ENTREVISTA

Abreu: "En el Depor comía todos los días bandejas de langosta, mejillones, camarones..."

El exdelantero uruguayo repasa su carrera, repleta de anécdotas y cábalas que le convirtieron en alguien muy querido en los más de 30 equipos en los que jugó.

Abreu: “En el Depor comía todos los días bandejas de langosta, mejillones, camarones..."
Lorena González

Lorena González

Washington Sebastián Abreu (Minas, Uruguay, 17/10/1976), más conocido como el 'Loco' Abreu, ostenta el récord de haber vestido 32 camisetas en 11 países, incluido España, donde perteneció al Superdépor y donde reconoce haber recibido un 'cachetazo de realidad y al ego', lo que le sirvió para convertirse en profesional. Allí dejó de comer marisco todos los días, recomendado por el médico, y no se cansó de marcar goles por donde fue. Y cómo no, con su querida Celeste, donde aún es recordado por su penalti a lo Panenka que sirvió para pasar a las semifinales del Mundial 2010.

Sebas, como le gusta que le llamen porque lo de loco para quien no le conoce puede ser sinónimo de alguien conflictivo, es simplemente un tipo alegre, de esos que cualquier vestuario necesita, aunque sus supersticiones le llevaran a mojar con agua bendita a sus compañeros antes de los partidos. Nos recibe en Montevideo. Allí llegó siendo un adolescente para jugar al baloncesto, pero perder la noción del tiempo durante una noche de billar marcó su destino y acabó siendo uno de los delanteros más célebres de las últimas décadas. En la actualidad espera una nueva oportunidad en los banquillos como entrenador.

¿Cuánto de loco tienes?

Nada.

Abreu explica la razón de su apodo como 'Loco'.

¿Y te gusta que te llamen así?

De los que me conocen sí, muchas veces en países donde no tienes la posibilidad de lo cotidiano, se aprovecha de ese apodo para modificarlo. No es que moleste, pero pierde el respeto y la credibilidad. Quien sí me conoce sí lo toma por una forma de ser alegre, extrovertida, diferente y necesaria para los grupos. No tiene que ver con lo que dice el diccionario. Es alegría y disfrutar lo que me tocaba vivir en el día a día en un vestuario, y eso nunca generó un conflicto. Nunca me separaron de un plantel por llegar borracho, no presentarme a un entrenamiento, o por pelearme con compañeros, ni entrenadores ni hinchas. Los compañeros van contando anécdotas graciosas, y en su día loquito era cariñoso, aunque en España a veces se usaba de forma despectiva.

¿Lo de 'Loco' te perjudicó en tu carrera?

Perjudicado no, porque convives con los compañeros y como tienen el conocimiento interno, saben que tienes personalidad, liderazgo. El amarillismo siempre vende, pero luego eso se desvanecía.

¿Cómo empezaste en esta 'locura'?

Mis circunstancias eran las tradicionales de la cultura uruguaya, en un barrio muy humilde, pero con mucho amor. No importaba el tipo de calzado que usabas, o si heredabas la camiseta y las medias sudadas de otros compañeros más mayores. Cuando pasan los años te van viendo las condiciones. Desde chico era delantero, era muy flaco y alto, casi raquítico, no tenía músculo sino huesos.

También jugaba al baloncesto y en esa dualidad me surge la posibilidad de dar el salto a Montevideo a jugar e ir incluso con una selección uruguaya para preparar el Sudamericano. El día de antes el entrenador nos dio libre hasta las doce de la noche, me fui con un compañero y se nos fue la hora y no llegamos hasta la una. El mito decía que llegamos borrachos, pero teníamos 15 años y no teníamos un peso, ni la maldad de probar una bebida alcohólica. Nos pusimos a jugar al billar. Al día siguiente daban la lista final y me dejaron afuera.

Se puede decir entonces que, gracias al billar, eres futbolista.

