Historia, ídolos locales y una Marea Naranja que desbordó Pirineos: así se explica la afición vasca
Euskadi volverá a estar en el foco este fin de semana con el Gran Départ del Tour, un gran homenaje para una de las aficiones más fieles del mundo.
El Gran Départ del Tour de Francia se ha hecho con Euskadi. Esta vez no harán falta tiendas de campaña o caravanas para disfrutar del Tour porque en esta edición serán los vascos quienes acojan una prueba a la que cada año viajan miles de aficionados para disfrutar y llenar el Aubisque, el Tourmalet o Luz Ardiden de ikurriñas. Los gritos de 'aupa' y 'goazen' resonarán en Vizcaya, Álava y Guipuzcoa, una nueva oportunidad para disfrutar y demostrar que esta es una tierra de ciclismo.
"La vasca es el maillot amarillo de las aficiones". La frase la pronunció Christian Prudhomme, director general del Tour de Francia, hace unos meses como un guiño por el evento del año. Puede parecer una exageración, pero es habitual que los principales protagonistas de este deporte se refieran así a la afición durante la Itzulia, la Clásica de San Sebastián o en las diferentes etapas de la Vuelta a España que se desarrollan en territorio vasco. Pogacar, Vingegaard, Roglic, Remco Evenepoel… Son muchos los que han declarado su amor.
''Cuando estás en la carrera te duelen las piernas, pero con la afición vasca alrededor no sientes ningún dolor", dijo Remco, ganador de dos clásicas en Donosti, mientras buscaba la victoria en La Vuelta el año pasado. "La salida del Tour en Euskadi va a ser muy especial. La afición vasca es de las mejores del mundo y solo tengo palabras de agradecimiento hacia sus aficionados ", declaró Vingegaard, vigente campeón del Tour, después de la Itzulia 2023 en la que arrasó y levantó los brazos en tres de sus etapas.
¿Qué hace especial a estos seguidores? ¿Por qué tanta afición en Euskadi por el ciclismo? "Lo que lo explica es la propia historia. Y a veces no nos acordamos o no le hacemos mucho caso", responde Ander Izagirre, periodista donostiarra, apasionado del ciclismo y escritor de varios libros sobre este deporte, entre ellos Plomo en Los Bolsillos, un exquisito relato de historias relacionadas al Tour de Francia. "Es llamativa la influencia muy temprana que tuvo el ciclismo y el Tour aquí. Hablo, por ejemplo, de San Sebastián, donde a finales del siglo 19 ya había un velódromo montado por Monsieur Comet, que era el francés y trajo el ciclismo y las figuras del velódromo de París a Donosti", recuerda Izagirre, que también menciona el paso del Tour por Bayona en 1906.
En Bilbao también hubo atracción desde principios de siglo e incluso el Athletic llegó a tener un equipo ciclista en los años 20. "Se creó un ecosistema de fabricantes de bicicletas, de periódicos, de aficionados, de ciclistas que explica la afición desde muy atrás. Es un muy antiguo y llamativo", insiste Ander, quien pone como ejemplo y en valor que la Vuelta al País Vasco cumpla su centenario el próximo año.
"La propia historia explica la afición. Desde muy pronto se creó un ecosistema de fabricantes de bicis, periódicos, aficionados. Es llamativo"
Periodista y escritorMás allá de la geografía, que en opinión del periodista explica más el estilo del ciclismo que la pasión por el mismo, le da mucha importancia a las "condiciones sociales y económicas". "Tú miras en Europa cuáles eran las cunas del ciclismo y tienes el norte de Italia, la zona de Bélgica y Francia… Suelen ser zonas industriales, con burguesías que han tenido dinero y tiempo libre para dedicarse al deporte".
Viajar al Tour, toda una tradición
La pasión por el ciclismo se multiplica cuando llega julio y es habitual que en las diferentes cuadrillas alguno proponga el plan. Unos días en Pirineos para disfrutar del Tour, del monte, de la acampada… Los que viajen podrán encontrar por allí a Javier Sánchez-Beaskoetxea, presidente de la Sociedad Ciclista Bilbaína, enamorado de este deporte y de la propia prueba gala. Este año cambiará los puertos de Pirineos por el Vivero o Laukiz (aún le está dando vueltas al punto en dónde colocarse para animar a los corredores), pero regresará a Francia en poco tiempo para vivir el Tour femenino.
