Vida y retirada de Tom Dumoulin: la duda, la libertad y seis semanas de 'hostel'
Tras concluir su carrera deportiva de forma repentina este verano, el ganador del Giro de Italia 2017 se marchó seis semanas por Fiji y Costa Rica en un viaje que le ha llevado a separarse de su mujer.
Una conversación pausada, en la intimidad y de buen humor. Nuestro protagonista se encuentra cómodo. Afuera es mes de junio, 2016, y la estación de esquí de Sierra Nevada está vacía, fantasmal, soleada. Reflexiona con profusión sobre cualquier tema que se le pone sobre la mesa. Evoca sus meses en la Universidad, estudiando la carrera de Ciencias de la Salud porque sus notas, "muy buenas", le habían dejado en la orilla de matricularse en Medicina, como él deseaba. Habla de lo incómodo que es para él estar obligado a poner coto a su trato con aficionados y medios de comunicación: "A veces tengo que decir que no, y es una mierda". Desdeña el mote de 'Mariposa' que le habían puesto por su elegancia y por su lenta maduración deportiva; "no me mola". Tantas cosas en la cabeza, tantas cosas que decir…
Para según qué personas, una inteligencia demasiado afilada puede suponer una desventaja. Un ciclista, tantas horas en solitario sobre la bicicleta, debe aprender esgrima para controlar la mente; es eso o, a largo plazo, acabará infligiéndose un harakiri. Un ciclista, tantas horas de sufrimiento y privaciones, debe saber interpretar su brújula interior con maestría; es eso o, a largo plazo, se perderá en los ecos y recovecos de su propio laberinto. Un ciclista, tantas horas de frustración porque corren 200 y sólo gana uno, debe ser moderadamente optimista y muy consciente de sus emociones; es eso o, a largo plazo, la duda le debilitará hasta dejarle exhausto.
Un cénit temprano
La vida deportiva de Tom Dumoulin (1990, Maastricht) estuvo plagada de momentos inolvidables, reveladores o, directamente, chocantes. Aquella Vuelta a España perdida en la última etapa frente a Fabio Aru, víctima de la fragilidad de su equipo y de la fortaleza de un Astana con Mikel Landa, Luis León Sánchez o Andrei Zeits al servicio del sardo. Aquel primer Tour de Francia corriendo para sí mismo en el que ganó una etapa de montaña y una contrarreloj antes de producirse una fractura en la muñeca que seguramente le costó el oro olímpico de Rio (fue plata, tras un Fabian Cancellara en remisión). Aquel Giro d'Italia ganado pese a un 'apretón' que le obligó a echar pie a tierra tras haber mantenido a raya a los escaladores en Mortirolo y Stelvio; escaladores que le atacaron, sin piedad, obligándole a subir y bajar el Umbrailpass en una contrarreloj desesperada saldada con éxito.
¡Vaya momento, @tom_dumoulin! No fue un mosquito, ¡le dio el apretón al líder del #Giro100! ¡Todos somos humanos! 🤣https://t.co/vwg2KCdoI0 pic.twitter.com/OnAWUYJ8yV
— Eurosport.es (@Eurosport_ES) May 23, 2017
La anécdota se convirtió en problema cuando, a resultas de aquella deposición inoportuna, Dumoulin pasó dos días haciéndose 'tests' en un hospital. Le diagnosticaron intolerancia a la lactosa y la fructosa, especialmente consumidas en las cantidades industriales que los ciclistas están obligados a ingerir. Modificó su dieta y todavía tuvo tiempo de firmar 12 meses alucinantes en los que se proclamó campeón del mundo contrarreloj tanto individual como por equipos para después ser segundo en el Giro y en el Tour, sólo superado por Chris Froome y Geraint Thomas. Quién iba a decir que, con solo 27 años, el neerlandés estaba experimentando su cénit.
Una mochila de cien kilos
De toda la pléyade de fugitivos del actual DSM (estructura conocida en el pasado como Giant-Alpecin o Sunweb, excelente para formar talento y pésima a la hora de retenerlo), Dumoulin es probablemente el más ilustre. Ocho años se pasó acompasando su "perfeccionismo" y "meticulosidad" con las del cuerpo técnico del equipo hasta que, en 2019, la baja de su gregario de confianza (Laurens Ten Dam) y discrepancias a la hora de tratar su carrera deportiva (compitió en un Critérium du Dauphiné con una esquirla en la rodilla izquierda, fruto de una caída mal curada en el Giro) le llevaron a solicitar la anulación de los dos años de contrato que le quedaban.
