho psicológicamente?

Claro que sí. Cuando un deportista tiene una lesión crónica como era mi caso, con la rodilla derecha fastidiada… Lógicamente eso afecta. Lo pasé muy mal con tantas recaídas, pero también es cierto que después de cada lesión venía una buena racha: con prestaciones importantes y grandes triunfos. Ahí encontraba el halo de luz para seguir siempre motivado.

Antes de los triunfos quiero preguntarte por tu relación con Javier Mínguez en BH, en Zor (finales de los ochenta). Luego fue seleccionador español de ciclismo en ruta. Mi sensación es que el hecho de haber compartido filas con el otrora promesa, Anselmo Fuerte, te perjudicó. ¿Estás de acuerdo?

Vamos a ver, mi relación con Javier Mínguez fue siempre muy buena. De hecho, con el paso de los años seguimos manteniendo una buena amistad. Lógicamente hemos tenidos también roces, pero es algo normal en las relaciones director-corredor. Quizás porque yo cometí algún error, o porque él no entendía la manera que tenía de actuar, pero repito que en líneas generales la relación sigue siendo magnífica. Respecto a lo de compartir responsabilidades con Anselmo Fuerte… Mira, lo mismo me sucedió con Álvaro Pino o luego en Amaya con Jesús Montoya, Fabio Parra, Melchor Mauri. En un equipo no solo hay un líder o jefe de filas. Así hay que entenderlo, y actuar en consecuencia.

A propósito de Álvaro Pino. Él ganó la Vuelta en Jerez el año 1986 con Zor BH. Coincidió con tu debut como profesional, aunque no la corriste. Los favoritos eran Robert Millar, Sean Kelly, Delgado, Cabestany, Fuerte, Lejarreta o Fignon, sin embargo, ganó Pino, que era gregario de Pacho Rodríguez.

Fue una gran alegría para todo el equipo, y aunque no estuve le seguí en el día a día. El gran objetivo en nuestras escuadras de los ochenta o los noventa [también corrió para Kelme] era sin duda La Vuelta a España. El Tour se nos hacía muy grande. Sí, íbamos con la idea de ganar alguna etapa, pero no mucho más. En cambio, con La Vuelta el talante era diferente: no sólo hacer una buena clasificación sino ganarla, cuanto menos disputarla.

¿Por qué la ronda ibérica ha perdido prestigio?

El ciclismo se ha globalizado mucho. Hoy en día los objetivos están diversificados. Hay carreras repartidas por todo el mundo, y son todas importantes. En nuestra época sí es cierto que con diez u once equipos españoles profesionales La Vuelta era muy disputada. Era nuestro gran objetivo… No sé si era más o menos valiosa, pero para nuestros equipos españoles de entonces era más relevante que lo es para los de ahora.

En el 93 quedaste tercero, detrás de Tony Rominger y Alex Zülle. Fue la única vez que hiciste podio en la general de una gran vuelta.

Curiosamente ese año no hubo podio. La última etapa fue una contrarreloj, y solo subió el ganador. No conservo una foto del único podio que hice en La Vuelta a España. Para mí fue una gran alegría, porque quedé detrás de dos corredores que objetivamente no podíamos batir. Tenían una superioridad fuera de lo común, aplastante. Lo recuerdo con mucho orgullo.

Laudelino Cubino, con el maillot del BH.
Laudelino Cubino, con el maillot del BH.

Justo cuando estamos a punto de llegar a tu puerto fetiche con un memorable triplete allí, quería preguntarte previamente por el fenómeno de las radios entonces. En más de una ocasión dijiste que el pique entre De La Morena y García ayudó mucho a la poética del ciclismo. El ciclismo, después del fútbol, era el deporte de España.

Sin duda, había mucho más seguimiento de los medios de comunicación. Ahora Televisión Española te da Vuelta y Tour, y las radios ni siquiera. En los ochenta la tele pública daba todas las carreras importantes del calendario español. Recuerdo también el importante despliegue radiofónico incluso en vueltas menores como la de Cataluña o la del País Vasco. El arsenal de coches, helicópteros, técnicos y comentaristas que desplazaba era enorme. Hoy es impensable.

¿Eso os gustaba, os estimulaba más?

Ver que había tanta gente pendiente te estimulaba más sin duda. El deportista necesita ese reconocimiento, y ahora ya no lo hay salvo que seas un grandísimo corredor.

Tres victorias en Luz-Ardiden: 86, 88 y 92. Hagamos una radiografía de cada una.

