CICLISMO

El maillot arcoíris español que se pasó al "trading" por las lesiones: "Siempre creí que iba a volver"

30 años después de su triunfo en Quito, Miguel Morrás recuerda en Relevo su breve trayectoria como corredor… y su alucinante periplo actual en las finanzas.

Miguel Morrás, en el centro con el maillot de campeón del mundo, disputa un critérium junto a los hermanos Prudencio y Miguel Indurain. /CEDIDA POR MIGUEL MORRÁS
Miguel Morrás, en el centro con el maillot de campeón del mundo, disputa un critérium junto a los hermanos Prudencio y Miguel Indurain. CEDIDA POR MIGUEL MORRÁS
Fran Reyes

Fran Reyes

Cuando le llamamos, Miguel Morrás (1976, Sesma) está rodando por un carril bici en Abu Dhabi. "Es que sabía que teníamos entrevista y me gusta hacer actividad física mientras hablo por teléfono", se explica. "Pero, si quieres, podemos hacer luego una videollamada para las preguntas que tú consideres más clave". Qué más da. Su historia está fuera de lo común: va mucho más allá del juguete roto o la reconversión exitosa. Sólo escucharla ya es alucinante.

En una semana en que la España ciclista se ilusiona con la posibilidad de que Paula Ostiz, Héctor Álvarez o Adrià Pericas se proclamen campeones del mundo juveniles en Zúrich para confirmar que viene una generación de oro, es inevitable acordarse de Morrás. Este navarro es el único ciclista español de la historia que se alzó con un maillot arcoíris siendo juvenil, hace justo 30 años. Lo consiguió en Quito (Ecuador), con una selección en la que también estaban Eladio Jiménez (bronce en aquella carrera), Paco Mancebo, Pablo Lastras u otro electrón libre como Miguel Soro, prometedor ciclista entonces y cotizado artista hoy.

La cuestión es que la carrera deportiva de Morrás fue efímera. Apenas disputó una decena de días de competición con la ONCE, que le firmó un contrato de cuatro años para pasarle a profesional arrebatándoselo a Banesto. Nunca se supo bien por qué no funcionó como ciclista; él mismo no lo sabe. Lo que sí tuvo claro fue la visión de priorizar sus estudios de Económicas. A raíz de ellos, arrancó una vida como analista y "trader" que le ha llevado por las capitales financieras del mundo entero. Ahora está en Emiratos. Y sigue montando en bici.

Han pasado 30 años de Quito. ¿Qué recuerdos tienes de ese día y de todo lo que provocó?

Me acuerdo de todo: de cómo se desató la batalla, de cuándo ataqué, de cuántos kilómetros estuve escapado en solitario… Guardo muchas imágenes, tan vívidas como si esto hubiera sucedido hace sólo 10 años. Como quien dice, antes de ayer. Fue una carrera que me abrió muchas puertas a todo tipo de niveles: tanto deportivo como académico y laboral. Me dio confianza en mí mismo al demostrarme que un talento de pueblo puede llegar a competir a nivel mundial.

Antes de dedicarte al ciclismo, hiciste carrera en el fútbol llegando a formar parte de la selección navarra cadete. ¿Por qué cambiaste la bici por el balón?

Yo jugaba de extremo izquierdo, a lo Joseba Etxeberria. Sufrí un tirón muscular en el que recaí varias veces y empecé a montar en bicicleta para variar de ejercicio y recuperar el tono físico, hasta que decidí dejar de jugar al fútbol para que no me volviese a ocurrir aquella lesión. Empecé a competir como ciclista siendo juvenil de primer año, en marzo de 1993, y en apenas 16 meses había conseguido ser campeón del mundo a la vez que terminaba el COU.

En aquella época, ¿cuánto entrenabas?

Yo solía entrenar una hora y cuarto al día durante el curso escolar. De Sesma me iba a Mendavia por Lodosa, y volvía por Los Arcos. Era una vuelta casi completamente llana, pero con bastante viento. En verano sí hacía un poco más algunos días.

Diste prioridad a los estudios en tu etapa como juvenil. ¿Se la diste también en sub23 y en profesionales?

Yo tenía claro que la universidad era mi prioridad. Cuando me lesioné de la rodilla, cambié el chip y pasé a dedicarle más tiempo pensando que la recuperación podía ir para largo. La verdad es que en aquella época siempre pensaba que iba a volver al ciclismo. Pero bueno: poco a poco me metí más en los estudios, hice el máster en Londres, se me abrieron puertas…

Antes de hablar de toda esta carrera posterior al ciclismo, hay un aspecto particular que me llama la atención. Como sub23 estuviste en el final de Banesto, pero luego pasaste a profesionales con la ONCE con un contrato de cuatro años. ¿Tú fuiste objeto de uno de esos robos que se estilan ahora en la cantera del ciclismo?

En cierto modo, sí. Por aquel entonces, la ONCE no tenía todavía el filial que luego nació patrocinado por Iberdrola, y Banesto sí que disponía de un buen conjunto amateur. No sé por qué decidí cambiar de equipo para pasar a profesionales. Tal vez porque Banesto había coleccionado Tours con Indurain, y la ONCE me transmitía más hambre por avanzar. Con Manolo Saiz se trabajaba la aerodinámica, la planificación de entrenamientos… Un enfoque más científico. Incluso en la primera entrevista para ficharme me habló de estiramientos, de ejercicios de compensación para la espalda… Fue una decisión muy difícil que se decantó por detalles. Aun así, sólo puedo decir cosas buenas de Banesto. El Tour que ganó Perico es una de las mayores alegrías de mi vida, y Miguel Indurain es para mí un ídolo absoluto y un orgullo como navarro.