Como la esquirla, sus dudas y zozobras las llevaba dentro, y no se resolvieron fichando por Jumbo-Visma. En este súperequipo se reencontró con su antiguo mentor Merijn Zeeman y se sacudió la presión del liderato, asumida por Primoz Roglic. Aun así, seguía débil. De hecho, en sus primeros meses fue sometido a pruebas en busca de una mononucleosis que explicara su astenia. En su lugar hallaron en su sistema digestivo un parásito estomacal, y ni siquiera llegó a ponerse un dorsal antes de la pandemia. En el Tour de Francia post-Covid, Dumoulin fue clave para que Roglic llegara líder a la funesta cronoescalada a La Planche des Belles Filles donde Tadej Pogačar le birló un maillot amarillo que parecía suyo. Hoy reconoce que durante ese mes "odiaba el ciclismo", "odiaba estar ahí", y que fue "el peor momento" de su vida.
En enero de 2021, durante una concentración de Jumbo-Visma en Alicante, Tom Dumoulin tomó una decisión: necesitaba una pausa. "Me siento como si me hubiera quitado una mochila de cien kilos", definió, "porque llevo un tiempo sintiendo que es muy difícil para mí encontrar mi camino como ciclista". Diletante, regresó en verano para colgarse una nueva plata olímpica en Tokio. Incluso este año compitió intermitente, acusando problemas de espalda que todavía le permitieron completar alguna actuación meritoria en el Giro apoyando a sus compañeros. Pero Tom ya no era Tom, ni el ciclismo era su ciclismo. El 15 de agosto anunció su retirada definitiva e inmediata. "Lo dejo ya. No puedo hacer esto ni un día más".
Un viaje a Costa Rica
Por mucho que la sociedad glorifique la persistencia y el esfuerzo eufórico ("querer es poder"), la realidad es que muchas personas convivimos con la conciencia de un techo de cristal sobre nuestras cabezas, con unos demonios que nos perturban, con una mente que nos tortura… y a veces, sólo a veces, tirar la toalla es la única solución. Como Pascual Duarte al final de la obra maestra de Camilo José Cela: salir fuera y respirar. Quitarse la mochila.
I decided to quit professional cycling with immediate effect. Read more📝 pic.twitter.com/mAGMX5olCG
— Tom Dumoulin (@tom_dumoulin) August 15, 2022
Los últimos meses los ha pasado Dumoulin, precisamente, mochila en ristre. Según ha contado en una profunda entrevista con el medio neerlandés NRC, estuvo seis semanas viajando como mochilero por Fiji y Costa Rica, albergándose en 'hostels' porque "de otra manera no conoces a nadie". Estuvo "en su propio viaje", "presente en el momento". Tan catártica fue la experiencia que, a su regreso, decidió separarse de su esposa. "Si me lo hubieras dicho hace cinco meses, no me lo hubiera creído. Siempre deseé no ser uno de esos ciclistas que se divorcian después de retirarse, pero desafortunadamente ha sido el caso". A mediados de noviembre se irá a hacer 'mountain bike' al Himalaya con el también ex ciclista neerlandés Bram Tankink.
No es una depresión; al menos, eso dice el interesado. "A veces me he sentido solo, pero no he sido infeliz todo el tiempo y ahora mismo estoy bien". El entrenador sueco Aike Visbeek, que conoce a Tom Dumoulin de su época juntos en Sunweb y ahora es el máximo responsable deportivo del milagro de Intermarché-Wanty Gobert, quiere reclutar su minuciosidad, conocimiento y experiencia para el cuerpo técnico del conjunto belga. "Pero ese fuego interior se ha apagado en mí", responde Dumoulin. "Me gustaría estar lejos del ciclismo profesional por un tiempo. Quiero ser una persona diferente, quiero ser mejor conmigo mismo y para los demás. Estoy ante una página en blanco y no sé qué vendrá después". Mariposa o no, vuela libre.