Sí, a los cuatro días me llega un telegrama a casa de la asociación uruguaya de fútbol para convocarme a una preselección sub17. Así que probé. Jugamos un amistoso contra Chile, se lesionó un defensa y entré. Iba a viajar en avión por primera vez y a representar a mi país. Para clasificarnos teníamos que hacer siete goles a Bolivia, salí, y metí dos. A la vuelta me querían fichar varios equipos y elegimos Defensor.

¿Te puedes quedar con el momento más feliz de estos 27 años?

Cada mañana en la que me levantaba para ir al entrenamiento. Ahora lo extraño y me entra angustia. Tenemos un vacío que podemos engañar, pero hay un momento en el día en el que te pega.

"Por mi gol a lo Panenka me dicen que hay niños que se llaman Sebastián"

¿Todos los días sientes ese vacío?

Sí, por ejemplo, cuando llevo a mis hijos al entrenamiento. Es como que murió algo. A veces deliramos y pagaría por una máquina del tiempo. Es un duelo eterno. Dicen que hay que prepararse y te pueden ayudar, pero nadie te prepara porque los sentimientos son intransferibles. La tecnología ayuda para que te sigan viendo y se acuerden de ti. Todos los chicos saben que la piqué a lo Panenka en el Mundial de 2010. El olvido popular también es un tema complejo porque nos acostumbraron a ponernos en un pedestal donde nos veían como superhéroes y nos creíamos el cuento.

Dicen tus compañeros que te sentías cómodo cuando recaía sobre ti el protagonismo, en las buenas y en las malas.

Son roles. Uno entendió que dentro de un grupo hay distintos liderazgos. Saber que no lo haces por ego sino por lo colectivo. Me sentía con normalidad y el delantero convive naturalmente con el protagonismo.

¿Cuál fue el peor momento con Uruguay?

Cuando perdimos con Perú allí y parecía que quedábamos eliminados. La reacción mediática y popular fue tremenda, éramos personas non gratas. Nos colgaron una bandera que nos llamaba 'vendepatrias'. Luego tuvimos el premio en la repesca. Antes de ir al Mundial, Scotti y Lugano fueron una tarde hasta donde habían puesto esa bandera para hablar con ellos y se conciliaron. Yo no fui porque me había afectado mucho y no tenía capacidad de reflexión.

¿Me puedes explicar en cámara lenta cómo fue tirar aquel penalti a lo Panenka, el que os dio el pase a la semifinal del Mundial 2010?

Iba a tener trascendencia porque con el paso del tiempo iba a ser recordado y con esa forma genera mayor asombro. Era algo que entrenaba y me puse en el lugar del arquero, qué se le pasaría a él por la cabeza, y pensaría que yo iría a asegurar. Era el quinto pateador e iba evaluando su estrategia, ya que elegía siempre dar un paso hacia la derecha. Lo hizo en los cuatro anteriores. El balón de aquel Mundial no hacía los movimientos naturales, tenía que picarla, pero pincelarla suave para que bombee. Se tiró a la derecha y pasamos a semifinales. Me dicen que hay niños que se llaman Sebastián por mí, me aparecieron como 15 'Sebastianes' en ese momento. Incluso Washington, mi segundo nombre.

"En Coruña comía marisco todos los días y el médico me dijo que eso no era saludable. Comía todos los días bandejas de langosta, mejillones, camarones..."

¿En ese momento te da tiempo a pensar la repercusión que puede tener si lo fallas así?

Si yo fuera negativo sí, pero el positivo no piensa en lo malo. Es la ley de atracción.

Dice un compañero tuyo que si él hubiera tenido tu seguridad, hubiera jugado en el Real Madrid.

Es que lo que me moviliza es la parte emocional y psicológica, no aceptar ni tomar como palabra primaria el 'no'.

Si tienes tanta seguridad, ¿por qué has sido tan 'cabalero' (supersticioso)? ¿Cómo era lo del agua bendita antes de los partidos?

