Viaje al purgatorio del Paterberg, el muro inhumano del ciclismo en el que atajan hasta los profesionales
Con un 20,3% de desnivel máximo, 'De Ronde' lo incorporó a su recorrido por primera vez en 1986. Este domingo volverá a ser juez.
Es una colina de adoquines de tan solo 360 m, pero al subirla te pasa la vida por delante. No se trata del desnivel medio, del 12,9%, ni tan siquiera del máximo, del 20,3%; va más allá de la trigonometría. El Paterberg es una emboscada. Un paraje bucólico en el corazón de Flandes que en unos segundos se transforma en una pesadilla. Un muro que no avisa. En una decena de pedaladas las pulsaciones se disparan y los jadeos se confunden con los mugidos de las vacas. Cuando el ciclista se da cuenta, ha claudicado. ¿Qué siente un profesional? El Movistar Iván García Cortina responde a Relevo: "Mucho dolor".
El Tour de Flandes (De Ronde van Vlaanderen), que este domingo celebra su edición número 108, es uno de los cinco monumentos del ciclismo y uno de los dos que se disputan en suelo belga (junto a la Lieja-Bastoña-Lieja, la Decana). Uno de sus puntos calientes es el Paterberg, que se introdujo por primera vez en 1986, muy alejado de la meta, y que ha ido ganando enteros con el paso de los años por su proximidad a la actual llegada en la localidad de Oudenaarde (sede fija hasta 2028 a razón de 500.000 euros al año).
El Paterberg forma parte del itinerario de otras clásicas, como la E3 Harelbeke, pero en una versión descafeinada. Los ciclistas utilizan la triquiñuela de encararlo por la rigola (el canal pegado a la calzada para conducir el agua de la lluvia) y así evitar las piedras. Una manera de prostituir un muro implacable. Wout van Aert y su lugarteniente en el Visma Christophe Laporte fraguaron su victoria en la E3 de 2022 con un ataque a dúo desde la ignominiosa cuneta. El mismo lugar y la misma prueba, hace diez días, castigó a Van Aert "con una caída estúpida" cuando trataba de responder a Mathieu van der Poel y Oier Lazkano. El adoquín perdona, pero no olvida.
Los devotos de La Misa Mayor (De Hoogmis), como también se conoce al Tour de Flandes, pueden estar tranquilos. En la más bella de Flandes (Vlaanderens Mooiste, otro de los apodos de la clásica) las vallas del Paterberg ejercen una doble función: poner límites a la apasionada afición local e inhabilitar la trampa del desagüe. No hay atajo posible. O pavés o nada.
El destino quiso que la primera vez que se subió el Paterberg, en 1986, Adrie van der Poel ganase el único Tour de Flandes de su vida, en un sprint a cuatro por delante del irlandés Sean Kelly. Nadie podría imaginarse entonces que aquel muro ubicado en Kluisbergen (Flandes Oriental) se convertiría con el tiempo en un lugar de culto en el que su hijo Mathieu (nacido en 1995) firmaría alguna de sus gestas más sonadas.
Este domingo el pelotón visitará el Paterberg dos veces. La primera, a falta de 51 km (la undécima dificultad del día). La segunda, a falta de 13 km (la decimoséptima y última cota de De Ronde). En ambas, el purgatorio tendrá el aperitivo del Oude Kwaremont, un legendario muro de 1.500 m adoquinados (2.200 m en total) y un 11.6 % de pendiente máxima. El asturiano Cortina diferencia los dos viajes a esa concatenación infernal de muros: "En el primero empieza la carrera a decidirse; el segundo lo pasas muerto, en agonía, la gente va al límite".
El Oude Kwaremont (oude significa viejo en neerlandés) es un camino empedrado hacia un paraíso en miniatura, con su iglesia, sus dos bares y sus respectivas fieles clientelas. Un microclima que sabe a cerveza trapense y suena a campanas. Es un muro que seduce e invita, en el que sólo un pusilánime tiraría la toalla. El Oude Kwaremont fatiga con dulzura para brindar luego 3 km placenteros con dirección al Paterberg. Allí aguarda la muerte camuflada en el pasto.
Mathieu van der Poel y Pogacar libraron en 2022 en De Ronde una de las más feroces batallas. "Estuve a punto de desconectar en el Paterberg", reconocía el neerlandés cuando Pogacar le sometió a un sufrimiento inhumano hace dos años. El actual arcoíris aguantó la tortura y terminó conquistando su segundo Tour de Flandes. El esloveno, que alcanzó la meta contrariado, tuvo que conformarse con la cuarta plaza. Y juró una venganza que no tardaría en llegar.
En la edición de 2023, Pogacar selló una exhibición de época, con ataques en el Koppenberg (mítico muro de pavés de 600 m y 22% de pendiente máxima) y en Oude Kwaremont (en sus dos pasajes). En el último tránsito por el Paterberg, ya en solitario, aprovechó su dureza para abrir la distancia definitiva que le permitió llegar a la meta de Oudenaarde a lo Merckx, a lo Tadej, a lo grande. Este año, tras su paseo militar en la Volta, el Caníbal del siglo XXI no estará en los adoquines de Flandes. Hay una vacante en el purgatorio. Se busca a un valiente que se atreva a aguantar la mirada de Van der Poel en el Paterberg.