Javier comenzó a viajar a Francia hace más de 30 años. Casualmente, su primera experiencia coincidió con el triunfo de Perico Delgado, en 1988, y le marcó "muchísimo" todo lo que rodea al Tour. En aquellos años viajaban con las bicis y la tienda de campaña, como cientos de vascos cada año, y recuerda con especial cariño una noche en la que hicieron amistad con unos franceses que "hablaban mucho de la afición vasca".
Ander tiene recuerdos similares. Él se 'bautizó' en la ronda francesa tres años antes, en 1985. Y no se le ha olvidado. "Para mí es el gran momento. Yo tenía nueve años y mi padre me llevó a Luz Ardiden. Tenía dos ídolos: Peio Ruiz Cabestany, de Donosti como yo, y Perico Delgado, que era un poco el ídolo de todos. Ese día se metió la niebla en Luz Ardiden, no se veía nada y no sabíamos nada de lo que estaba pasando en carrera. Por la radio llegaban noticias de que iban escapados los dos, Cabestany y Perico. Para mí, con nueve años, fue flipante. Luego pasó Perico y ganó la etapa".
El paso de los ciclistas fue impactante, pero también lo que sucedió alrededor durante aquellos días. "El rito de ir dos días antes con mi padre y sus amigos, de poner la tienda de campaña… Imagínate con nueve años qué aventura es eso de ir al monte, al Pirineo a dormir. Ese fue el gran momento insuperable", recuerda Izagirre.
"Tiene el componente de la naturaleza y también que el mismo día de la carrera subes el mismo puerto que van a subir los ciclistas. Esto es como ir a Wembley y jugar un partido a la mañana en el campo"
Periodista y escritosEn el País Vasco hay mucha conexión con los montes y la naturaleza, algo que también puede tener con ver con esa tradición de viajar a Pirineos. "Tiene el componente de que no es ir a un estadio. Es que tú vas a la Tourmalet y flipas de dónde estás. Y hay otro ingrediente, que es que el mismo día de la carrera subes el puerto por el que van a pasar los ciclistas. Esto es como si vas a Wembley a ver un partido y por la mañana juegas un partido con tus amigos en el propio campo".
Esa oportunidad de recorrer los mismos puertos que los profesionales marcó mucho a Javier por algo sucedido en el icónico Hautacam. Años 90, Miguel Indurain como gran estrella y Claudio Chiapucci como uno de sus grandes rivales. El italiano, sin embargo, aquel día no se encontraba bien. "Indurain iba con los mejores. Escuchamos que Chiapucci se había quedado, estaba descolgado, enfermo y vomitando. Subió el puerto medio empujado por sus compañeros de equipo, pero subió", dice Javier. "¡Lo increíble es que ese día Chiapucci hizo 10 minutos menos que mi mejor marca subiendo el Hautacam! Él enfermo y echando la raba y yo en mi mejor época".
Respeto por el ciclista
Los que han viajado alguna vez al Tour saben que es mucho más que ver pasar a los ciclistas. Ese es el momento cumbre, pero desde la mañana hay un excelente ambiente, las cunetas están repletas de caravanas con barbacoas, sillas, cervezas e incluso televisiones. "Alguna vez aprovechas para ponerte cerca de ellos, te quedas un rato y si hay suerte y te dejan ver un poco de la etapa. Y ya si ya hay mucha suerte te invitan a una cerveza", bromea Javier, desvelando uno de los mejores trucos para pasar las horas previas esperando la llegada de los ciclistas.
"Muchas veces no sabes ni cómo va la carrera porque no hay cobertura o te enteras de quién ha ganado un buen rato después", pero la sensación es "única". Cuando se acerca el momento se empiezan a escuchar los gritos de ánimo desde lejos y pasan las primeras motos de la organización. Se acerca el líder de etapa. Todos cogen posición… Y a aplaudir. "Da igual quién sea. Se anima igual a un vasco que a cualquier otro, incluso si está compitiendo contra uno de tus preferidos", dice Javier.