Vas dándole creencias a una cábala que termina repercutiendo en los demás. En la ruta de Lourdes pedíamos botellines para antes del partido pasarle antes de cada camiseta y antes de salir a la cancha, en la puerta les pasaba el agua. Se las ponían en las rodillas, piernas, camiseta… Era una rutina necesaria. Tenía un santuario y se hizo tan fijo en el día a día de la selección que en cada viaje preguntaban por el santuario y el agua. Después de lo que pasó el partido contra Costa Rica, en el que marqué, los utilleros se la habían olvidado, me lo reconocieron después.

¿A Coruña también te llevaste agua bendita?

En el Deportivo, como había tantas religiones ibas con cierto miedo. Yo tenía mi altar, pero el grupo no participaba. Cada uno hacía su ritual y todos nos respetábamos. Bassir sacaba su alfombrita y donde estuviera se ponía a rezar, incluso en el pasillo del autobús. En el Beitar Jersusalén me miraron raro cuando saqué todas las vírgenes, yo no les molestaba con mi rinconcito.

¿Cómo fue eso de prepararte tu propia celebración para conmemorar tus 15 años con la Selección?

Llegó el 15 de julio, previo al partido de Argentina y hablé con el cocinero para que preparara una tarta. Para mí era un orgullo, pero nadie entendía nada. Me levanté y dije que era una felicidad estar allí. Lugano me jodió diciendo que era el único que me autofestejaba. Vendo humo ecológico que no le hace mal a nadie.

¿El futbolista uruguayo, sigue manteniendo la esencia de tu generación?

¿Valverde que és? Ganador. ¿Araujo? ¿Darwin? El ADN ganador uruguayo sigue, sólo que se ha pulido. El jugador llega a Europa más preparado porque el mundo ha cambiado. Donde ves a un uruguayo se identifica. He estado en muchos países y el hincha siempre se identifica con el uruguayo. Es un líder.

De los uruguayos en activo, ¿con cuál te quedas?

Con Luis Suárez. Mira los números y el rendimiento. Que sea el mejor 9 de Brasil, con los millones de brasileños que son y el fútbol que tienen, ya te marca el porqué.

Abreu recuerda el día que conoció a Araujo.Relevo

¿Con Araujo has coincidido?

Me acuerdo cuando él jugaba en Rentistas, un equipo de barrio, en una cancha casi sin pasto. Le tocó patear un penal en el 88 y lo falló. Le dije "Guacho, aprendé de estas experiencias, no tienes techo, esto es sólo una anécdota". Marcaba su superioridad física, y las carencias que tiene el fútbol uruguayo las suplía con el juego aéreo. Tan joven y ya era capitán. Ese día me marcaba a mí y le hice dos goles. Pero me quedó la imagen de que iba a romperla.

Un día que estaba hablando con un directivo del Barça, en un momento me nombran un defensa uruguayo y les dije que había un chico que era clase A, Ronald Araujo, y que no tenía margen de error, porque más allá de las condiciones, tiene hambre, pero hambre real, la de querer sacar adelante a su familia. ¿Cómo se consigue el hambre? El que lo vive. Hay otro tipo de hambre, pero es deportiva, como Forlán, pero no es un hambre de necesidad. Y esa hambre Araujo la va a mantener, aunque ahora tenga una situación económica más cómoda.

¿Esa es la marca diferencial del futbolista uruguayo?

Naces en un país que no tiene condiciones, en el club no te dan desayuno ni de comer, te engañan con una fruta o un alfajor, luego tienes que ir a estudiar, hacer horas de autobús… Se va creando una resiliencia y rebeldía en la adversidad. Por eso en el futbolista uruguayo destaca la parte anímica. Valverde arranca y nunca se cansa. Lo mismo que Cavani, etc. Condiciones tienen muchos, pero los uruguayos tenemos ese plus.

¿Te gusta Bielsa para la selección uruguaya?

