TOUR DE FRANCIA

Alberto Contador recuerda su abandono más cruel en el Tour y advierte a Vingegaard: "Podría haberme matado"

Antes del fin de fiesta en París, la carrera llega a los Vosgos, macizo en el que el madrileño dijo adiós a la ronda francesa antes de tiempo en 2014.

Alberto Contador tras su caída en Petit Ballon, en el Tour de 2014./REUTERS
Alberto Contador tras su caída en Petit Ballon, en el Tour de 2014. REUTERS
Daniel Arribas

Daniel Arribas

Frío, niebla y lluvia. Un 14 de julio atípico en Francia, volcada un año más en las cunetas para celebrar su fiesta nacional. En el Petit Ballon, segundo puerto del día en el macizo de los Vosgos, Alberto Contador, bicampeón de la Grande Boucle ya a esas alturas, se va al suelo en el descenso y, pese a los intentos por continuar, se ve forzado a abandonar el Tour de 2014. Hoy, casi una década después, con Jonas Vingegaard camino de igualar los triunfos del madrileño en París, la ronda francesa vuelve al mismo puerto, al mismo descenso. Al lugar de los hechos.

"Me caí a 78 kilómetros por hora", asegura el madrileño por llamada telefónica. "Me libré de lo peor porque justo fui a parar entre dos árboles. Si me llego a dar contra uno de ellos, podría haberme matado". No se libró, eso sí, de una fractura en la meseta tibial, la parte más alta del hueso, junto a la rodilla derecha.

Pese a todo, él, por entonces en el Tinkoff-Saxo, quiso continuar en carrera. Volvió a la bicicleta, terminó el descenso y completó la ascensión al Col de Platzerwasel, un puerto de primera categoría que este sábado, nueve años después, será el último final en alto de la ronda francesa. "Lo subí con la tibia fisurada y con muchísimo dolor", recuerda el ahora comentarista de Eurosport. "Fue ahí, en lo alto, cuando me di cuenta de que no podía seguir. Era imposible pedalear con una mínima cadencia. No me quedó más remedio que irme al coche".

Alberto Contador, rodeado de fotógrafos tras la caída. AFP
Alberto Contador, rodeado de fotógrafos tras la caída. AFP

El de Pinto volvió a España antes de tiempo, en silla de ruedas y destrozado anímicamente. "Es un palo durísimo decir adiós así a la carrera que llevas tanto tiempo preparando", afirma, con el recuerdo vívido muchos años después. "Al fin y al cabo, en los descensos del Tour vas al límite y puedes jugar con los márgenes, pero te estás jugando muchísimo".

El madrileño se encontraba entonces a 2'34" de Nibali, el mejor entre los favoritos en una clasificación general repleta de rodadores y con Chris Froome, vigente campeón, caído en combate tras la escabechina en el pavés de Arenberg. Obligado a recortar tiempo con el italiano, y con todo el bloque de montaña todavía por disputarse, Contador aceleró en el descenso del Petit Ballon con fatal desenlace.

"Llegados a ese punto, la única forma de perder la carrera es con una caída"

Alberto Contador Exciclista

"Es complicado saber controlarte en esos momentos. Más aún si tienes en cuenta que estos puertos, a diferencia de los más conocidos, no son tan fáciles para hacer el reconocimiento antes del Tour. Si fuerzas mucho, como hice yo, te vas a ir al suelo. Si no es en una curva, será en la siguiente", advierte, con un ojo en el duelo entre Vingegaard, líder, y Pogacar, perseguidor.

"Claro, si no tienes el maillot amarillo, quizá quieras asumir ese riesgo", declara, consciente del contexto de cada uno. "Yo, por ejemplo, cuando llegué como líder a la contrarreloj final de La Vuelta a España en Santiago de Compostela, con todo empedrado y lloviendo, perdí más de un minuto en apenas diez kilómetros. ¿Por qué? Pues porque me dediqué a hacer las curvas completamente parado. Sabía que lo único que me podía hacer perder La Vuelta, con las diferencias que tenía [1'37" sobre Chris Froome], era irme al suelo. Claro, ahí era Froome el que tenía la obligación de jugársela para intentar acercarse a mí".

Contador, tras su caída en el Tour de 2014. EFE
Contador, tras su caída en el Tour de 2014. EFE

Lo mismo sucede ahora con Pogacar, aunque la renta a salvar, claro, es mucho mayor que la del británico aquel día. Siete minutos y 35 segundos ante el último intento previo a París. "Lo tiene prácticamente imposible", admite el madrileño, sabedor, pese a todo, de que, en días como hoy, el maillot amarillo no siempre juega en favor de quien lo viste. "Muchas veces se dice que da alas, pero no creo que sea del todo así", repara. "También te somete a un estrés extra y a una presión que, sabiendo que eres el líder y que es el último día, te pueden llevar a perderlo todo".

Aun así, solo una debacle de Vingegaard en los Vosgos, como le ocurrió a él en 2014, invita a pensar que las tornas podrían girar y brindarle el Tour de Francia más espectacular de los últimos tiempos al ciclista esloveno.