La primera fue en el Tour del Porvenir, que ganó Induráin. Subíamos un puerto de los Pirineos [Aubisque], muy duro. Recuerdo que hacía frío, llovía mucho. Lo coronamos un grupo de veinte corredores más o menos. Ya en la bajada se escapó Miguel con un corredor ruso. Llegaron con cierta ventaja a Luz Ardiden, pero allí comenzó la batalla. Todos éramos buenos escaladores, y a medida que íbamos subiendo adelantaba corredores. Fue relativamente fácil para mí, porque me encontré muy bien ese día. No tuve mucha oposición. Otra historia fue el Tour del 88 [que ganó Pedro Delgado]. Fue una etapa durísima de seis puertos de montaña, y hacía calor. Yo ataqué al inicio del Tourmalet, y conseguí tomar mucha distancia. Una vez que lo coroné —con cuatro minutos sobre el resto—, me hizo estar más relajado. La trilogía se cerró en La Vuelta del 92. Fue muy agónica pues nunca tuve más de un minuto de ventaja sobre los demás. Apreté en la última subida. Llegué sin fuerzas, desfallecido. Fue la más dura de todas.

Entre los ochenta y los noventa, coincidiste con el mejor Perico y con los éxitos del 'fuoriclasse' Indurain. ¿Cómo eran?

Perico era más ambicioso que Miguel. Atacaba donde podía y sabía que podría hacer daño. Era espectacular. El típico ciclista español osado en la montaña siempre. Además, daba la puntilla a sus rivales en los puertos. Miguel era diferente: más moderno. Basaba sus triunfos en la contrarreloj, luego aguantaba bien en la montaña. Se defendía bien, aguantaba, incluso alguna vez atacó.

Chiappucci nos dijo hace más de un año que su montaña a escalar siempre fue Miguel. El perfume de Indurain insuflaba frustraciones varias a sus oponentes.

Tenía ese poder desmoralizador porque no le veías ninguna fisura para poder atacarle. Les hundía psicológicamente.

Laudelino Cubino, en carrera.
Laudelino Cubino, en carrera.

Hace justo treinta años que ganaste una etapa en el Giro, en Fiuggi concretamente. Al año siguiente en Monte Sirino (Apeninos). Fueron dos en total. ¿Te gustaba el Giro?

Me encantaba. Le conocí en mis últimos tres años de profesional. Es una carrera que me encantó, sinceramente. El recorrido, los finales de etapa en esos pueblos pequeños con repechos, con curvas… Como decimos en nuestro argot, nuestra jerga, con emboscadas. Magnífico.

Tengo la sensación que sin tanta lesión una grande habría caído.

Yo era un corredor más de etapas que de generales. Además de las lesiones, a menudo tenía días malos que me hacían perder tiempo. Me faltaba regularidad. Creo que lo mío era ganar etapas, especialmente las de montañas. Me centré en eso, sí.

Y luego está esa simbiosis que tiene Béjar con el ciclismo: Roberto Heras, Santi Blanco… En Italia se han escrito muchos artículos de Béjar gracias a vosotros. Menuda estirpe genética ¡Magnetismo puro!

Curiosamente, ahora hay una productora aquí rodando un documental sobre ello. No sé, lo cierto es que siempre hubo afición al ciclismo. Cuando empecé estaba el club ciclista bejarano, y hubo gente que nos inculcó el amor a la bicicleta. Creo que luego, con mis éxitos en La Vuelta, todo fue a más. Animó a otros jóvenes como Santi o Roberto a seguir por ahí. Tuvimos suerte, porque con ellos se prolongó esta bonita complicidad. Si ahora vienes a Béjar un fin de semana, encontrarás muchos ciclistas por la carretera. Hay mucho amor por este deporte, sí. Hay niños, pero también gente mayor. Hay una escuela de ciclismo con muchos chavales. Ahora está por las nubes.

Cuando acabó tu carrera emergió tu argucia como empresario, de alguna manera siguiendo ligado a tu gran pasión. Te reciclaste rápido ¿Cómo están ahora tus negocios?

Como ciclista me fue mejor que como empresario. Monté un hotel en la montaña en mi pueblo. Mi idea era traer grupos de cicloturistas para practicar. Funcionó bien hasta 2008. Luego la crisis, ya sabes. Al cabo de unos años, mi hijo y yo montamos una tienda de bicis en Salamanca, que es donde estamos actualmente. No nos va mal, sinceramente.

No me quiero despedir sin preguntar por la rivalidad que tuvisteis con el Reynolds de José Miguel Echavarri.

Había mucha, pero sana. Era un equipazo. Tenían a Indurain, Perico, Gorospe, Ángel Arroyo… Muy potentes. Se les daba muy bien el Tour de Francia. Eran corredores mentalizados para hacer una óptima Grande Boucle. Nosotros, como dije antes, éramos más de La Vuelta.