Marcelo es un excelente entrenador que está fuera de cualquier contexto analizable de un ser humano normal, porque es anormal. Supera lo que uno puede interpretar o analizar. Además tiene una generación fantástica y llega la sub20 que ha sido campeona del mundo.

Abreu habla de cómo su paso por Coruña cambió su carrera.Relevo

¿Qué rescatas de tus años en Coruña?

El golpe de realidad que me sirvió para entender que si quería ser futbolista profesional, debía cambiar muchos hábitos. Llegué con 21 años. Por entonces el goleador en Uruguay o Argentina tiene privilegios para entrenar menos. Tenía algunas licencias, incluso algún día no ir. En Europa no. Allí tienes que entrenar como todos, ir al gimnasio, alimentarte más. Me encontré con defensas fuertes y pasaba vergüenza.

Teníamos un grupo que se preocupaba para que cambiara esos hábitos. Tenía a Mauro Silva Donato, Manjarín, Paco Jémez, el 'Toro' Acuña… Que me dieron como un cachetazo al ego. El club no me tenía en cuenta y me tuve que ir, pero debía cambiar la nutrición y ponerme un personal trainer. Esa cultura la aprendí en el Deportivo y por eso pude llegar a jugar hasta los 45.

Es decir, el Deportivo de la Coruña te profesionalizó.

Por ejemplo, comía mariscos todos los días y llegó un momento en el que el médico me dijo que aquello no era saludable. Teníamos un restaurante que me ponía bandejas de langostas, mejillones, camarones… Me hacían estudios y salía un porcentaje elevado de grasa.

Abreu en su etapa como jugador del Depor. Efe
Abreu en su etapa como jugador del Depor. Efe

¿Piensas en la posibilidad de regresar algún día?

Por el momento en el que está me gustaría ir a ayudar, porque cuando están bien todos quieren. Con Mauro hablo mucho y queda feo ofrecerse, otra cosa es que llegue el mensaje de que ha entrenado 3 años y puede ejercer en España. Al menos si haces el intento y sale bien, es una doble satisfacción porque pudiste conseguir el objetivo, y segundo, ayudar a un club que lo necesita. El hecho de que se empiecen a abrir puertas a los uruguayos, hace que uno cruce los dedos para que les vaya bien porque eso genera moda.

¿El apodo de loco también iría a un tipo excéntrico, esta vez como entrenador?

Es un perfil totalmente diferente al de jugador, más tranquilo, porque entiendo que ahora el protagonista siempre será el futbolista. El entrenador debe liderar y saber lo que necesita el grupo, a veces tienes que hacer que la tensión pase al entrenador y el jugador se sienta más liberado.

Puede existir cierto prejuicio contigo por haber estado en 32 equipos diferentes. Es decir, alguien puede pensar que si cada año cambiabas de equipo sería por resultar un tipo conflictivo.

En 27 años de carrera ya se sabe quién es conflictivo, y en ningún lado me etiquetaron de eso. Me iba de los equipos porque firmaba por un año. Me iba bien y salía un desafío diferente. Cuando me firmaron por tres años en Botafogo, me quedé los tres. Cuando Pellegrini, Simeone o Lillo me llamaban, ya era una movilización diferente.

Podría verse como una capacidad de adaptación que también le puede ayudar en los banquillos.

Eso terminó siendo una virtud o un aspecto para crecer como ser humano, hablar más idiomas… Si mis hijos hablan griego o portugués es por eso. El Deportivo me cedió durante seis años y eso me abrió lugares en el mundo donde vi culturas futbolísticas diferentes que ahora me benefician también como entrenador.

¿Qué entrenador te gusta más verle trabajar?

Una cosa es que me guste y otra que pueda aplicarlo. Pep son palabras mayores, pero me identifico con el Cholo porque lo de Guardiola es difícil aplicarlo en Sudamérica, necesito ese nivel de jugadores. Sin embargo, el Cholo se adapta a cualquier tipo de futbolista y te lo hace funcionar. Lo tuve en River, no necesita un alto nivel de jugadores para sacarle rédito.