Mauri Vansevenant: el hijo del 'farolillo rojo' cultiva patatas y gana carreras
Ciclista por devoción, genética y trayectoria, su padre fue un especialista en acabar último. Esta joven promesa belga aspira a ser uno de los pilares del Soudal-Quick Step.

Acabadas la Pascua y las clásicas de piedras, el pelotón encara dos semanas igualmente santas: las convencionalmente denominadas como clásicas de las Ardenas, que arrancan este miércoles con la Flecha de Brabante y continuarán con la Amstel Gold Race (domingo 16), la Flecha Valona (miércoles 19) y la Decana, Lieja-Bastoña-Lieja (domingo 23). Mientras sus compañeros de fatigas se congregan al sur de Bélgica y los Países Bajos, nuestro protagonista estará en su granja, recuperándose de una intervención quirúrgica para resolver un síndrome de fricción prepatelar crónico: una lesión popularmente conocida como 'rodilla de ciclista'.
Porque no se puede ser más ciclista que Mauri Vansevenant (1999, Ostende). Su linaje, por ejemplo: es hijo de Wim Vansevenant, conocido y popular por haber sido el primer (y hasta ahora único) ciclista de la historia en ser tres veces 'farolillo rojo', o último clasificado, del Tour de Francia. Otra señal va escrita en su nombre: su abuelo quiso llamarle Morris y su padre decidió bautizarle Mauri en honor del catalán Melcior Mauri, ganador de la Vuelta a España en 1991. "Sé de él que fue un gran corredor, pero todavía no le he conocido en persona", cuenta la joven promesa belga a Relevo.
Durante su etapa juvenil, Vansevenant sufrió una durísima caída en la prestigiosa Clásica de los Alpes que le afectó dos vértebras. Apenas recuperado, sin ser capaz de girar el cuello, continuó entrenando con compañeros de equipo ejerciendo como guías, guardaespaldas y lazarillos. Fue en el coche de su equipo durante las carreras en las que estaba convaleciente; gritaba ánimos a sus colegas por el pinganillo. Esa abnegación, esa cultura del esfuerzo, ese espíritu de equipo… todo eso es ser ciclista.
Porque el ciclismo, en Europa, fue siempre un deporte de pobres; de currelas que se desplazaban en bicicleta al bosque, para ser leñadores, o a la fábrica, para ser obreros. Mauri porta, en los genes y en la trayectoria vital, mucho de ese ciclismo antiguo. Su padre, Wim, posee una explotación agrícola y ganadera en la que siempre le ha animado a trabajar para que tenga "una vida más allá de la bicicleta". Con el mismo espíritu le hizo posponer su salto a profesionales hasta que terminar sus estudios de Electromecánica, culminados con brillantez y un trabajo final en el cual desarrollaba un método para optimizar el uso del agua en la fábrica de Ardo, el mayor productor de verduras congeladas del mundo, donde había hecho prácticas.
Mauri se identifica con su granja. Felicitó las pasadas Navidades con una foto junto a su prometida, un perro pastor y un ternero. En agosto del año pasado, en los tres días que pasaron entre sus participaciones en la Vuelta a Polonia y el Tour de l'Ain, encontró un hueco para publicar imágenes de la recolección de patatas en sus dominios. "Cada vez tengo menos tiempo para trabajar en la granja porque, debido al ciclismo, paso pocos días en casa", explica. "Normalmente es mi padre el que hace todo solo pero, si puedo ayudar, lo hago. Para mí la granja es desconexión: sin estrés, sin gente, con los animales, me puedo relajar completamente".
Allende de la granja y los estudios, Vansevenant fue uno de los ciclistas más cotizados durante su época juvenil y sub23. Siendo 'amateur' logró ganar el Giro della Valle d'Aosta, la vuelta para escaladores en la que se revelaron Thibaut Pinot o Fabio Aru. Pasó a profesionales con el Quick-Step de Patrick Lefevere el verano de la Covid-19 y pronto demostró sus cualidades con una cabalgada memorable en la Flecha Valona, rodando con una potencia impresionante para un chaval de 21 años y apenas 60 kilos de peso. Sólo le cazaron a tres kilómetros de meta, y porque sufrió una caída en la aproximación al decisivo Muro de Huy.

Desde entonces ha conseguido victorias de impresión, como ese GP Industria & Artigianato de Larciano en el cual batió nada menos que a Bauke Mollema, Mikel Landa y Nairo Quintana, o la etapa reina de la pasada Vuelta a Omán. Sin embargo, Mauri cree saber que su sitio en el ciclismo es otro. "Puedo ser un gran gregario para las clásicas de las Ardenas y para las grandes vueltas", marca. Quiere seguir los pasos de su coequipier Dries Devenyns, "el gregario perfecto" según él porque "sabe leer las carreras y lo que debe hacer en cada momento". Se descarta para las generales: "Mi motor está acostumbrado a las carreras de un día y no soy lo suficientemente bueno en las contrarrelojes". Esa humildad es ser ciclista. Este verano, Vansevenant conocerá el Tour de Francia con Soudal-Quick Step. Difícilmente será 'farolillo rojo'.