TOUR DE FRANCIA

Hindley se viste de líder en el primer gran golpe de Vingegaard a Pogacar

La primera etapa de alta montaña del Tour de Francia supone el primer gran vuelco en la clasificación general.

Hindley celebra la victoria en la quinta etapa del Tour./REUTERS
Hindley celebra la victoria en la quinta etapa del Tour. REUTERS
Daniel Arribas

Daniel Arribas

Llegó el pelotón a la meta de Nogaro, cuarta etapa del Tour, con una calma desmesurada. No es habitual que un ciclista como Thomas Pidcock, clasicómano todoterreno y campeón olímpico de mountain bike, ahí es nada, marcara una frecuencia cardiaca media de 99 pulsaciones por minuto. Durante el transcurso de la etapa, 181 kilómetros planos, ideales para que no sucediera nada hasta el último, el joven británico, vencedor el año pasado en el Alpe d'Huez, llegó a marcar una mínima de 47 latidos por minuto. Juzguen ustedes mismos.

Tenía sentido, eso sí. Hoy, en el quinto día de carrera, el Tour afrontaba la primera gran traca de los Pirineos. En la cara norte de la cordillera, verde como pocas, a tan solo cuatro kilómetros de la frontera con Navarra, el pelotón escaló hasta la niebla densa del Col de Soudet, 15 kilómetros al 7% en los que una fuga multitudinaria —hasta 36 escapados, con Van Aert, Hindley y Alaphilippe entre ellos— tensionaba al pelotón con minutos de ventaja.

Empezaron a caer segundos en el segundo puerto del día, Ichère, rampa en la que Tadej Pogacar, vagón de excepción en el imponente tren de UAE, soltaba el manillar para hidratarse y mirar atrás mientras, por delante, sus compañeros comenzaban a buscar el aire con la boca. Siempre hubo clases, pensarán algunos. No Vingegaard, desde luego.

La ascensión al Marie Blanque, tercera del día —diez kilómetros al 7,1%—, pilló a muchos ya con la lengua fuera. No sentó bien el contraste con el día anterior, excesivamente tranquilo para todos, caídas aparte. El australiano Jai Hindley, ganador del Giro del año pasado, debutante ahora en el Tour, presentó su candidatura con más de dos minutos de ventaja sobre los favoritos, ya muy seleccionados en la última rampa.

Por detrás, Vingegaard y Pogacar salieron a bailar. El danés, ya sin compañeros por delante, solo con Sepp Kuss a su vera, sacudió la carrera con medio kilómetro de ascensión por delante, 19 hasta meta y atacó sin compasión. Pogacar no respondió y eso, victorias aparte, sin quitarle un ápice de mérito al bueno de Hindley, exultante en meta, es lo más noticioso del día. Hay carrera. Vaya si la hay.

Tras el descenso hacia Laruns, con el esloveno tratando de recortar el minuto cedido con Vingegaard sin dejar de mirar su muñeca, aún vendada por la caída que sufrió en la Lieja-Bastón-Lieja de abril, Hindley cabalgó en solitario hasta la meta y, brazos en alto, se enfundó el amarillo como de rosa se vistió en Verona el año pasado, final de relumbrón del Giro de Italia, donde ya había sido segundo en 2020.

Así, casi sin previo aviso, mérito del valiente australiano, codos metidos y cadencia regular en las rampas pirenaicas, la clasificación general ha sufrido este miércoles el primer gran vuelco de la carrera. Hindley es el nuevo líder, por delante de Vingegaard (a 47"), Ciccone (a 1'03"), Buchmann (a 1'11"), Yates (a 1'34") y Pogacar (a 1'40"). El español Carlos Rodríguez, de 22 años, esperanza nacional tras la baja de Enric Mas, entró a meta en el grupo del bicampeón esloveno, con otros favoritos, y se sitúa noveno de la general, a 1'56" del nuevo maillot amarillo.

Mañana, segundo día seguido con fuegos artificiales en la montaña, dos puertos de primera categoría —Aspin y Cauterets-Cambasque, en meta— y un hors catégorie que no necesita presentación alguna: el Tourmalet, algo más de 17 kilómetros al 7,3% de pendiente media. Y Vingegaard, claro, como loco por la música.