He leído muchas razones para justificar que tu carrera como profesional no despegara. Que si tenías una pierna más corta que otra; que si una descompensación de musculatura que provocaba sobrecargas; que si problemas en las rodillas; y también que todo fue una cuestión psicosomática, que tú tenías un umbral del dolor bajo o sentías dolores que en realidad no tenían un origen físico. ¿Tú por qué crees que no fraguaste como profesional?

Yo pienso que fue por todo lo que has dicho. Sin dejar nada. Todo. Hay un porcentaje de la sociedad más proclive a las lesiones, y cada lesión te empuja hacia una dinámica mala. Veo mi caso semejante al del saltador Yago Lamela. Su entrenador decía: "Se lesiona bajando las escaleras". Aquella frase me impactó. Hay gente que se lesiona a menudo y abandona el deporte muy temprano, sin saber que tiene talento para ello. Lamela o yo sí que descubrimos nuestras cualidades y llegamos a la élite para luego vivir nuestro calvario.

Cuando un deportista se retira, pasa de ser buscado por todo el mundo al silencio. Si lo hace por una lesión, el poso de amargura es duro de gestionar. ¿Tú llegaste a experimentar frustración o soledad cuando dejaste el ciclismo?

Estando lesionado, recuerdo entrar en una dinámica en que no me apetecía salir a la calle porque todas las personas que me cruzaba se paraban a preguntarme cuándo iba a volver y cómo estaban mis rodillas. Sin embargo, no llegué a sentir una gran soledad ni una gran frustración porque yo siempre creí que iba a volver a competir. En mi cabeza estaba la noción de que me recuperaría y, si no valía para grandes vueltas, sí que podría ser un buen contrarrelojista. Y claro: la retirada pasa poco a poco. El primer año, todo el mundo te dice que estés tranquilo, El segundo, todavía eres joven. El tercero: bueno, a ver... Y, para el cuarto, en mi mente ya había otros retos profesionales.

El maillot arcoíris español que se pasó al ‘trading’ por las lesiones: “Siempre creí que iba a volver”

¿En qué momento decidiste orientar tu vida hacia el análisis financiero y el trading?

Yo, como casi todo el mundo que estudia Económicas o Empresariales, me matriculé sin tener ni idea de lo que quería hacer y sin ninguna vocación especial. De hecho, si yo no hubiera sido ciclista probablemente hubiera optado por una ingeniería, pero me pareció demasiado ambicioso compaginarla con la bici. La cuestión fue que, cuando estaba estudiando en Londres, el banco UBS propuso un juego de "trading" a los estudiantes de mi clase y lo gané. Me pareció que era muy divertido y desde ese día siempre quise hallar una oportunidad para ejercer como "trader". No fue sencillo, pero la encontré y ya llevo algo más de 20 años ejerciendo.

¿Y en qué punto estás ahora mismo?

Trabajo de Portfolio Manager en un fondo británico que se llama Brevan Howard. Somos un fondo de cobertura que aprovecha las anomalías o inconsistencias del mercado de tipos de interés para ofrecer rentabilidades altas a sus inversores. Somos unas 70 personas ejerciendo de gestores de portfolio, y entre todos nos repartimos una cartera de activos de unos 30.000 millones de dólares.

Miguel Morrás ejerce hoy día como analista financiero y 'trader' en la firma Brevan Howard.
Miguel Morrás ejerce hoy día como analista financiero y 'trader' en la firma Brevan Howard.

Tu día a día supongo que consiste en consumir mucha información. ¿Te da tiempo de seguir el deporte en general y el ciclismo en particular?

Sí, sí; sobre todo, las carreras grandes. El Mundial, por ejemplo, no me lo pienso perder. No obstante, la verdad es que me gustan casi todos los deportes. Todas las mañana dudo: depende del día, unos días leo antes las noticias económicas y otros las deportivas.

Desde tu experiencia, ¿qué opinas de la tendencia a la tecnificación temprana que muestra ahora el ciclismo, con los juveniles entrenando como profesionales?

La veo con mucha envidia sana. El ciclismo ha estado mucho tiempo sin evolucionar donde otros deportes sí lo han hecho, dejando atrás la tradición para apostar por estrategias más eficientes e innovadoras para conseguir victorias. A mí me hubiera gustado mucho haber dispuesto de enfoques más científicos para el entrenamiento y la nutrición; y eso que yo tuve la suerte de estar en excelentes equipos que pusieron a mi disposición lo mejor que había en la época.

Una última pregunta. ¿Qué te ha dado el ciclismo que sea útil para tu vida actual?

A mí el ciclismo me ha enseñado a tener una vida saludable y a cuidar y conocer mejor mi cuerpo. También me ha dejado buenos amigos. Pero, si tuviese que destacar una sola enseñanza, es la que te he dicho en la primera pregunta: saber que, si eres el mejor de Tierra Estella, puedes optar a ser uno de los mejores del mundo.