Verstappen sufre en sus carnes la peor semana del año en Red Bull: "Es un desastre"

"A veces se gana, otras veces se pierde…". A Max Verstappen, a estas alturas de la vida (y eso que solo tiene 26 años), le da igual ceder una victoria o dos de vez en cuando. Eso sí, ya ha gastado los cupos en este 2024 y ha concedido más que en todo el 2023. Con esa parsimonia declaraba antes de subirse al podio su más sincera admiración por el ganador del Gran Premio de Miami, Lando Norris, con una sonrisa pintada y la calma de un hombre que sabe que el mal rendimiento de su coche es cosa de una noche. 

Y de verdad, se alegra por un rival al que lleva enfrentándose desde su etapa en los karting: "Estoy muy feliz por Lando, ha tardado mucho en llegar (la victoria) y no será la última. Seré feliz si el que gana es él". Pero en la maquiavélica cabeza de un tricampeón del mundo al que lo más normal es ver empujar con todo en cada una de las vueltas de carrera en busca de la más mínima mejora, seguro que la idea de haber perdido en Estados Unidos le pesará durante las dos próximas semanas.

Probablemente porque aún no haya pasado el luto de la traumática marcha de Adrian Newey, anunciada hace unos días. Helmut Marko y Christian Horner, las voces cantantes de la escudería, se han pronunciado sobre lo mucho que echarán de menos a su 'Miguel Ángel', aunque se empeñen en destacar el equipazo que tienen.

Además, las maneras han sido extrañas. Red Bull venía dominando el resto del fin de semana. Tanto viernes como sábado impusieron su ley sin respuesta y, justo en el momento de la verdad, el castillo de naipes se derrumbó. La salida del neerlandés fue inmejorable, como siempre, poniendo tierra de por medio con el segundo desde la primera vuelta y dejando una distancia prudencial de más de un segundo. Pero poco más pudo escaparse.

Oscar Piastri, desde una sorprendente segunda plaza, siguió su estela hasta que ambos hicieron sus respectivos primeros relevos de neumático, nunca a más de tres o cuatro segundos. Ahí ya olía raro. Y sumado al pobre ritmo de Checo Pérez, que fue optimista en la salida y acabó pagando el peaje de su paseo por la escapatoria con una posición perdida, se mascaba la tragedia. El mexicano nunca pudo acercarse a la cabeza y la "mala suerte" apeó a Max de otra victoria. Así lo justificó él al menos.

Mala fortuna con los dos despliegues del coche de seguridad, sobre todo con el que permitió a Lando Norris entrar perdiendo muy poco tiempo a hacer su último cambio de ruedas. En ese preciso momento perdió la carrera Max Verstappen, porque su ritmo, de un día para otro, se volatilizó.

Seguramente cedió a vueltas del final porque vio que no valía la pena perseguir a un piloto al que, en el fondo, quería ver ganar, pero con una peligrosa mezcla de falta de velocidad. De hecho, comunicó el "desastroso" agarre que tenía por radio a su equipo y la diferencia final así lo visibilizó: siete segundos y medio atrás. "Es un desastre, el coche no me gira".

Cerró su análisis de la carrera con una especie de risa nerviosa cuando fue preguntado por el potencial de McLaren: "Espero que este no sea su ritmo real...". Bien es cierto que un buen o mal día lo tiene cualquiera y que el equipo papaya trajo hasta nueve mejoras al Gran Premio, pero Verstappen le empieza a ver las orejas al lobo tras una semana para olvidar, un drama para Red Bull.