Vingegaard y Pogacar, entre la "guerra psicológica" y la guerra abierta

"No estoy del todo seguro de mi forma física". Lo diceTadej Pogačar  en el Palacio Euskalduna frente a un centenar de periodistas. Proyecta un aura distendida, si bien su atuendo está calculado al milímetro: la gorra negra, y sobre ella las gafas nuevas que quiere promocionar en vísperas del Tour de Francia. "Jonas es claramente el favorito número uno a la victoria. Dominó el Dauphiné sin estar, según él, a tope de forma". ¿Y si su discurso también está calculado? "Compartir el liderato de UAE Team Emirates con Adam Yates es bueno para mí y para el equipo. Así tenemos un plan B, porque yo no sé cómo estoy".

"Guerra psicológica". Mind games. Así califica Wout van Aert, el mejor y más carismático escudero del vigente campeón Jonas Vingegaard, las palabras de 'Pogi'. Es un hecho que la preparación del esloveno para este Tour en el que aspira a recuperar el trono que ocupó en 2020 y 2021 ha sido accidentada. La fractura de escafoides que sufrió en Lieja dilató más de lo deseado el descanso previsto a principios de mayo, obligándole a entrenar casi todo el mes en Mónaco, sobre el rodillo o subiendo y bajando escaleras con una mochila a la espalda y con una férula envolviendo su muñeca izquierda, de la cual sólo ha recuperado "el 60-70% de la movilidad". Para poder completar las tres semanas canónicas en la altura de Sierra Nevada, hubo de prescindir de su carrera de ensayo, la Vuelta a Eslovenia. Una forma de restar certezas a su sólida mentalidad.

"Yo sí que estoy donde quiero estar". Lo dice Vingegaard, en el mismo sillón donde ha estado una hora y media antes Pogačar. Evita cortésmente cualquier tipo de referencia a la guerra abierta, a la posibilidad de explotar una posible debilidad de su máximo rival ya en los primeros compases de carrera. "Lo importante es estar bien al final del Tour", descarta. "En el recorrido hay etapas durísimas. La segunda y la tercera semana serán las decisivas".

"Cuando vi el recorrido por primera vez, me ilusioné mucho con la primera semana", retoma Pogačar, auténtico hilo conductor de este Tour de Francia ante la falta de discurso de su antagonista. "Ahora no me hace tanta ilusión. Pero voy a intentar sumar segundos de ventaja en cada ocasión que tenga, incluyendo estas dos primeras etapas". El pelotón conoce el terreno vasco: sabe que es picado y picante. Los sabios se imaginan un grupo reducido de entre 20 y 30 ciclistas surgido de la durísima cota de Pike Bidea, a 10 kilómetros del final, este sábado en la meta de Bilbao. Algo más grande será, en teoría el grupo en San Sebastián.

Cuando salga del País Vasco, el Tour de Francia encarará unos Pirineos descafeinados pero que, por tempraneros, podrían pillar a algún favorito con las piernas dormidas. Por eso, quienes aspiran a acompañar a Pogačar y Vingegaard en el podio no pueden permitirse perder el paso en el Soudet (5ª etapa) ni en Cauterets (6ª). Tampoco ninguna alegría porque, como dice Mikel Landa (Bahrain Victorious), "los esfuerzos se pueden pagar". En esa línea competirán los Mas, Hindley, Yates, O'Connor, Bardet, Gaudu, Carapaz: la línea de mantener el compás y guardarse la improvisación, si la hubiera, para unos Alpes cargados de alta montaña y preñados con una contrarreloj que, quebrada, será cuestión de fuerza. Para lo poco que quede por decidir, el final en alto de Le Markstein ejercerá de juez de paz el sábado víspera de París.