Un comentario que reafirma Izagirre, poniendo el ejemplo de la vuelta al País Vasco de este año en el que Vingegaard luchaba por el liderato con dos vascos, Mikel Landa e Ion Izagirre. "Ves las imágenes de la subida de Arrate y son impresionantes. Toda la gente vestida de naranja, con las ikurriñas, y el respeto era absoluto. Le animaban a un danés y nadie corría a su lado, no había nadie disfrazado de vaca corriendo… Aquí está mal visto disfrazarte para que te vean en la tele y hacer el idiota corriendo al lado del ciclista".
Una de las cosas que más me gusta de este deporte: aquí va un ciclista danés, que en este momento les está ganando la vuelta al País Vasco a dos ciclistas vascos, entre una muchedumbre de aficionados vascos. Y recibe este trato. #Itzulia https://t.co/KzNbFGP4ZN
— Ander Izagirre (@anderiza) April 8, 2023
Estos tres días en Euskadi, por la promoción que está teniendo, llegarán a las cunetas muchos que vivirán una prueba ciclista por primera vez, pero Ander confía en que pese a que haya "una muchedumbre", "en general aquí el público entiende que hay que respetar", por lo que espera una fiesta tranquila e histórica. Ese es el espíritu que enamora del ciclismo y que muchos, desde fuera, destacan de la afición vasca.
El paréntesis del que aprender: el fenómeno 'hooligan'
Sin embargo, hubo un tiempo en que ese buen ambiente se torció. Así lo creen Javier y Ander, que recuerdan los años de comienzos de siglo como los peores en cuanto a la afición. "Ya daba hasta pereza", coinciden, pensando en la época en la que el boom por el Euskaltel y la marea naranja llegó a sus máximos. "El ambiente no era el mismo. Seguramente porque eran aficionados que se acercaban porque estaba de moda pero que no eran del ciclismo, digamos. Iban al Tour como quien va al fútbol, como si el Euskaltel fuese el Athletic. Era un ambiente que no me gustaba. Abucheaban a algunos ciclistas, no respetaban y se enturbió un poco, pero fueron una excepción".
"Hay que recordar la marea naranja como un fenómeno llamativo y positivo, que tenía su interés. Pero también hay que recordar que derivó en un hooliganismo. El Tour llegó a decir públicamente que no iba a haber etapas de Pirineos en fin de semana porque la gente acampaba allí y se agarraba unas cogorzas del 15. Y luego había reacciones que yo en el ciclismo no había conocido", coincide Ander. "El chófer del autobús de equipo de Lance Armstrong me contó que le iban tirando lechugas los del Euskaltel".
¿Por qué se llegó a esto? "Yo lo suelo comparar con una especie de selección vasca. Como no hay selecciones oficiales vascas en casi ningún deporte, creo que se convirtió un poco en eso, y atrajo a mucha gente más allá del ciclismo. Y creo que no fue muy positivo porque sí hubo un punto de hooliganismo. De los nuestros contra los otros. Y eso en el ciclismo raras veces se daba", argumenta Izagirre.
Cree que "hay que recordar lo guay de esa pasión de la gente que va a ver el Tour y que conoce a los ciclistas y los respeta", pero recordando también que "hubo un momento que daba pereza meterte en el Tourmalet porque eran unas borracheras colectivas que no apetecía mucho ese entorno". Por ello, Ander sobre todo pone en valor que "la afición se mantenga constante, aunque no haya un gran ídolo en un momento determinado".
El periodista da otro tirón de orejas, relacionado más a la cultura y la tradición: "A veces somos un poco autocomplacientes y nos creemos el centro del universo ciclista. Nos encanta ir a la cuneta, pero tenemos muchísimo que aprender de tradición, de cultura, de cómo la cuidan en Italia, que es Patrimonio Cultural, en Flandes...", reflexiona Ander, que también echa de menos otros usos públicos de la bici para viajar o como transporte en el día a día, algo cotidiano en muchos países de Europa.
La fiesta en casa
Esta edición será muy especial. Desde 1992, cuando el Tour comenzó en San Sebastián, no se ha visto un Gran Départ en el País Vasco. "En el 92 tuve una boda ese día y no pude ir. Así que este año me toca ver la presentación", celebra Javier, quien nunca ha podido vivir en directo la puesta de largo de los equipos en los días previos. "Es una forma de ver la carrera que no solemos tener la oportunidad, aunque perdemos el ambientillo de irte fuera".