El sueño de la París-Roubaix tres años y 13 cirugías después: "Muevo más vatios que antes del accidente"
Relevo vive junto al colombiano Álvaro Hodeg su última carrera antes de la clásica que lleva esperando desde niño.

Un corredor del UAE Team Emirates se pone a cola de pelotón y empieza a rezar. Falta un minuto para el inicio de la clásica Scheldeprijs en Terneuzen (Países Bajos). Álvaro Hodeg (Montería, 1996) se santigua en repetidas ocasiones al escuchar la cuenta atrás en neerlandés: tien, negen, acht, zeven, zes. El colombiano agacha la cabeza en señal de respeto y levanta las palmas de las manos al cielo, postrado en su bicicleta como en una eucaristía. Vijf, vier, drie, twee, één... Arranca la última carrera antes de su gran día.
"Mi sueño siempre ha sido correr la París-Roubaix", reconoce a Relevo al proyectarse en la gran clásica de pavés que se disputa el próximo domingo. Pocos hubieran imaginado que lo conseguiría. No por falta de condiciones, sino por un accidente de tráfico, en diciembre de 2021, que le envió medio año a una silla de ruedas de la que trata de olvidarse.
Durante cuatro meses, los diagnósticos le pusieron frente al muro: jamás volvería a caminar. No sabían con quién hablaban. Año y medio después ya estaba de nuevo integrado en la estructura del equipo UAE, con unas heridas de guerra que siempre le recordarán aquel calvario: un tobillo con más de 50 tornillos, una muñeca maltrecha y las huellas de 13 cirugías.
Hodeg sólo encuentra una explicación en Dios: "Él me dio la oportunidad de volver a caminar y montar en bicicleta". Y en su ángel de la guarda Joxean Fernández 'Matxin', el hombre que lo trajo a Europa en 2017 (al Quick-Step belga) y su actual director en el UAE, el equipo que vivió su infortunio nada más ficharle y que le ha aguardado con paciencia desde entonces. "Se lo agradezco al UAE y a las personas que han seguido creyendo en mí", dice emocionado.
"Alvarito ha tenido un accidente muy fuerte, pero año a año está volviendo a ser el que fue", explica su paisano Juan Sebastián Molano, uno de los tres escarabajos (el tercero es el joven Jonathan Guatibonza) de la estructura que lidera Tadej Pogacar. "Siento que estoy otra vez donde estaba, donde pertenezco. Creo que necesito un poco de tiempo y de confianza, pero los números están: los vatios son mejores que antes del accidente. Es cuestión de carreras y de feeling, estuve mucho sin competir", analiza el protagonista.
Hace un año, en el Giro de Sicilia, selló su esperado regreso. Atrás quedaron muchos meses de zozobra donde contó con apoyos que jamás olvidará, como el del esloveno Pogacar. "A pesar de la poquita relación que teníamos cuando entré en el equipo, ocurrió el accidente y fue de las primeras personas que me llamó", comparte. "Incluso cuando él estaba en el Tour, antes de una etapa reina, yo recibía un mensaje o una llamada suya. Además de ser el mejor ciclista del mundo, es una gran persona".
Otro latino asoma por el bus del UAE, el director venezolano Tomás Gil, cuyo conocimiento del ciclismo sólo es proporcional a su amabilidad. "La condición física de Álvaro ha mejorado muchísimo después del largo camino de recuperación. Su espíritu de lucha no le ha dejado bajar la cabeza", apunta. "Muscularmente hablando es un tipo muy fuerte y eso marca diferencias. Es un corredor de este tipo de clásicas del norte, duras, como la París-Roubaix. Lo demostró años atrás cuando ganaba carreras de pavés aquí en Bélgica".
Fueron los años felices del Quick-Step, en los que combinaba victorias en clásicas con triunfos de etapa en pruebas de varios días (La Volta, Tour de Polonia, Noruega, Alemania...). Unos años en los que conoció a su ídolo Tom Boonen, el mismo que le regaló ropa de abrigo en su primera concentración juntos. Años en los que se quedó con la miel en los labios en la antesala de su prueba fetiche. "Hice dos o tres veces el reconocimiento de la Roubaix, pero nunca pude llegar a estar en la carrera", se lamenta.
El sueño llegará a buen puerto el domingo porque Álvaro predica con el ejemplo y cumple con las máximas que difunde en sus redes sociales. "No tengas miedo, solo ten fe", dice una de ellas. La misma creencia que llevó a su abuelo paterno, de nacionalidad escocesa, a tomar un barco que buscaba en América una salida tras la guerra. Pero el viaje no terminó en Estados Unidos, como esperaba, sino en Cartagena (Colombia) y dios volvió a repartir las cartas.
El corredor contó esta historia, en marzo de 2018, en la página web del Quick-Step. Hodeg la relató para explicar el origen de su verdadero apellido (Hodge), que la administración colombiana cambió por error hace una década dando lugar a un nuevo personaje. Álvaro asumió la modificación y tiró millas con una identidad que desde entonces le acompaña. Es la filosofía de un hombre, hijo de ganadero, acostumbrado a mirar al frente y a no pararse ante nada. "Pronto estaré delante", se promete, con el viento del Mar del Norte de testigo. El infierno de Roubaix es su cielo.